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Sí, pero no: el gobierno del simulacro

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Por José Girón Sierra, socio del Instituto Popular de Capacitación (IPC)
Investigador en residencia del Observatorio de Derechos Humanos y Paz del IPC

En el análisis político se ha impuesto la práctica de examinar los primeros 100 días de los gobiernos buscando develar la real catadura de quien ha recibido el apoyo ciudadano, pensando en el dicho popular: “En el desayuno se ve el hambre que se va a pasar en el día” o, si se prefiere, “desde el desayuno se ve lo que va a ser el almuerzo”.

El problema de llevar a cabo un juicio valorativo sobre los primeros 100 días del gobierno de Iván Duque radica en la imposibilidad de separarlo de un personaje como Álvaro Uribe; a quien se juzga que tiene más de un pie adentro del ejecutivo (Ministro de Defensa, Ministro de Hacienda).

La aparente traición de la cual se acusó al expresidente Santos condujo al expresidente y hoy senador Uribe a construir estrategias que, en caso de llegar al poder, impidieran desvíos, pero, sobre todo, que se le salieran de los cauces por él trazados. Para ello, en primer lugar, creó un partido no propiamente de librepensadores sino una organización cuya dinámica no podría ser otra que la impuesta por él mismo. Necesitaba de una estructura política en donde él fuera el innombrable, la verdad y el molde desde el cual cada uno de sus miembros dejara de ser para transformarse en su alter ego. Él es quien debe brillar y los demás deben estar al servicio de ello y guardarle fidelidad por encima de cualquier consideración de orden personal.

Al ungir a Duque como el elegido, éste no podría – y difícilmente podrá – desligarse de tal amarradijo. Para esto, y ante el señalamiento de que no era más que un candidato y ahora un presidente de bolsillo del senador aludido, muy tempranamente dio a conocer el artilugio de que Duque gobernaría desde el Ejecutivo y él tendría como escenario privilegiado el Congreso de la República. Bien se conoce que, por efectos del presidencialismo, entre ejecutivo y parlamento la separación de poderes nunca ha existido. Es demostrativo de lo que se afirma, el reciente llamado del senador Uribe más no del Presidente a conformar un bloque parlamentario que le permita gobernabilidad a Duque y lo saque del atolladero en el cual se encuentra: un país que le retira sus afectos, unos aliados para gobernar escurridizos y una comunidad internacional que le aprieta y le reclama claridad sobre su voluntad  de paz.

Los hechos recientes, y cuando han pasado os primeros 100 días de gobierno, demuestran que esto va en serio y no para un horizonte de corto vuelo. Los nombramientos hechos para cargos claves en el gobierno, los debates con respecto de la reforma tributaria – mal llamada política de financiamiento – y todo lo concerniente a la implementación del acuerdo de paz firmado con las FARC-EP, develan que hay mucho “SÍ, pero NO” y mucho “NO, pero ”. En ambas circunstancias Uribe debe ser el ganador y, si hay algún costo político, éste lo debe sufrir el gobierno. Veamos:

Sí a un gran acuerdo nacional

El 16 de julio del 2018 Iván Duque propuso “la construcción de un gran ‘Pacto Nacional’, entre todos los sectores sociales con el objetivo de unir el país y derrotar la pobreza”. Para ello, diseñó siete pactos a saber:

  • Pacto por los niños y jóvenes.
  • Pacto por los mayores.
  • Pacto por la salud.
  • Pacto por la justicia y la lucha contra la corrupción.
  • Pacto por la creación de oportunidades.
  • Pacto por un estado eficiente y moderno.
  • Pacto por el fortalecimiento del tejido social.

Dicho pacto, que tenía como prerrequisito considerar que el narcotráfico dejara de ser delito conexo al delito político, despertó una inicial expectativa en los sectores de la oposición, entre otras cosas, porque la bandera del candidato Petro había tenido como el centro de su campaña el desarrollo de un gran pacto sobre lo fundamental. Dentro del contexto generado por la importante votación obtenida en la consulta contra la corrupción, esto parecía abrir la posibilidad de medir el aceite al recién posesionado presidente en cuanto a su real voluntad de unir al país considerado víctima de una gran polarización, y de tomar distancia de su partido y, por lo tanto, de su líder del Centro Democrático.

Lo real, y habida cuenta de lo ocurrido ya en el cierre de la actual legislatura, es un rotundo NO. Los proyectos que pretendían ocuparse de la reforma a la justicia y la aprobación de los puntos de la consulta contra la corrupción fueron siendo mutilados en sus componentes sustanciales.  A esto se agrega la propuesta de gravar las pensiones que desvirtúa cualquier intencionalidad de favorecer a los mayores.

Y ni se diga sobre el tema de niños y jóvenes cuando, en un marco de protestas nacionales de las universidades, el gobierno responde con un NO a la justa demanda de una financiación adecuada para todo el aparato educativo. ¿No es acaso la educación el tema que debería ocupar los primeros lugares de cualquier pacto por quienes, se dice, serán los futuros ciudadanos y gobernantes? Al respecto resulta pertinente lo que el senador Uribe señalaba en comunicado del 16 de julio de 2018:

Mi deber es apoyar al Presidente Iván Duque en la tarea de emprender para Colombia un gran rumbo, en medio de tantas dificultades, para que los jóvenes tengan la oportunidad de mejorar la Patria, de empujar y crear, con altivez, optimismo y sin odios, todo a partir de tantos esfuerzos de la historia, que han construido cimientos y también han dejado ruinas; para afianzar un país con la libertad que posibilite la ciencia y con avance de la ciencia que legitime la libertad”.

SÍ a la paz, pero el acuerdo firmado entre Santos y las FARC debe ser modificado

Tres aspectos deben tenerse en consideración cuando se trata de develar la real postura de la ultraderecha en materia de paz:

1. El Uribismo ha sido categórico en la negación de la existencia del conflicto armado en Colombia. Por eso, en materia de resolver la guerra, no ha dejado de hablar sino de desmovilización y entrega de armas. Considerada a las FARC como organización narcotraficante y terrorista, según ellos no habría lugar a negociar con ella, menos aún a otorgarle el estatus político. Ante la realidad de la existencia de un pacto de paz firmado en el Teatro Colón el 25 de noviembre de 2016, una de las modificaciones de fondo que subyace en las posturas hasta el momento conocidas del Presidente Duque es mantenerse en la lectura de su partido y de su jefe. Por esto no habla sino de sus compromisos con la desmovilización y entrega de armas. Dicho de otro modo, desconoce de hecho el pacto firmado como producto de una negociación política. La realidad es que hasta el presente ni esto lo están cumpliendo. Las implicaciones de esta posición no son menores en los puntos con los que se pretendía incidir en las causas estructurales.

2.  El tema de la propiedad de la tierra y lo consignado en el numeral uno del acuerdo firmado con la insurgencia: La política de desarrollo agrario integral. Bien se ha considerado este tema como el más estructural y estructurante del conflicto armado y, por lo tanto, del pacto firmado con la insurgencia. Junto con el tema de la justicia, el de la tierra condensa las mayores preocupaciones de la ultraderecha; ello explica porque en estos dos temas se ha centrado con celo la oposición. La desposesión de la tierra de la que fue objeto el campesinado, fue el resultado económico y material de la guerra. Por eso lo que siempre han pretendido los sectores que se beneficiaron de esa violencia, es que los promotores históricos de la guerra y su forma violenta con miles de víctimas sean olvidados, o por lo menos, queden sumidos en un alto grado de impunidad.

Según el Observatorio de Seguimiento a la Implementación del Acuerdo de Paz, después de casi dos años se ha avanzado sólo en un 4% en el acceso y formalización de tierras y en 12% en los programas con enfoque territorial. Ahora, cuando los organismos del Estado han caído en manos de quienes defienden los intereses del gran latifundio, poco harán para implementar los acuerdos y más bien, por el contrario, volverán – pero con algún maquillaje – sobre políticas como el Agro Ingreso Seguro. La tesis plutocrática de crear toda gama de beneficios al gran capital y gran latifundio, bajo el subterfugio de que esto generará empleo y desarrollo, está a la orden del día, como bien se desprende de la actual propuesta de reforma tributaria.

3. Sobre justicia y verdad. Cuando en La Habana se hablaba de que la justicia y la verdad deberían incluir a todos los actores del conflicto armado, pues el meollo de tal negociación no era otro que las víctimas mismas, la ultraderecha reclamaba con vehemencia que la guerra desatada sólo tenía un responsable: la insurgencia. Firmado el acuerdo, se dedicaron los enemigos de éste a descalificar las dos instancias creadas, como la Justicia Especial para la Paz y la Comisión de la Verdad. En esta puja la balanza se viene inclinando a favor de la ultraderecha, que logró sacar a los particulares involucrados en el conflicto y hoy no ceja en la idea de excluir a los militares de la competencia de la JEP. La columna vertebral de los derechos de las víctimas, la verdad, va en camino de ser sólo un saludo a la bandera o una quimera, pues los miedos de la ultraderecha de que se conozca la verdad de tanto dolor causado no son pocos.

De esta manera, el acuerdo de paz firmado con la insurgencia está a punto de convertirse en sólo una desmovilización y entrega de armas un poco más decente que las anteriores. Desvirtuado el componente de verdad y con un panorama más que sombrío respecto a las transformaciones en el campo, para no hablar de componentes no menos importantes como la reforma política y la política antidrogas. Se estaría entonce ante el hecho de que eso de volver trizas el acuerdo de paz no era una exageración del exministro Fernando Londoño.

Es claro entonces, que “las modificaciones” a que alude el Presidente Duque no son un sí a la paz, no son un sí a la negociación firmada, son en realidad un NO, pues desvirtúan la esencia de tal negociación, y activan, como en efecto está ocurriendo, la dinámica de la guerra. Al respecto, es importante conocer el pronunciamiento del General Mejía, comandante de las fuerzas militares:

El posible plan de renacer de las Farc de nuevo como un ente criminal con planes estratégicos dirigidos por antiguos miembros del secretariado«

Según el reciente informe evaluativo de estos primeros 100 días de gobierno, elaborado por la Fundación Ideas para la paz FIP, serían más de 3.000 los exmiembros de las FARC-EP que estarían retomando las armas, los cuales vienen operando en más de 10 departamentos. La puesta en el congelador de las negociaciones con el ELN y con  el Clan del Golfo, que no obstante la ofensiva del gobierno para desactivarlos mantienen un alto grado de operatividad, explica el incremento en los indicadores de violencia como, “…el incremento del número de víctimas de desplazamiento y confinamiento (un alza del 21% con respecto al periodo de agosto a octubre de 2017) y el aumento en el número de agresiones y homicidios de líderes sociales. Además, hay incrementos notables de homicidios en zonas de disputa, como lo son los departamentos de Putumayo y Arauca, y regiones como el Bajo Cauca, el Norte de Antioquia y el sur del Chocó. En Cauca y Nariño también se registran incrementos en el número de muertes violentas”.

La continuidad de la guerra fue a lo que apostaron; el panorama a los primeros 100 días de gobierno no puede ser más parecido.

Sí a la lucha contra la corrupción y el que la hace la paga:

La corrupción fue uno de los grandes temas de la campaña presidencial ocurrida en el presente año. Ante una oleada de escándalos en los que marca la punta Odebrecht, era bien difícil que los candidatos no incluyeran en su programa de gobierno propuestas que lograran ser creíbles por el electorado. Salpicado el uribismo de casi todos estos escándalos no era fácil imaginar que Iván Duque tuviera los arrestos para enfrentar con eficacia un problema en el que no pocos de sus mentores estaban involucrados.

Sin embargo, con su partido en un comienzo y luego como presidente, le dio el sí a la consulta contra la corrupción y llegó hasta compartir con la oposición leyes y reformas constitucionales que apuntaran a materializar los puntos de la consulta. Pero allí vino nuevamente a operar el juego del “sí, pero al final no”. Su partido, bajo el liderazgo del senador Uribe, impuso el no a cada una de las propuestas legislativas y Duque, al sufrir este traspié, recibió un mensaje bien claro de dónde estaba propiamente el poder.

Otros hechos, como el nombramiento de Alejandro Ordoñez como embajador en la OEA, personaje sancionado por no pocos delitos en el tráfico de influencias y en el abuso del poder contra los opositores políticos e ideológicos, desvirtuaron rápidamente su consigna: “el que la hace la paga”. En el mismo sentido va el nombramiento y defensa a ultranza de su ministro de Hacienda Carrasquilla, cuya imagen quedó bien maltrecha en un debate público que puso en evidencia las artimañas de las que se valen los técnicos que se mueven en el ámbito del poder, y que sirvieron para negar en el Congreso la censura adelantada por la oposición.

La caída abrupta de la imagen del presidente Duque no es casual. A cien días de posesionarse ya está con un porcentaje de aceptación de sólo el 27%. ¿Es esto producto de la inexperiencia, como algunos analistas sugieren? ¿Es acaso que la dieta a que tiene sometidos a los amigos de la llamada mermelada le está pasando cuenta de cobro? ¿Será, más bien, que eso de compartir el poder con un personaje como Uribe, que no guarda ningún reato en quemar y hasta corromper a todo el que se le acerca (como sus jefes del DAS y su Ministro de Agricultura), es estar caminando siempre al borde del precipicio? ¿Será el abrupto despertar a la realidad una vez asumido el poder, que no es precisamente lo que parecía imaginarse desde la campaña política plagada de buenas intenciones?

Seguramente son todas las opciones anteriores y dado lo ilusorio que sería que el Presidente Duque decidiera  tomar distancia de la sombra que no le permite ver, y se atreviese a construir un nuevo bloque en el poder que posibilite unir realmente a los colombianos, lo que está por venir no es nada bueno. El proyecto de ultraderecha se abrirá camino así sea a tropezones.

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* Las ideas aquí expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y en nada comprometen al Instituto Popular de Capacitación (IPC)