Las voces negacionistas confirman las atrocidades de Orión

Se conmemoran 16 años de la operación Orión

Conmemoración de los 16 años de la Operación Orión
Por: Andrés Arredondo. 
Investigador del Instituto Popular de Capacitación (IPC)
Integrante del Comité de Memoria de la Comuna 13

Se conmemoran 16 años de la operación Orión y como siempre, o casi siempre, las víctimas de las masacres, homicidios, desapariciones y toda aquella infinidad de atropellos y crímenes cometidos en la comuna 13 levantan su voz para recordarnos lo que nunca debió suceder. Nos lo recuerdan con una voz cada vez más decantada y profunda.

Resulta interesante pensar en el relato que las mujeres (mayoritariamente mujeres) han venido hilando. Y la metáfora del hilado no es aquí una mera asociación libre. Después del desconcierto y el dolor dejado por las operaciones militares en el territorio de la 13, y en particular el de la operación Orión, el silencio impuesto fue y aún es un efecto inmediato. Un silencio hondo y lacerante que se mueve en oleadas espasmódicas creando un suplicio de revictimización en las víctimas.

Se trata de un mecanismo deliberadamente estructurado que se inicia en las pretensiones negacionistas a cargo de los gobiernos local, regional y nacional; y que termina en la  voz ronca y quebrada de las balaceras que se perpetúan en los barrios, en un carnaval atroz de disputas entre combos de todos los pelambres.

Con lo que no contaba esta conjura de la desmemoria y la violencia, es con la determinación y el valor de las víctimas.

En la memoria de una de las acompañantes y gestoras de los procesos, que han sido concebidos además autónomamente en clave de sanación y reparación, se encuentra lo que podría nombrarse como el punto cero del trauma ocasionado por las operaciones militares.

En ese punto específico, en ese aún cercano año de 2002, después de pasadas algunas semanas de Orión, el recuerdo acude presto a la voz cálida de la hermana Rosa cuando rememora que, al principio, las mujeres que iban al Convento de la Obra Social Madre Laura a reunirse buscando consuelo y compañía no hablaban, ni tampoco se arreglaban o reían… parecía que el dolor por el que estaban pasando les había ganado la partida.

Sin embargo, con el tiempo y en un proceso muy lento, muchas de ellas han logrado reinventarse en su integridad como personas, aunque también es cierto que muchas otras han sucumbido bajo la tristeza desencadenante de enfermedades físicas, mentales y del alma. El triunfo de esa reinvención se verifica en los relatos que ellas (al que se sumó un joven que tiene desaparecido a su hermano) fueron presentando durante la conmemoración celebrada el 16 de octubre pasado.

La voz firme aunque muchas veces acompañada de entrecortados sollozos, la gestualidad afable y las exigencia concretas urgiendo la búsqueda y localización de todos los desaparecidos, caracterizó el mensaje que presentaron en este nuevo aniversario ante magistrados de la Justicia Especial para la Paz – JEP, la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad – CEV – y la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas.

Por eso sorprende que el gobernador de Antioquia, Luis Pérez Gutiérrez se ponga al frente de las huestes negacionistas de estos crímenes, proclamado que dichas operaciones militares en general, y Orión en particular, generaron un presunto mejoramiento de las condiciones sociales y de seguridad en la comuna, cuando las propias víctimas indican exactamente lo contrario, afirmando además que esas oprobiosas operaciones en realidad no han cesado hasta el presente, camufladas bajo cientos de estratagemas militares de todo orden y de la persistente demagogia de la voz oficial.

La fallida argumentación a favor de las operaciones militares hecha por el gobernador no pudo tener una conclusión más lamentable, al pretender que los hechos descritos no tuvieron lugar pues aún no se encuentran los cuerpos de los desaparecidos. Ese hecho es precisamente lo más doloroso dado que los perpetradores directos sabían que aquella montaña de escombros no para de crecer conforme la caravana interminable de volquetas va dejando su carga día tras día.

Es decir, confiaban (¿confían?) en la casi segura impunidad de sus crímenes ante la monumental mole de escombros. Pero allí está el ejercicio de la memoria como testimonio y dignidad, como valor civil y sanación, que tampoco deja de afianzarse y crecer.

*Las ideas aquí expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y en nada comprometen al Instituto Popular de Capacitación (IPC)