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Invito a los actores armados a que le hagan ojitos al gobierno: monseñor Hugo Torres

Ante el aumento del conflicto armado y el narcotráfico en el Urabá, el obispo de Apartadó le pide a los grupos guerrilleros y paramilitares que dialoguen con el presidente Duque y que paren la guerra.

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Cuando monseñor Hugo Alberto Torres salió en 1986 de su natal Briceño, en el Norte de Antioquia, “era un remanso de paz”. Regresó en varias ocasiones, “en medio de la peor crisis de violencia con el enfrentamiento entre guerrilla y paramilitares que se mataban ahí al pie del pueblo”, y hace poco, luego del proceso de desminado y de la sustitución de coca. Sin embargo, al volver a su pueblo, dice que le “da tristeza que muchos campesinos no dejan el vicio [de sembrar]. Eso ha dejado muchos muertos, mucha sangre. Eso es lo que uno dice, tanto ejercicio que hace la gente para volver a la paz y las tentaciones de unos y otros vuelven a meternos en el conflicto. Así es muy difícil el progreso”.

Desde septiembre de 2015 es obispo de Apartadó y no ha dejado de hacer llamados a los diálogos entre el gobierno y el ELN. Hace un año manifestó que el Clan del Golfo tenía intenciones de someterse a la justicia, pero esto no se concretó con el cambio de gobierno. Ha hecho seguimiento a los acuerdos de paz y al escalamiento del conflicto armado en el Urabá.

En entrevista con la Agencia de Prensa IPC habló de la guerra que no abandona a esa región de Antioquia, del paramilitarismo, de la reincidencia de algunos ex guerrilleros ahora en las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) y hace un llamado a los actores armados para que inicien un nuevo diálogo.

IPC. Ustedes han hecho llamados continuos sobre el escalamiento del conflicto armado en la región. ¿Cómo ha avanzado esto en 2019?

H.T. Nosotros ya hemos hecho varios llamados sobre el tema, pero la cosa antes se está incrementando. Todavía tenemos mucha presencia de las AGC como dominadoras del territorio, ellos imponen las normas de tránsito sobre el río Atrato, ellos están dominando, no faltan las familias desplazadas y confinadas, y en la parte de Jiguamiandó y Curvaradó se está dando cierta presencia del ELN, se está dando un conflicto entre ellos, eso implica que las comunidades estén en esta emergencia entre los dos fuegos. Lo más peligroso que manifestaba la comunidad era la denuncia que indicaba que los jóvenes eran invitados por uno y otro bando, que es la parte más delicada, que se lleven a los jóvenes para el conflicto.

La situación se mantiene en stand by. No se habla de más desplazamientos, pero la gran mayoría de desplazados está en Riosucio, que es el escampadero de todos los campesinos.

IPC. Como iglesia, ¿han hecho acercamiento con los actores armados que hacen presencia en el Urabá y el Bajo Atrato chocoano?

H.T. Nosotros hemos intentado hacer presencia en el territorio con el ánimo de poder hablar con unos y otros, pero nadie se ha hecho presente, nadie ha dado la cara. Cuando vamos a los territorios, ellos se esconden, desaparecen como por arte de magia. Uno sabe que están por ahí, que están vigilando, pero no dan la cara, tanto unos como otros.

IPC. Muchos habitantes de San José de Apartadó, en donde el Ejército hizo un acto de perdón por su responsabilidad en una masacre cometida en 2005, manifiestan la estigmatización de la que son víctimas, pues consideran que cargan con la marca de ser  guerrilleros.

H.T. Primero, con toda justicia, era necesario hacer un acto de reconciliación. Es cierto que es una región muy olvidada, solo hay una carretera. Hay un conflicto allá de intereses muy grandes, por un lado la comunidad de paz forcejea para que no hagan carreteras por el miedo de que los paramilitares se vayan a imponer allá. Y lo mismo los paramilitares, que obligan a los campesinos al negocio ilícito. La estigmatización es de lado y lado.

Solo con la inversión y la presencia del progreso, del desarrollo, es que eso se puede ir acabando. No se puede olvidar que muchos son campesinos y algunas organizaciones son señaladas de ser patrocinadoras de la izquierda, de la guerrilla. El tema allá es complejo porque ha habido participación activa de un lado y de otro. Pero la presencia del Estado, de las instituciones, de darle a eso un poquito más de institucionalidad, ayudaría a que esos estigmas se acaben. Y otro estigma feo es que el ejército es enemigo de la comunidad.

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IPC. ¿Por qué, a pesar de la salida de las Farc de la guerra, persiste el conflicto armado en el Urabá? Es como si nada hubiera sucedido.

H.T. Esta es una zona donde el paramilitarismo tuvo una presencia muy activa, porque en cierta manera fue creado o patrocinado para la protección frente a los otros, la guerrilla. Los paramilitares se empoderaron de tal manera, que tenían el reconocimiento de los patrocinadores, de la empresa y del mismo ejército. Ellos se desmovilizaron y otros se reorganizaron como las AGC. El dominio se mantiene, así no se patrocine y nadie los tenga como los aseguradores de la paz. Antes se les pagaba para ejercer ese servicio, pero ellos siguen con un dominio, ellos mismos administran. Aquí se notó muy claramente que con la salida de la guerrilla la gente se sintió más tranquila, la gente ya se moviliza y a los otros los toleran.

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IPC. ¿Cómo impacta ahora ese paramilitarismo?

H.T. Por todo lado la gente está harta de pagar vacunas, de pagar extorsiones. En lo poquito o mucho que tienen que pagar. La gente prefiere pagar para estar tranquilos. De cierta manera se sienten inseguros porque ellos imponen la ley. ¿Hasta cuándo vamos a estar extorsionados y vamos a pedir permiso para entrar a una zona o enviar el listado de personas que van a entrar a un territorio? Especialmente en el norte del Chocó. Allá son los que cuidan la ruta del narcotráfico, son los que la cultivan y la comercian. Y la gente contenta porque les están dando trabajo.

IPC. ¿Qué información tiene de la reincidencia de algunos ex guerrilleros en las AGC?

H.T. Es que el tema aquí, pensaría uno, son las oportunidades. Un muchacho se mata en su casa trabajando en el campo para cultivar cualquier cosa y lo que recibe a cambio es muy poco. Y si se le presenta un tipo de esos que le va a pagar para manejar un radio o hacer una especie de espionaje, no tiene que trabajar mucho ni matarse mucho. La gente condicionada por la pobreza, podría ser una de las razones, se deja engañar y manipular. Lo otro es que uno aquí se da cuenta de que muchos desmovilizados no han dejado su posición.

No falta la gente de las AGC que le eche el cuento a un desmovilizado que ya tiene formación militar. No faltan los torcidos, porque no les interesa sino ser mercenarios, porque no tienen ideología. Aprovechan la primera oportunidad que les den. Con relación al reclutamiento, no conozco denuncias de campesinos que digan que sus hijos están siendo conquistados.

IPC. ¿Qué les diría a los actores armados ante este panorama?

H.T. Nosotros hacemos la mediación y mantenemos la buena voluntad de mandarles mensajes a los unos y a los otros. Pero entonces hay que esperar el tiempo de Dios. Todavía no estamos preparados. Yo les diría que la paz es una tarea de todos, toda la sociedad civil está a la expectativa de un ambiente más agradable, de unas economías más lícitas, nos está haciendo mucho daño el narcotráfico.

Los invitaría a que siguieran haciendo ojitos al gobierno para que, por lo menos, entre en consciencia de diálogos y podamos tener algún sometimiento que beneficie a todos, que todos ganemos. El desarrollo del país lo necesita, no necesitamos más plata en la guerra, ¡cuántos muertos!, ¡cuántos miedos!, eso no es vida ni para ellos ni para nosotros, ni para nadie.

Juan Camilo Gallego Castro
Periodista de la Universidad de Antioquia. Autor de los libros "Aquitania. Siempre se vuelve al primer amor" (Sílaba Editores, 2016) y "Con el miedo esculpido en la piel" (Hombre Nuevo Editores, 2013). Algunas de sus crónicas han sido publicadas en Frontera D (España), El Espectador, Verdad Abierta, Pacifista!, Universo Centro y Hacemos Memoria.