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Adiós a las armas….Un camino para iniciar la reconciliación nacional

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Opinión editorial IPC

Por: Hernando Loaiza Bastidas, miembro de la Junta Directiva del Instituto Popular de Capacitación

En medio de tantas noticias, frustraciones y escándalos, la llave de la paz parece estrenarse en una cerradura esquiva y maltratada, no obstante, debemos celebrar que luego de la hecatombe humanitaria de los últimos diez años, se reabra el camino de la paz y sea posible mediante una salida negociada, que aprendiendo de los desaciertos anteriores y mediante un dialogo sincero, alcanzar el silenciamiento de los fusiles y ponga el punto final a la guerra colombiana.

El reto es inmenso para el Presidente Santos y para la sociedad en su conjunto, sobre todo si el marco exigido por el gobierno se condensa en los tres puntos explicados por el primer mandatario y por efecto de los mismos, las negociaciones deban y tengan que orientarse con sinceridad, a dar por terminada la confrontación y abrir las compuertas de la reconciliación nacional.

Hoy, el concierto de naciones latinoamericanas y la nueva arquitectura de las américas y el oriente, exige un destino distinto para Colombia y por ende, el cierre definitivo del siglo XIX donde se ha enclaustrado y anquilosado la república.

Le cuesta medio siglo a Colombia decantar una nueva oportunidad, entre otras, de salida política a la guerra.

La Pax Romana de los 10 años anteriores no encontró el camino de la derrota, ni menos el de la victoria. Los grandes problemas, como secuelas, se engrandecieron y en esa década tuvimos casi la misma cifra de desaparecidos forzados que Argentina en toda su dictadura. Alcanzamos varios millones de desplazados y en paralelo, millones de hectáreas robadas a sus legítimos dueños, quienes en la mayoría eran campesinos medios y  minifundistas.

Una tragedia sin límites, más los costos de la guerra y el valor de una deuda socialque crece de manera exponencial, en el marco de un país en vías de desarrollo, lo condenan indefectiblemente al subdesarrollo y una marginalidad e inequidad social y económica que puede servir para cualquier cosa, menos para la democracia y el beneficio material de las mayorías.

La negociación política de la guerra interna colombiana,  como uno de los puntos clave en la agenda de América Latina esta confeccionada globalmente, en tanto es uno de los componentes, entre otros, del cambio radical de las relaciones internacionales en este periodo del gobierno Santos. Con ese nuevo marco de relaciones internacionales, se ha roto la lógica imperial incendiaria, basada en las tesis del Senador Republicano Paul Coverdale, de extender la guerra colombiana a gran parte de Suramérica y se ha roto además, con la amenaza de una eventual declaratoria del Estado de Beligerancia por algunos países, hecho que aumentaríala complejidad de una guerra que se eterniza y degenera, por su larga duración y perdida de objetivos políticos estratégicos.

Es posible que en estos tiempos, haya entendido la oligarquía colombiana, que con guerra no hay desarrollo posible, que con ella a bordo, las posibilidades de consolidar un Estado fuerte para las grandes apuestas contemporáneas y de reorganización y multipolaridad hoy en ciernes, se alejarían totalmente. Un nuevo juego en el concierto de nacionesse estila, y Colombia no puede mover holgadamente sus fichas en un tablero complejo, si arrastra una de las guerras más antiguas de todo el planeta.

No basta con garantizar los tratados de libre comercio con viejos socios comerciales y políticos, de tal forma que estén a cubierto los negocios de la elite y la internacionalización de sus capitales. La arquitectura económica mundial está en proceso de reacomodamiento y nuestro país no es ajeno a esos cambios estructurales, pues no es pieza que determine cambios, pero cualquier cambio,síincide, de manera drástica sobre su estructura productiva.

Un nuevo rol en el contexto americano debe ser implementado, teniendo presente que la América Latina, sobre todo Sur América, viene realizando cambios y alianzas que juegan e inciden en la economía mundial y continental, al generar unas relaciones más horizontales y que no van en detrimento de lo interno, sino que  afianzan el protagonismo de los países.

Colombia debe ingresar al Mercosur, ser parte de Petrosur, el Banco del Sur, Petrocaribe, coliderar Unasury su Consejo de seguridad. Ser coprotagonista en la consolidación de la CELAC como nuevo motor de un latinoamericanismo modernizante y autónomo. Liderar en lo internacional, un cambio rotundo en la política antidrogas. Tender lazos fuertes con Brasily Argentina y a la par, reorganizar la comunidad andina de naciones bajo criterios de soberanía propios y no importados, entre otros elementos constitutivos de relaciones que rompen tradiciones imperiales de imposición,hoy totalmente inadmisibles.

A la par, en lo interno, dotar de mecanismos de implementación y solidez al paquete de reformas que benefician y auspician el desmonte gradual de grandes problemas generadores de la guerra, que debe tener como uno de sus centros, la tierra como una de las causas originarias y empezar por el problema de restituir los predios urbanos y rurales usurpados a sangre y fuego por la estrategia paramilitar de quitarle el agua al pez y favorecer los grandes latifundios y empresas interesadas enmegaproyectosvisualizados sobre amplios territorios.

Construir una agenda de inclusión y equidad, que consultando los contextos regionales heredados del siglo XIX, rompan lógicas eternas de empobrecimiento y olvido, como lo ha hecho visible el conflicto con los indígenas en el Cauca y su élite cuasi colonial empotrada tras la cruz y la espada.

Cimientos fuertes para iniciar el proceso de reconciliación, fundado en la no repetición. Lo mismo que la verdad, la justicia y la reparación, para saldar la deuda de medio siglo de impunidad, con fundamento en el concepto de verdad histórica, que le permita a las generaciones actuales y por venir, saber quienes fueron los culpables del magnicidio de Jorge Eliecer Gaitán, como símbolo de inicio, de ese medio siglo que enmarcamos en este texto, como época fratricida.

No podemos dejar de enviar un mensaje a la insurgencia: Es suficiente ya de pensar, que un posible proceso de paz, se convierta en una nueva fase del proceso de acumulación de fuerzas para tomar el poder por asalto. Creemos que las muestras dadas para avanzar en el montaje de la plataforma de llegada a la vida civil y la participación política, lo mismo que el cese del secuestro en todas sus manifestaciones y la puesta en libertad de miembros de la fuerza pública, dan confianza para adentrarse en un camino sin retorno hacia el cese definitivo de la confrontación, la dejación de armas y la reincorporación a la vida legal de los excombatientes, lo mismo que el abandono total de la participación  en cualquier fase de la cadena productiva del narcotráfico.

Se requiere por demás, una sociedad civil, consciente y actuante, vigilante y propositiva, que respalde a los actores que defienden la salida política y exige una férrea voluntad política de los actores de la guerra para poder encontrar las alternativas para su superación definitiva.

Una comisión de la verdad para iniciar el proceso de reconciliación y una comunidad de naciones, que en calidad de garantes de los acuerdos que se suscriban y veedores a su vez, del cierre definitivo de la macabra alternativa de la combinación de todas las formas de lucha, usada por izquierdas y por derechas.

Esperemos que la ultraderecha en ciernes, no se le ocurra acudir a cualquier acto horroroso que impida la apertura del proceso que para bien del país y en cumplimiento de las palabras de posesión del actual presidente Santos, abren la esperanza de trasladar el presupuesto dela guerra para un modelo económicobasado en el derecho al desarrollo que tenemos como nación y amparado en la carta de derechos que determinó  el constituyente de 1991. Un modelo que tiene ineludiblemente  que asumir Colombia para hacer parte de un bloque incidente en la economía y relaciones internacionales actuales.

En este mar de dires y diretes entre Ejecutivo y ultraderecha, y la timidez de quien pide la palabra, nada más estimulante que darse a la tarea de escudriñar y desentrañar el camino de la reconciliación duradera de las colombianas y los colombianos.

Nuestro reconocimiento a todos los actores y exigimos de todos ellos, el respeto a todas las reglas de juego.

INSTITUTO POPULAR DE CAPACITACION – IPC –P/hlb

 

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Yhoban Camilo Hernandez Cifuentes
Periodista egresado de la Universidad de Antioquia. Candidato a Magister en Ciencia de la Información con Énfasis en Memoria y Sociedad, Escuela Interamericana de Bibliotecología de la UdeA. Coordinador de la Agencia de Prensa IPC entre 2012 y 2018. Actualmente periodista en Hacemos Memoria. Trabajando por esa Colombia excluida y vulnerada, por aquellos que no son escuchados y por la anhelada paz. Aficionado a la literatura, al rock, a las huertas y a las buenas películas.