En la Habana, Cuba, inician hoy los diálogos de paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC. Este proceso genera gran expectativa en Colombia y a nivel internacional porque se trata de un conflicto de 50 años, el más antiguo de Latinoamérica. Algunos analistas esperan que en este primer día de diálogo las partes ofrezcan mejor claridad sobre los puntos de la agenda establecida.

El Palacio de Convenciones de La Habana, en el sector de Miramar, es el lugar donde se reunirán los delegados del gobierno colombiano, en cabeza de Humberto de La Calle, y los de las FARC, liderados porLuciano Marín Arango, alias Iván Márquez.

En el primer día de negociación se espera que las partes aborden el punto inicial de la agenda: el desarrollo rural integral, que comprende temas como el desarrollo agrario y la distribución equitativa de la tierra. Los demás puntos, a desplegarse posteriormente, serán: la participación política, el fin del conflicto, las drogas ilícitas y las víctimas.

De esta forma, y luego de varios meses de negociación secreta, el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC comenzarán en La Habana la segunda fase del Acuerdo para la Terminación del Conflicto, firmado por las partes en Oslo, Noruega, el pasado 18 de octubre.

Para hablar sobre el inicio de los diálogos, la agencia de prensa del Instituto Popular de Capacitación (IPC) consultó al periodista, politólogo y docente de la Universidad de Antioquia, Gonzalo Medina Pérez; a la socia y ex presidenta del IPC, Martha Peña; y al ex asesor de paz de la Gobernación de Antioquia, Jaime Fajardo Landaeta, quien fue negociador de paz entre el EPL y el gobierno colombiano.

Estos tres analistas se refirieron a cuatro temas particulares: las expectativas en el primer día de diálogo, la participación de la sociedad civil, el factor del tiempo y el posible aumento de la confrontación armada en el país.

Primer día de diálogos

Para Jaime Landaeta en el primer día de diálogos, “la expectativa fundamental está en aclarar y desarrollar la agenda establecida, porque en Oslo no quedó suficientemente claro ni para el país ni para la opinión internacional.”

De acuerdo con el ex asesor de paz, “si se aclaran y se exponen los puntos establecidos, se le va a dar mucha confianza al proceso”. El analista manifestó además que “indudablemente el tema agrario va a ser fundamental para las FARC porque es un interés de ellos, pero también es un interés de las víctimas y de los campesinos en zonas de conflicto.”

Sobre el tema de la tierra, Martha Peña, expresó que es muy importante tenerlo en primera plana, más aún cuando en Colombia existen problemas de desigualdad en la distribución de predios y algunas dificultades con la restitución.

“Venimos recientemente de hablar incluso de la conformación de un ejército anti restitución en Colombia. Y todos sabemos que el tema de la restitución no estaba abordando el tema de redistribución”, aseveró la socia del IPC.

Martha Peña reconoció que este tema es muy delicado y planteó que desde diferentes sectores de la sociedad, es necesario “solicitarle a esa mesa y sobre todo al gobierno colombiano, que de señales de que está dispuesto a tocar el tema de la distribución.”

Gonzalo Medina coincidió en afirmar que la tenencia y la titulación de la tierra “es uno de los temas centrales, no sólo de la agenda del proceso sino del conflicto armado colombiano.”

El politólogo explicó que el conflicto por la concentración de predios ha inspirado las luchas agrarias y los movimientos insurgentes. Y a su vez, algunos sectores agroindustriales, ganaderos y grandes terratenientes, se han opuesto a esas luchas, valiéndose incluso de grupos paramilitares.

Dada la complejidad de esta problemática, Gonzalo Medina piensa que en el tema agrario “habrá muchas opiniones en contra, por parte de los sectores gremiales.” Por eso, según el académico, estos sectores no deben quedarse por fuera si se consolida un acuerdo.

“Quiérase o no, hay que contar con los ganaderos, los terratenientes y todas estas organizaciones gremiales que han ejercido el monopolio sobre la tierra y han contribuido a la conformación de paramilitares”, aseveró el politólogo.

Participación ciudadana

Uno de los aspectos que ha despertado más inquietudes y que aún no termina de clarificarse, es la forma como participará la sociedad civil en el proceso de paz. Por eso varios sectores siguen reclamando espacios y mecanismos de participación.

Esas solicitudes dieron pie a la realización de siete Mesas Regionales de Paz, lideradas por la Comisión de Paz  de Senado y Cámara, que recogieron propuestas de la sociedad civil para presentarlas en la mesa de diálogo.

De igual manera, habrá un sitio Web a través del cual las partes del proceso informarán sobre los avances de las negociaciones y, a la vez, recibirán propuestas de la ciudadanía sobre los temas de la agenda.

Sin embargo, para Martha Peña la participación sigue siendo un déficit en el proceso, “porque no hay una representación de la sociedad en su conjunto.” Ella, piensa que “el Estado colombiano debiera concebir una movilización más grande de la sociedad.”

Lo complicado, según la socia del IPC,  es que la vocería en este tema no la asumirá “ni el gobierno colombiano, que está demostrado que no ha tenido mucho interés en una auténtica participación de la sociedad, ni tampoco las FARC que piensan que vía violencia van a lograr transformaciones, (…) lo cual, por el contrario, destruye más todas las posibilidades de participación de la sociedad.”

La voluntad política, será un factor importante para posibilitar la participación civil en este proceso, como afirmó Gonzalo Medina, al explicar que de ella depende la disposición real de las partes para acoger las propuestas ciudadanas.

El politólogo advirtió que deberá existir un buen mecanismo para procesar las iniciativas que lleguen a la mesa de diálogo y reveló que a la sociedad la ve en proceso de aprendizaje, porque “no tenemos mucha tradición ciudadana cuando se ha tratado de buscarle salida política al conflicto armado colombiano.”

Pero Gonzalo Medina aseguró que es muy importante abrir “la posibilidad de que participen sectores que vienen teniendo una participación importante en el ámbito de lo público y sobre todo en relación con el conflicto armado.”

Además, el académico advirtió que los medios de comunicación “deben ser conscientes de que su mejor contribución es respetando el desarrollo propio del diálogo.” Según él, los afanes de “chiviar” revelando información confidencial o diferencias entre las partes, pueden afectar el proceso.

En esa perspectiva Jaime Landaeta, reconoció que es fundamental que las FARC y el gobierno organicen el asunto de la participación ciudadana, pero aclaró que “no se puede esperar una participación directa en la mesa de diálogo”, ni de columnistas ni de analistas, ni de la misma ciudadanía.

“Eso es un problema de las partes. Me parece que ahí hay una equivocación, en lo que es abrir los escenarios de participación de la gente y creer que el problema se define llevando voceros de la sociedad civil a la mesa de negociación”, aclaró Landaeta.

Pero, por otro lado, el ex asesor de paz planteó que la comisión negociadora del gobierno debería abrir “canales directos de interlocución con los alcaldes y gobernadores, quienes a última hora son los que van a llevar el peso de la negociación, para que no suceda lo que pasó con la desmovilización paramilitar.”

El tiempo en las negociaciones

Un factor fundamental y que según algunos analistas podría generar tensión, es el tiempo que tomarán las negociaciones. En reiteradas ocasiones el gobierno ha dejado claro que espera un proceso ágil, incluso el presidente Juan Manuel Santos expresó que a mediados del próximo año deberían existir acuerdos en el primer punto de la agenda.

Por su parte, las FARC han planteado que el proceso no debe tener plazos definidos, como afirmó Ricardo Téllez, alias Rodrigo Granda, el pasado mes de septiembre en La Habana, Cuba. “No se puede poner un tiempo fatal para la paz.”

En este asunto, es necesario entender que el gobierno y las FARC tienen diferentes nociones del tiempo. Gonzalo Medina explicó que el campo tiene dinámicas que se mueven de manera lenta, a diferencia del acelerado ritmo de la ciudad.

“Las FARC son una guerrilla que precisamente por esa razón y por tener una existencia de tantos años no tiene afán. Ellos están ahí y se toman todo el tiempo del mundo para cualquier cosa. Así como lo tienen para un diálogo o un proceso, lo tienen para la acción armada. (…) En cambio del otro lado está el tiempo de un espíritu pragmático, como es el caso del presidente Juan Manuel Santos, quien es muy del resultado inmediato y de efectos rápidos”, explicó el académico.

Aunque el presidente Santos aceptó negociar en medio del conflicto y avanzar en los diálogos hasta que existan acuerdos, Gonzalo Medina piensa que el mandatario presionará para que haya concreción. Por eso afirmó que el tiempo “puede ser un punto de tensión entre los dos actores.”

Paradójicamente, Jaime Landaeta planteó que para las FARC también es importante que los tiempos sean ágiles “porque no se puede llegar al próximo debate electoral sin haber definido los temas centrales de la agenda de paz y sin haber tomado una decisión frente al cese al fuego, porque es indudable que si las FARC quieren participar en política debe ser en el próximo debate electoral y no para dentro de ocho años.”

Martha Peña coincidió en expresar que las FARC deben darle agilidad al acuerdo de paz, pero centró su argumento en que la sociedad reclama la terminación del conflicto; en especial luego de la desconfianza que generó el último proceso de negociación, durante el gobierno de Andrés Pastrana, y de las “salidas de guerra o de tierra arrasada del gobierno anterior”, el de Álvaro Uribe Vélez.

“Entonces yo creo que las FARC deberían tener en cuenta que actualmente hay más impaciencia de la sociedad colombiana para decir que hay que parar la guerra y cesar las confrontaciones. Yo creo que eso –alargar el proceso- no es positivo”, aseguró la socia del IPC.

Confrontación armada en Colombia

Uno de los principales reclamos de la sociedad civil, especialmente de quienes sufren con más fuerza el rigor de la guerra, es que las partes cesen la confrontación armada. Sin embargo, el acuerdo entre el gobierno y las FARC fue contemplado para pactar en medio del conflicto.

El presidente Santos reconoció desde un principio que las hostilidades de la guerrilla podrían incrementarse y, a la vez, aseguró que las acciones militares del Estado no cesarán. Por su parte, la guerrilla ha intensificado sus ataques en varios departamentos, principalmente en Cauca, Valle y Chocó.

Por eso, Gonzalo Medina partió de que la relación entre guerra y paz “no es excluyente ni opuesta. Muchas veces cuando se habla de paz es cuando más se intensifica la guerra o, viceversa, cuando más agudizada la guerra es cuando surge con mayor claridad la posibilidad de una solución negociada.”

Desde este punto de vista, el politólogo no se hace muchas ilusiones, porque existe la posibilidad de que las hostilidades se mantengan o se prolonguen. “Hay ocasiones, cuando existe un punto de discusión en una agenda, en que la manera de hacer sentir esa tensión no es propiamente en la mesa de diálogo sino fuera de ella,  por ejemplo en el campo a través de acciones armadas.”

Por su parte, Martha Peña es partidaria de las solicitudes del movimiento por la paz para el cese de hostilidades. Por eso ella opinó que “es lamentable que ese proceso se esté desarrollando en medio de una confrontación y de los anuncios de que esa confrontación no va a cesar.”

Sobre esta situación, Jaime Landaeta aseguró que los colombianos “tenemos que acostumbrarnos a una negociación en medio del conflicto aunque no sea lo ideal.” Según el analista, si el problema de las hostilidades se pone en el centro del debate, se podría perder de vista el núcleo del proceso que es: la agenda de paz previamente acordada.

“O sea lo que vamos a solucionar es la confrontación y eso lo solucionamos con una agenda, con unos puntos, con unos programas bien construidos y no únicamente diciendo que cesen los fusiles”, aclaró el ex asesor de paz.

Retomando la posición de Landaeta, vale concluir que la sociedad civil debe rodear esta negociación y participar en la construcción de propuestas para que exista un cese al fuego definitivo en el conflicto armado colombiano y comience así el camino de la paz y la reconciliación.