Abrir las puertas y hablar

El cuerpo fue considerado por los actores armados como una propiedad y un territorio en disputa. El silencio alrededor de las violencias sexuales es ahora una de las preocupaciones de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad.

Foto: comisiondelaverdad.co

En el escenario una voz dice “mi cuerpo es miedo y dice la verdad”. A su lado otra dice “mi cuerpo es valentía y dice la verdad”. Sus rostros no se ven, solo se perciben sus vestidos blancos, sus manos iluminadas y una seguidilla de expresiones sobre sus cuerpos: que son fuerza, dolor, vida, muerte, lesión, justicia y fortaleza. Y que a pesar de ello, sus cuerpos lastimados dicen la verdad.

La escena transcurre en el primer Encuentro por la Verdad, organizado el 26 de junio en Cartagena, por la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV). El anonimato de estas mujeres, la oscuridad en sus rostros, sus voces quebradas sin nombre ni procedencia ratifican que las violencias sexuales en el conflicto armado son las más olvidadas y silenciadas, y que sus víctimas, como si cargaran un lastre o una culpa, tienen que demostrar que no lo buscaron ni lo provocaron.

“Escogimos la violencia más silenciada para este primer encuentro –dijo Francisco de Roux, presidente de la CEV-. Es la violencia que vulneró lo más protegido de nosotros”. Y agregó, dirigiéndose a las mujeres y personas LGBTI víctimas de violencias sexuales en el conflicto armado: “Creemos en su palabra seria, veraz y profética. La asumimos como nuestra. Estamos para aceptar nuestra responsabilidad social y llamamos a cada uno en Colombia a asumir la responsabilidad sobre esta vergüenza de nuestra historia.”

Una vergüenza silenciada

“Las violencias sexuales no han sido un resultado natural del conflicto ni obedecen a impulsos irrefrenables de hombres que llevan mucho tiempo sin contacto sexual, tampoco es un hecho colateral ni la acción de unas manzanas podridas. Las violencias han sido un engranaje fundamental en el desarrollo del conflicto armado”, dijo Rocío Martínez, coordinadora de La guerra inscrita en el cuerpo, el informe publicado por el Centro Nacional de Memoria Histórica (Cnmh) en 2017.

La violación es la más frecuente de las violencias sexuales en el conflicto armado, pero también se cuentan la esclavitud sexual, la prostitución, desnudez, estirilización, aborto y planificación forzados. Estos últimos, asociados a excombatientes.

Ituango, un municipio del Norte de Antioquia, tiene alrededor de 20 mil habitantes, el mismo número de personas que, según el Registro Único de Víctimas (RUV), fueron víctimas de violencias sexuales. En la masacre de El Aro en octubre de 1997, por ejemplo, 200 paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) asesinaron a ocho personas en frente de sus amigos y vecinos. Lo que poco se dijo o se narró en voz bajita en los relatos de prensa y en las crónicas que aparecieron años después, es que algunas mujeres fueron violadas.

En la masacre de El Salado en febrero del 2000, dice Rocío Martínez, la violencia sexual envió un mensaje de terror a la población, en donde las mujeres y niñas eran consideradas como parte del enemigo, como guerrilleras. “El viernes 18, ya durante la invasión, forzaron las casas que permanecían cerradas y ametrallaron a sus ocupantes. Cometieron abusos sexuales contra varias adolescentes, obligaron a algunas mujeres adultas a bailar desnudas una cumbiamba”, escribió Alberto Salcedo Ramos en su crónica El pueblo que sobrevivió a una masacre amenizada con gaitas, sin profundizar en un hecho silenciado en el conflicto.

Pero las cifras varían, pues es un tipo de victimización con un alto subregistro. Los datos del Observatorio de Memoria y Conflicto (OMC) del Cnmh se refieren a 15.738 víctimas de violencia sexual, entre 1959 y 2017. De ellas, 2968 en Antioquia. Es un hecho del que son responsables todos los actores del conflicto –legales e ilegales-. Según los datos del OMC, los paramilitares son culpables del 32% de los casos y las guerrillas del 31.5%; los demás son agentes del Estado, grupos posdemovilizados, pero llama la atención que del 25% de los casos no se conoce el responsable. Para el Cnmh, “las guerrillas han ejercido violencia sexual de manera constante, en relativa baja intensidad. Los paramilitares, por su parte, ejercieron violencia sexual como una clara modalidad asociada a las estrategias para instaurar el terror.”

Abrir las puertas

“¿Por qué permitir que estas cosas pasen y sigan pasando?”, se preguntó una mujer en el escenario. Su voz parecía hablar al oído. No se veía su rostro, solo sus manos iluminadas y su vestido. Lloró en ese momento y entonces concluyó: “es saber que esa persona que destruyó mi vida, me marcó de por vida. A pesar de todas las pruebas, de que él lo confesó, como premio recibió la libertad. Por eso levanto mi voz para pedirle al Estado: no más, nosotras no somos culpables de nada, no utilicen más nuestros cuerpos como botines de guerra. No más: mi cuerpo dice la verdad.”

Le siguió un aplauso. Las palabras de esa mujer, como las de otras 29 que contaron su historia, denotan la responsabilidad que la Comisión tiene con el país y las víctimas de violencias sexuales.

La comisionada Alejandra Miller dijo después, que con el encuentro y estos diálogos quieren “movilizar a la sociedad para que conozca y reflexione sobre uno de los crímenes más silenciados e invisibilizados. Es abrir una puerta para que los responsables escuchen a las víctimas. Escuchar a las víctimas es nuestro deber ético y político.” Agregó que en Colombia prevalece una estructura social que ha legitimado este tipo de hechos y que con las violencias sexuales los responsables pretendían estigmatizar y generar terror: los cuerpos como escenarios de disputa y control territorial.

Estas violencias sexuales están relacionadas con otras violencias -desplazamiento, secuestro, reclutamiento-. La Comisión tendrá entre sus tareas, profundizar en las masculinidades guerreras y bélicas, en revertir la deshumanización de las violencias sexuales y en sacarlas del silencio y del lugar de lo innombrable.

Para escuchar a las víctimas, la Comisión tiene 20 Casas de la Verdad en el país. Dos de ellas están en Medellín y Apartadó, Urabá antioqueño.

“La deuda es aún muy grande –agregó Miller-. Con frecuencia no se da crédito a sus denuncias, existe mucha precariedad en la atención que se les debe dar”, que son pocas las denuncias, que fueron precarias las sanciones en la Ley de Justicia y Paz y que “a estas mujeres y personas LGBTI, que entregan una parte de sus vidas y su esperanza, les decimos que nosotros acunaremos sus testimonios. Hoy la comisión quiere decirles les vemos, les creemos, les abrazamos.”


Los siguientes Encuentros por la Verdad

Si bien no se ha decidido fecha y lugar, los temas de los próximos Encuentros serán los siguientes:

  1. Solidaridad y dignidad humana en medio del conflicto armado.
  2. Reconocimiento a las mujeres buscadoras de personas dadas por desaparecidas.
  3. Reconocimiento de víctimas exiliadas y víctimas del conflicto que se encuentren en el exterior.
  4. Reconocimiento de los impactos del conflicto armado en los niños, niñas y adolescentes de Colombia.
  5. Huellas Invisibles: un acto de Reconocimiento sobre la estigmatización perpetrada a comunidades y organizaciones campesinas.
  6. Pueblos indígenas.