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Con música, jóvenes del nororiente de Medellín expresarán su rechazo al conflicto armado

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Por lo menos unos 600 jóvenes de la zona nororiental de Medellín se tomarán este viernes 25 de junio las calles de la terminal de buses del barrio Aranjuez Anillo, en la comuna 2, para celebrar allí el evento denominado Lunada Juvenil, encuentro cultural en el que la juventud de esta zona de la ciudad busca reivindicar su derecho a contar con otras alternativas de vida distintas al conflicto armado.

 

Desde las 4:00 de la tarde y hasta pasada la medianoche, integrantes de los grupos juveniles de la nororiental derrocharán energía gracias a las presentaciones de rock, punk, chirimías, hip-hop, artes circenses, break dance y demás expresiones artísticas que para estas organizaciones se han convertido en formas de resistencia pacífica a la violencia armada que viene azotando este sector de Medellín.

 

Esta será la segunda Lunada que se lleva a cabo en lo que va corrido del año y, al igual que en la primera oportunidad, el propósito será el de congregar a la comunidad en general, sensibilizar a los jóvenes para que no se involucren con ningún actor armado y romper, aunque sea por unas horas, los límites invisibles que los grupos armados han impuesto en muchos de los barrios del nororiente de Medellín.

 

De hecho, el cruce de la calle 95 con carrera 44, epicentro de la actividad, constituye actualmente el límite territorial de dos bandas que delinquen en el sector, situación que ha afectado sensiblemente el derecho a la movilidad así como la vida social y nocturna de la comunidad que reside allí.

 

“Precisamente es en estos sitios, donde la gente no puede entrar, donde procuramos realizar las Lunadas. La primera de este año la hicimos en el Popular I, en momentos en que el conflicto estaba en su punto más álgido. La idea es tratar de llevar esos principios de resistencia pacífica a la práctica”, señaló Jonathan Piedrahita, integrante de la Corporación Convivamos, organización que acompaña procesos juveniles en las comunas 1, 2 y 3.

 

De acuerdo con Piedrahita: “esto es más que un encuentro cultural, es un espacio de proyección política, pues se busca que los jóvenes expresen su derecho a no ser parte del conflicto armado y a vivir en paz a través del lenguaje del arte”.

 

Las denominadas Lunadas tuvieron su origen en el año 2000, en momentos en que tanto organizaciones sociales como jóvenes de barrios populares confluían en torno a una misma preocupación: encontrar opciones de vida diferentes a las de pertenecer a los grupos armados de la época. “Se creó entonces esta estrategia de intervención pública, con el fin que la comunidad reflexionara sobre su realidad y buscara alternativas de solución y resistencia pacífica a esa realidad”, añadió el líder juvenil.

 

Con el paso de los años, la actividad logró consolidarse como un espacio de encuentro y esparcimiento para los jóvenes de la nororiental, quienes desde la música, el graffiti, la danza, entre otras expresiones culturales, sentaban sus posturas sobre el barrio, la ciudad, sus problemáticas y sus visiones de mundo.

 

Desafortunadamente la violencia volvió a irrumpir con fuerza en el territorio: las fronteras entre barrios y sectores hoy son más férreas y difíciles de traspasar, los jóvenes sienten de nuevo la presión de los grupos armados para vincularlos como “fuerza de trabajo” y las confrontaciones armadas se convirtieron en pan de cada día.

 

Lo preocupante es que esta nueva versión de la violencia urbana amenaza con debilitar procesos juveniles que se vienen gestando en diversos barrios de la zona nororiental.

 

“El no poderse movilizar con tranquilidad, no poder pasar de un barrio a otro, está limitando mucho la participación de los jóvenes en los distintos espacios. Además, los pelados ven cómo sus primos, sus amigos, sus hermanos se involucran en este conflicto sin entender el por qué y eso los está desmotivando a participar en estos procesos”, manifestó Piedrahita.

 

A eso se suma que en algunos sectores de la zona nororiental las organizaciones juveniles deben soportar el asedio constante de las bandas criminales, quienes indagan permanentemente por sus actividades, la procedencia de sus integrantes y el tipo de relación que mantienen con otras agrupaciones.

 

“El año pasado sucedió un hecho muy diciente y es que en el barrio Granizal un grupo de pelados venía organizándose, estaban muy entusiasmados y hasta les habían cedido un salón para sus reuniones. Pero el grupo armado les dijo que necesitaban esa sede para otra cosa y se tuvieron que ir. Afortunadamente ellos siguen trabajando, pero es muy complicado adelantar procesos en esas circunstancias”, agregó el joven.

 

Pero pese al clima de violencia que predomina en la zona nororiental, Piedrahita señala que aún existen jóvenes que no se dejan seducir por la violencia y que, por el contrario, quieren plantearle a sus comunidades que existen otras opciones de vida.

 

“Hay un grupo que se dedica al arte circense integrado por jóvenes que tiene semilleros para niños. Eso es una iniciativa muy interesante. Y así por el estilo. Hay pelados que quieren otras cosas y aunque es muy difícil seducir a los que hacen parte de los grupos armados, por lo menos hay que mostrarles otras alternativas”, indicó.