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¿Qué queda de las elecciones parlamentarias?

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Editorial por José Girón Sierra

Analista del Observatorio de Derechos Humanos del IPC

Las elecciones parlamentarias, realizadas el fin de semana anterior, revestían una singular importancia por cuanto medían y reflejaban, de alguna manera, el estado de ánimo de la sociedad frente a la posibilidad de conseguir la paz a través de una negociación con una organización armada como las FARC, habida cuenta del papel protagónico que, al respecto, tendrían el Congreso y el ejecutivo electos, en todo el proceso de  validación y concreción  de los acuerdos. Dicha importancia se hacía mayor por la vinculación al escenario político de una fuerza partidaria que se ha identificado por su oposición radical al proceso de negociación, sumado esto al escepticismo presente en la sociedad en general.

Conocidos los resultados de este proceso electoral se confirman, en buena medida, las afirmaciones de quienes pronosticaban pocos cambios en la composición de ambas cámaras, cuyo elemento notorio fue la elección de la analista política Claudia López por una importante votación. La irrupción de un partido como el Centro Democrático, liderado por el ex presidente Álvaro Uribe, también fue un hecho  destacable por lo que representa como fuerza política.  Sin embargo, es preciso intentar identificar las consecuencias positivas y negativas de este proceso político.

1. Hay mayorías para la paz. Las fuerzas políticas que resultaron electas permiten aseverar que  el proceso de negociación en La Habana, Cuba, podría gozar de un consenso favorable, pero esto dependerá de que tanto el gobierno sea capaz de hacer realidad su consigna de campaña: “Unidos por la paz”. Las fuerzas de la Unidad nacional como el Partido de la U, el Partido Liberal,  y Cambio Radical, diezmadas en su nivel de representatividad por causa del Centro Democrático de Uribe, que logró 19 escaños, expresan una mayoría precaria (47 senadores) como fuerza política en el Senado, lo cual necesitará que en la configuración de estas mayorías se sumen otras fuerzas, las cuales podrían estar en el sector del Partido Conservador, afín al santismo, el Polo Democrático Alternativo, el Partido Alianza Verde e, inclusive, Opción Ciudadana. En la Cámara las condiciones podrían ser diferentes, dada la importante votación lograda por el Partido Liberal y la baja presencia del Uribismo.

2. La ultraderecha se deja contar. Para la lucha política, atendiendo a las distintas vertientes ideopolíticas que actualmente se expresan, resulta provechoso e importante que la ultraderecha se hubiese dejado contar, al convertirse en un polo claramente diferenciado en una fuerza política como el Centro Democrático. Su importante presencia en el Senado con connotadas figuras que representan la versión más refinada de la plutocracia, con  una línea de pensamiento que defiende la guerra como la mejor opción para resolver el conflicto armado que vive nuestra sociedad, así como una estructura de valores que encarnan la mejor tradición de una elite que ha encontrado en el “todo vale” la llave maestra para perpetuarse en el poder y proteger sus intereses.

La lucha política se encontraría, de esta manera, con un escenario que podría cualificarla, al definirse con claridad desde estructuras partidarias las tendencias políticas de derecha  e izquierda, con sus matices representados en  cuadros políticos bastante avezados. Ello elevaría el nivel de la lucha política, en un momento en el cual serán objeto de debate temas cruciales para el país en los cuales la sociedad deberá asumir posturas de fondo que girarán en torno a la guerra y la paz y el modelo de desarrollo, entre otros.

3. La presencia del paramilitarismo se mantiene. Aparte de la predominancia de las tradicionales empresas electorales, adscritas a familias concretas, como expresión de la limitada renovación, el hecho de que se mantenga en el Congreso una fuerza afín, de manera directa o indirecta, con el paramilitarismo y el narcotráfico, es lo que da lugar a los profundos cuestionamientos que, desde distintas posturas, se le hacen a nuestra democracia. El trabajo de la justicia por investigar y castigar no parece haber generado el impacto necesario como para introducir cambios en las prácticas de los partidos políticos y disuadir a quienes no renuncian a servirse de un escenario como el congreso para sus lógicas de poder. Sin ningún escrúpulo, todos los partidos de la Unidad Nacional, por ejemplo, incluyeron en sus listas a candidatos herederos directos de quienes, en nombre de refundar la patria, victimizaron a cientos de colombianos(as).

4. Las altas tasas de abstención se mantienen y el voto en blanco agrava este escenario. La histórica abstención,  como manifestación mayoritaria, agravada por los votos en blanco y los votos nulos, no deja de  preocupar sobre todo dada la coyuntura en donde, como se dijo antes, se estaba definiendo la composición del Congreso con el papel trascendental que está llamado a cumplir en la eventualidad de unos acuerdos con la insurgencia. La realidad es que el elector no parece haber establecido esta relación.  El desprestigio de esta institución del Estado y el mantenimiento de una cultura política cuyo sujeto democrático es bastante escaso, explica la permanente indiferencia hacia lo público y por ello mismo, uno de los grandes problemas que enfrenta la sociedad y cualquier proyecto de sociedad inspirado en la democracia. El clientelismo y todas las manifestaciones de corrupción que hoy permean toda la política, se mantienen incólumes como modus operandi de las grandes empresas electorales en las cuales se han convertido los partidos políticos.

Se inicia entonces la contienda por la Presidencia de la República y los resultados, de los cuales nos hemos ocupado, determinarán movimientos en el campo de las alianzas. El Santos calculador, a pesar de no contar por el momento con un contendor que amenace su reelección, no cometerá el error de dejar cabos sueltos y para la gobernabilidad buscará recomponer, para su segundo mandato, el esquema de Unidad Nacional desde su consiga “UNIDOS POR LA PAZ”. ¿Hacia donde dirigirá sus miradas? ¿Será acaso hacia una centro-izquierda fragmentada, Alianza Verde e inclusive Opción Ciudadana, colocando a la paz como punto central de un acuerdo programático para aislar a una fuerza opositora como el Centro Democrático? O más bien, no obstante los agravios que se cruzaron en los últimos cuatro años, ¿buscará acercamientos con el Uribismo, dado el triunfo de su partido, el de la U, y reconocido que al fin de cuentas son más sus identidades que sus diferencias con esta fuerza política? La renuncia a la mermelada, como término de las prácticas clientelistas, no debe estar en la mente de  quienes hacen parte de la mano firme y el corazón grande, de allí, que no sería descabellado pensar en transacciones mutuas, por ejemplo, en matizar su postura frente al proceso de paz y, desde el santismo, resolver las  inconformidades que pululan en los cuarteles y tranquilizar a quienes en los acuerdos de La Habana podrían ver amenazada la “confianza inversionista”.

 

José Girón Sierra

Marzo de 2014-03-10 observatorio del DDHH-IPC