En un momento de quiebre y tránsito como el que vive Colombia, marcado por la negociación de paz con la guerrilla de las FARC —a punto de concretarse— y el proceso con el ELN, lo que pondría fin a cinco décadas de conflicto armado interno, el movimiento social de derechos humanos tiene el desafío de repensar sus agendas para responder a las nuevas conflictividades que enfrentará en este campo.

Promover la integralidad de los DDDHH en contextos situados; posicionar la verdad como un ejercicio para conocer qué pasó y quiénes fueron los responsables —generando garantías de NO repetición, que son el cimiento de una democracia—; centrar la pregunta que movilizará a los derechos económicos, sociales y culturales en la relación empresa-Estado-territorios —frente a un modelo de desarrollo que de por sí víctimiza—; son algunos de esos desafíos que deberá enfrentar el país, pues la paz es una construcción y la finalización de la guerra no representa instantáneamente la garantía plena de los derechos, es apenas el inicio hacia una sociedad más incluyente, equitativa, participativa y pluralista.

Por eso, el viernes 5 de agosto se realizó en Medellín el segundo Coloquio político: Democracia, derechos humanos y paz, en torno a la pregunta Democracia y derechos humanos ¿Y ahora qué? La jornada dio continuidad al primer coloquio realizado el 10 de junio con la participación de 40 líderes y lideresas de 24 organizaciones y plataformas.

Esa primera jornada, convocada por el Observatorio de Derechos Humanos y Paz del Instituto Popular de Capacitación (IPC), con la participación esencial de esas 24 organizaciones, centró la discusión en plantearse escenarios posibles luego de la firma de los acuerdos de paz; en el papel de las organizaciones de derechos humanos, sus agendas, sus metodologías en contextos situados; las víctimas del conflicto y del modelo del desarrollo; y la participación política en los territorios –apertura democrática- para su construcción, reparación y garantías de no repetición.

Diego Sierra, coordinador del observatorio, piensa que “en los nuevos escenarios de tránsito hay una necesidad política de resignificar los derechos humanos, que pueden y deben ser una guía ética”. Para ello considera que deben abrirse espacios de discusión y reflexión que apunten a definir los futuros enfoques y metodologías, reconociendo los aprendizajes pero proponiendo nuevas formas de acción.

Forcejeo social y político

Reiterando el sentido humanista de los derechos humanos, José Girón, analista de paz y socio del IPC, preguntó qué tanto debe cambiar el enfoque, los énfasis, los centros de trabajo, en las organizaciones de derechos humanos en cuanto a las demandas que exigen los nuevos escenarios tras la firma de los acuerdos.

Para desarrollar su análisis, Girón planteó tres posible escenarios:

El primero, sería el pesimista, donde continúa la guerra, ya sea por el fracaso en la refrendación de los acuerdos con las FARC, o porque otros actores como el ELN y los grupos paramilitares continúen los ciclos de violencia. En este escenario, “el movimiento y  las organizaciones de derechos humanos seguiríamos en la misma tónica: relatando las violaciones a los derechos humanos, los homicidios, el desplazamiento forzado. Mantendríamos el modelo de visibilizar las condiciones de violencia”, anotó el analista.

Otro escenario sería de profundo forcejeo social y político, concretando a paso lento las reformas estructurales que necesita el país. En este hipotético, la negociación con las FARC habría resultado exitoso, así como las salidas a las violencias ejercidas por otros actores. El forcejeo aquí sería entre sectores que pugnan por mantener el statu quo, y otros que propenden por cambios por avances en la estructura democrática, las condiciones de participación, el acceso y uso de la tierra. Todo esto, dice el analista, implicaría “que las organizaciones de derechos humanos suelten de ese modelo ligado al racionalismo de que los derechos humanos tienen una existencia per se en las sociedades, simplemente por la condición se ser humanos, y entren en un nuevo enfoque, postulando a actores, y  hablando de un constructivismo de la sociedad”.

Y el tercer escenario es el que Girón llama el sueño de los inocentes, “de aquellos que creen que esto va a ser una maravilla, que efectivamente vamos a lograr el fin del conflicto, que aquí los niveles de violencia los vamos a llevar a otros niveles prácticamente muy pocos y que la sociedad realmente ha dado un gran salto, el gran salto en el desarrollo y en la concreción del Estado Social y de derecho”.

Para concluir, Girón anotó que en el mundo actual preocupa que el tema de los derechos humanos se ha centrado en declaraciones y convenciones, que no logran concretarse en la sociedad o que vienen siendo desvirtuadas; por lo que refirió que en términos estrictos los derechos humanos son una construcción cultural, “un producto de la humanidad a raíz de situaciones que están ligadas a la resistencia a la arbitrariedad, a la opresión y a la humillación, que han determinado una reacción emotiva de la sociedad de convertir esas condiciones en, digamos, unas condiciones de acuerdos, normas, reglas de comportamiento”.

 “El desarrollo están manchado de sangre”

Para Sara Fernández, activista y docente de la Universidad de Antioquia, Colombia atraviesa por un momento de quiebre importantísimo para hacer lecturas plurales y no sólo lineales de conceptos como acuerdo, conflicto, desarrollo y derechos humanos.

Ella piensa que una de las principales “dificultades está en hablar de posibilidades de derechos humanos, para todos y para todas, sabiendo que este es un modelo excluyente, global, arrasador, machista, autoritario; en el que hay que empezar a reconocernos en esas diferencias”. En ese sentido se refirió al campo de las víctimas del modelo de desarrollo, ligando su análisis a su experiencia personal con el movimiento de comunidades negras del pacífico.

“Ellos lo dicen mejor que yo, es interesante porque ellos dicen: nosotros no estamos pensando en cuál modelo de desarrollo queremos, porque sencillamente nosotros rechazamos la palabra desarrollo, porque la palabra desarrollo está manchada de sangre, nosotros no somos víctimas de la violencia, nosotros somos víctimas del desarrollo que ha usado como instrumento la violencia para expropiarnos, para desplazarnos, para desaparecernos y aniquilaros. Eso me pareció precioso y lo reivindico plenamente”, anotó la docente.

Otro de los obstáculos que identificó Sara Fernández, para avanzar en las acciones del movimiento social y en la garantía de los derechos humanos, es la debilidad o la cooptación de las instituciones del Estado. A lo que sumó “la cooptación de algunos conceptos, para desvirtuar las reivindicaciones que tradicionalmente hemos planteado los activistas, como los derechos colectivos, los bienes comunes, la sociedad civil, la resistencia organizada o la resistencia civil. Y ahora vemos que transnacionales se están abrogando el derecho a una ciudadanía, con lo que prevalecen más los derechos de unos ciudadanos que no son ciudadanos sino que son corporaciones”.

Los sujetos en el cuerpo de la paz

La resignifcación de los derechos humanos en el momento actual, debe pensarse desde un presente potencial que perfila la posibilidad de construir un futuro. De esa forma lo planteó la investigadora, Martha Cardona, quien expuso tres elementos como necesidades imprescindibles para esa reconfiguración.

En primer lugar, “la necesidad de que cada sujeto, que esté vinculado con procesos de construcción de paz consciente, desde territorios y experiencias concretas, tiene que pensarse sobre la idea de incorporar la paz. O sea, a la paz hay que ponerle cuerpo y ese cuerpo no es una abstracción, no es una externalidad, es el cuerpo de estar siendo sujetos todos los días en esa construcción”.

La segunda necesidad surge una tensión que para la investigadora resulta fundante, y que pasa por la forma como el lenguaje construye ficciones. El problema radica en la homologación que se está haciendo entre violencia y conflicto, entendiendo este último como una capacidad de lo humano de controvertir, disentir, problematizar. De manera que “cuando yo confundo a la violencia, que es la eliminación sistemática de la diferencia por muchos medios, con la situación, estoy confundiendo el medio con la situación del desacuerdo, y hay un grave problema porque lo que estamos diciendo es que cada vez que yo disienta contigo, eso se va a homologar a que yo te estoy violentando, y esa es la negación precisamente de la diferencia radical que es la que vindica la posibilidad de seguir pensando diferente y de seguir luchando. Entonces lo que hay que superar es la violencia, pero lo que hay que mantener, porque además es imposible no mantenerlo, es el conflicto, que no se va a acabar simplemente porque nosotros queramos, vamos a seguir pensando diferente, porque es consustancial a lo humano” explicó Martha Cardona.

Y la tercera necesidad es la de vindicar la fragilidad, “y cuando hablo de la fragilidad —anotó Martha Cardona— la estoy entendiendo no como debilidad sino como la potencia del sujeto que construye y se responsabiliza de estar haciendo paz todos los días, de estar siendo paz todos los días; porque la paz no termina, la paz es una construcción permanente, constante, día a día, por eso Gandhi decía: ‘no hay un camino hacia la paz, la paz es el camino’, o sea que si la paz es el camino, es una tarea de nunca acabar. O sea, no terminará de construirse, siempre se está construyendo”.