Lanzamiento del libro “Refugio del Fénix…”

La Organización de Víctimas Ave Fénix presentará esta tarde a las 4:00 p.m. el libro “Refugio del Fénix: el final de una larga noche de agonía. Textos sobre guerra y reconciliación en Colombia” en el Colombo Americano de Medellín, sede del Centro.

En esta publicación aparecen varios textos escritos por Consuelo Arbeláez, viuda del  dirigente de la Unión Patriótica Gabriel Jaime Santamaría e integrante de varias organizaciones de víctimas, quien compartió un fragmento de uno de ellos:

De mis despojos y ausencias en una era de violencia

“… Vos ya sabés que tuve

Que elegir otros juegos y

Que los jugué en serio…”

M. Benedetti

“Corrían los años de la década de los setenta. Éramos jóvenes, llenos de ilusiones y teníamos un amor grande por la humanidad, por esa patria que aún se arrullaba, que despertaba del letargo que dejaba atrás la violencia de los años cincuenta.

La juventud que se erguía airosa, ni siquiera respiraba el aroma de las flores de los muertos, de todos aquellos muertos que la violencia liberal-conservadora vertió en las aguas de los ríos y quebró con su peso el dulce aroma de los cañaduzales. Violencia que empañó con tristeza a torrentes las cordilleras, montañas y surcos del quebrado paisaje de nuestros campesinos.

En esa época surgían con fuerza las organizaciones estudiantiles en las universidades y en los colegios, quien no fuera de izquierda estaba ‘fuera de onda’, el pensamiento marxista leninista era discutido ampliamente.

Las organizaciones juveniles de izquierda eran fuertes y se alimentaban de retoños, de jóvenes casi niños, que en su juventud se divertían al escondido de sus padres, tomando ron con cocacola, oyendo a los Beatles y echándole bocanadas de humo a la vida, al ritmo de canciones como ‘La gallinita Josefina’ , ‘tengo 17 años, qué barbaridad’ de Rocío Durcal, ‘Boca de chicle’ de Óscar Golden y ‘La felicidad’ de Palito Ortega.

Vivíamos en barrios apacibles y más bien silenciosos, con un calor tibio, con olor a nido de hogar. Esa calma sólo se sentía perturbada por los alegres cantos de los niños y niñas de la cuadra del barrio, que con sus vocecitas chillonas cantaban ‘Ave, ave, Materile-rile-ró, ¿qué venís a buscar, Materile-rile-ró?… una compañerita, Materile-rile-ró’.

Ellos buscaban con sus juegos, con sus cuerpecitos y sus ojos asombrados a la vida ¡Una compañerita!

¡Todavía no era la época de buscar al muchacho, al joven para quitarle sus escasos años de vida y de asombro!».