Inicio Escuela y Joven Con el ‘perreo’ trabajan por la paz

Con el ‘perreo’ trabajan por la paz

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Se trata de Son Latin Girls, grupo de estudiantes y bailarinas en Villa Turbay que con sus contorsiones y quiebres atraen miradas y personas fuera del conflicto.

“Estoy muy apenada pero es que estaba cocinando y luego tenía que ver con quién dejaba a la niña”. Antes del ensayo de las Son Latin Girls, Johana Moreno, de 18 años y en grado once, deja organizada la casa para llegar al ensayo con su grupo de baile en la Institución Educativa Villa Turbay.

La iniciativa de crear este grupo surgió hace tres años en las reuniones de  amigas que jugaban a bailar y a imaginar coreografías. Hoy, la gente las reconoce y apoya porque también trabajan por la comunidad como recreacionistas y organizadoras de las noches de cine para niños.

El colegio en el que ensayan es un edificio de tres pisos que sobresale en el barrio. Un barrio que no se agota y sigue subiendo por la montaña, arañándole espacios donde se construyeron casas que aparentan cercanía con la luna. Arriba las luces producen claroscuros en el pavimento, en las casas. Las vías del centro de Medellín, lejanas, están plenas de luz.

Aunque ya son las 7:10 p.m. es una de las primeras en arribar. “La mayoría de las niñas que ensayan estudian hasta las seis y por eso es que siempre se demoran”. La escena se repite tres veces a la semana en esta zona del centroriente de Medellín.

“Nosotras bailamos ‘perreo’”, responde Andrea, quien hace parte de uno de los dos semilleros que también asesora Johana en sus ensayos. Para ellas el ‘perreo’ es más que reggaetón porque combina rap, hip-hop, reggae y electrónica en una mezcla que acerca a los ritmos del Caribe y de Norteamérica. “Esto es lo que uno baila como negra”, añade Johana.

Con cada movimiento, salto, contorsión del cuerpo o sacudida, las niñas crecen, se tornan voluptuosas y atrapan miradas. Quedan convertidas en mujeres. ‘El número’, ‘El indio Caín’, ‘El Yeah’, ‘La lora’ y ‘El Piripipí’ hacen parte de los mix que acompañan las cinco coreografías que tienen en su repertorio y que aún no pueden comenzar porque hay muchos niños del colegio jugando fútbol donde ensayan.  

– Cela, ¿y no vale que aquí tengamos el permiso del rector para entrenar?, le dice un joven al guardián del colegio al encontrar que la cancha de fútbol,  lista para el entrenamiento, iba a ser ocupada sin permiso por otro grupo de deportistas.

– Yo no sé, hable con los muchachos. Ellos dijeron que iban a jugar y ellos son los que saben.

‘Los muchachos’ son el ‘combo’ del barrio que de vez en cuando entran a la cancha del colegio a jugar fútbol. Son más de 15. Unos juegan, otros ven jugar. También hay los que se apostan en el tercer piso y en la entrada de la institución educativa, pendientes de que nadie llegue.  Varios tienen radios, otros están al lado del jefe, que llega cargando un periódico. De vez en cuando al partido le suman apuestas que no bajan de los 500 mil pesos.

Tres bandos en conflicto atemorizan la zona

El vigilante del colegio lleva dos meses en este puesto. Los dos anteriores no aguantaron la presión y renunciaron. Tiene más de 20 años en la empresa de seguridad y por eso no puede hacer lo mismo. “Por aquí ni siquiera suben los supervisores, todo lo preguntan por radio”, dice. Trabaja en las noches, cuando no quedan profesores y son pocos los niños en actividades extracurriculares. Su esposa lo despide todos los días con bendiciones y él aún no se acostumbra a las balaceras: cada vez que le tocan corre a guarecerse por miedo a las balas perdidas.

En julio asesinaron en la zona a un joven de 25 años que trabajaba en semana y estudiaba en esa institución los sábados. Los asesinos, no contentos con ello, fueron hasta su casa y también mataron a su madre. Ninguno de los dos estaba vinculado al conflicto ni tenía antecedentes judiciales.

Villa Turbay limita en la parte superior con La Sierra y en la inferior con Villa Lilian. Estos tres barrios, según habitantes del sector y transportadores, están ‘calientes’. Luego de las seis de la tarde muchos taxistas se niegan a llegar hasta allí. “Por esas calles tan estrechas no quepo”, “el carro no sube por esas lomas”, “eso por allá está muy ‘caliente’”, son algunas de las excusas de los conductores para no prestar el servicio.

Cuando uno de ellos se detiene y acepta subir, alerta inmediatamente: “Vamos a ver si nos dejan pasar. En estos días me pararon y si no es por una patrulla que venía bajando, no nos dejan continuar”.

Johana menciona que la gente ya no se asusta por las balaceras, lo que sí le pasa a una licenciada en educación que llegó a la zona en enero y ha presenciado 21 de ellas en lo que va del año. “El primer muerto que me tocó quedó tirado en el suelo, su sangre corría calle abajo y los niños estaban alrededor mirándolo como si nada. Fue una imagen que permaneció en mi mente durante tres días”.

Una alternativa al conflicto
-Vaya y dígale a él que nos quite a los niños de encima para poder ensayar. Le pide Johana a una de sus compañeras de grupo, señalando a un joven que observa el partido.

Él, que no supera los 30 años y el 1.75 mts de estatura, logró lo que no pudo el vigilante: dejó listo el espacio luego de asustar a los pequeños con un periódico y de pedirles que se corrieran. Johana y sus compañeras comenzaron a ensayar.

“La idea de nosotras es motivar a la gente para que se integre, para que no haya tantas guerras. Que mejor haya paz y tranquilidad para que los niños puedan jugar”, dice Johana, quien aprendió a bailar mirando y luego ensayando en su casa, donde su padre no baila y su madre solo lo hace en diciembre.

Con el paso de las mezclas comienzan a unirse los pequeños que antes jugaban fútbol. Más de 10 niñas y niños de distintas edades terminan bailando al ritmo del ‘perreo’, que incluye pasos en cuatro, quiebres de cintura como los de Shakira, giros y movimientos de brazos. 

Johana, que se gradúa el 2 de diciembre, trabajará todo ese mes para comprarle el ‘estrén’ a su pequeña. Una vez graduada quiere estudiar para ser odontóloga: el sueño de ser policía ya es imposible de alcanzar porque tiene una hija.

El ensayo termina, no así el partido de fútbol de los grandes. La próxima presentación, para la que entrenan actualmente, será a mediados de noviembre en el Parque Biblioteca San Javier durante la feria artística del Seminario Internacional ‘La escuela en contextos armados: Educación libre de violencias’.

Las bailarinas sonríen, practican y gozan como en cualquier otra parte de la ciudad: la guerra que se libra no es razón para suspender la alegría aunque, de vez en cuando, surgen preguntas como la de un chico de primaria que, entre charlas, se hacía llamar Darío Gómez: “¿Y qué irá a pasar con el colegio cuando estemos muertos?”