En un rato un abogado dirá que en Medellín se debe estudiar si el aire soporta más contaminación; en un rato un ingeniero dirá que Medellín es como una olla con la tapa puesta o una habitación con las puertas y ventanas cerradas, en donde la gente fuma en su interior; en un rato, un médico dirá que en esta ciudad no mueren de cáncer de pulmón cinco personas por cada cien mil habitantes, como se da en el país, sino que mueren 25, cinco veces más. Ese mismo médico dirá que la primera vez que denunció que más tres mil personas morían por la contaminación ambiental, el Área Metropolitana, la corporación ambiental de la región y la que le pagó por hacer el estudio, decidió engavetar el documento y no publicarlo y que él no tuvo otro camino que guardar silencio durante cinco años, que estaba exagerando, le decían, que podía tener errores metodológicos, pero no fue así. Luego vino un estudio de la Universidad Nacional que decía que en Medellín morían 4.825 personas cada año por la contaminación del aire y luego el Área Metropolitana, la misma que quiso ocultar la verdad incómoda que el médico reveló en el primer estudio, tuvo que admitir que los muertos eran más: 5.816.

Pero eso será durante la mañana y la tarde del 9 de marzo de 2020, en la capital de Antioquia, en los mismos días en los que hay pico y placa ambiental, en donde el tráfico es benévolo, cuando las estaciones de monitoreo dicen que el aire es dañino o nocivo, o que es rojo o naranja, pocas veces verde. El salón está en silencio y por las ventanas se ve la ciudad gris, que es lugar común, la ciudad sin sol, con amago de lluvia y con unas nubes tan bajas que no se alcanza a ver claramente al fondo el barrio El Poblado. El alcalde de Medellín acaba de anunciar unas medidas para enfrentar el problema, como que no exista más el aeropuerto de la ciudad para sembrar árboles y hacer parques, vaya a saber si solo será eso y no edificios.  Pero en el salón del Tribunal Administrativo de Antioquia, el magistrado Álvaro Cruz Riaño preside una audiencia en la cual dos abogados le quieren decir a las corporaciones ambientales Corantioquia y Área Metropolitana y a las alcaldías del Valle de Aburrá, empezando por la de Medellín, que hay que tomar medidas drásticas para mejorar la calidad del aire porque la gente se está muriendo, porque la ciudad se está asfixiando.

Pero solos están dos abogados –Lucas Quintero y Luis Guillermo Mesa- que piden algo que llaman medidas cautelares. Ya el Consejo de Estado les dio la razón y acá están enfrentados a los abogados de los municipios, de Ecopetrol y las corporaciones ambientales.  Es como un partido sin fair play: la gran mayoría contra dos rebeldes que dicen que no se ha hecho lo suficiente. La Alpujarra y las alcaldías locales contra dos ciudadanos. Esto podría importarle a la ciudad, pero, increíblemente, es un partido sin espectadores.

El abogado

La cita era a las 9 a.m., pero el juez aparece una hora y cuarto después. Que tuvo un inconveniente, dice una mujer. Aparece apurado, con su toga negra. Todo inicia luego del procedimiento soso en el que los abogados dicen su nombre, su cédula, el número de tarjeta profesional y que sí, que ahí están. Después, un abogado se sienta a responder las preguntas. Todo va tranquilo al inicio y luego los abogados, los de la Alpujarra y los municipios irán con sus preguntas. Así funciona, esas son las reglas: es una pelea de boxeo sin sangre.

Carlos Alberto Zárate Yepes es un abogado y profesor de la Universidad de Antioquia, especialista en derecho ambiental, candidato a doctor. Recién afeitado, viste un traje azul y su cabello brilla. El magistrado le pregunta qué tiene para decir sobre la contaminación.

-Excluyendo un poco la coyuntura de estos meses, es bueno considerar que son recurrentes en febrero y marzo, la condición de nubosidad hace que se genere un efecto tipo invernadero, que en términos térmicos quede acumulada la contaminación, agravado a un hecho de que se ha incrementado el 30% la deforestación de los parques naturales y las selvas del país.

Dice también que hay que actuar sobre las causas de la contaminación: que hay que controlar las motocicletas y su incremento exagerado, así como las volquetas y camiones que están generando muchas emisiones, que hay que imponerles pico y placa todo el año, así la medida sea impopular, y que la construcción de ciclovías ha hecho más lento el tráfico y eso también genera más contaminación.

Se refiere a algo que los dos abogados de la acción popular pidieron: un estudio de capacidad de carga, algo así como investigar cuánta contaminación puede soportar el aire de Medellín y la región sin que sea más dañina.

-La ciudad adolece de los estudios de capacidad de carga. Nosotros, de pronto, estamos sobrepasados en contaminación. Puede ser que la suma de todos los límites permisibles de emisiones de empresas lícitas, con licencia ambiental, se vuelvan nocivos para la salud. Amerita hacer los estudios para ver si el territorio soporta más ese tipo de empresas, lo mismo en el parque automotor, con cerca de 700 mil motocicletas nuevas al año.

Luego le preguntarán por cifras, por estudios, pero el profesor dice que los puede hacer llegar, que no los llevó, pero que los vehículos causan el 80% de la contaminación. En el ascensor, a la salida del Tribunal, antes del mediodía, dirá que él es abogado y no ingeniero, y que esas preguntas son para ellos, no para él.

El ingeniero

Llegada de los ciudadanos que interpusieron la acción popular. Foto: cortesía.

A Óscar Mesa Sánchez la luz le rebota en la cabeza, su voz es calma. Mira a través del ventanal de unos seis metros y ahí está la ciudad que es Medellín, a las 2:21 de la tarde. Se cruza de brazos frente a un micrófono diminuto que se enciende, y mira, olvidándose del público de abogados, a la ciudad en la que refulge una brizna de sol. Afuera hace calor, pero ese sol de hace un mes ahora es tímido y se esconde.

Es ingeniero civil, profesor de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional y hace unos años fue director del Área Metropolitana. Dice que viaja en bus y que vive fuera de la ciudad.

-Desde la vista de este lugar se ve que no se da la circulación vertical del aire. Es un valle, como si le hubiéramos puesto una tapa a una olla. Tenemos las emisiones de quema de combustibles, el polvo, cualquier fuente de contaminación no tiene para dónde escapar y tiende a acumularse.

Cada diciembre es común ver globos de papel sostenidos en el aire y en su interior se nota una luz, una mecha encendida. El profesor toma ese ejemplo para explicar que ese globo se eleva porque el aire de su interior se calienta. Y en Medellín, esta tarde, con esa imagen gris, las nubes bajas no dejan pasar el sol y este, a su vez, no caliente el aire para que suba y se marche.

-Técnicamente a eso le decimos altura de capa de límite. El aire no alcanza a superar la altura de las montañas y los vientos altos no alcanzan a barrer la contaminación. En términos sencillos, tenemos una habitación con las ventanas cerradas y la gente fumando en su interior. No tenemos el problema todo el tiempo porque tenemos épocas del año con ventanas abiertas y se logra ventilar el aire. Ese es el problema de la calidad del aire: por su geografía y su clima, esta es una ciudad frágil para la contaminación del aire.

Ahora explica que desde hace dos décadas saben del problema, que en algún momento hicieron gestiones con Ecopetrol para mejorar la gasolina y el diésel pero que el director de Ecopetrol le dijo que eso era como echar vino nuevo en ollas viejas, que el problema continuaría. Y su respuesta fue, dice ahora el profesor, que había que dar una pelea a la vez y que la pelea de hoy es por el parque automotor, que hay que sacar los vehículos viejos, los más contaminantes, que se debe eliminar el diésel en la región, que se debe construir más pronto y con más decisión el tranvía de la 80 o el tren de cercanías o que los buses sean eléctricos. Porque “el problema más grave es que el problema es más grave cada vez, porque la tendencia es a tener más carros”, dice. Agrega: así el bus sea viejo, contamina menos que transporte cuarenta pasajeros a que ese mismo número personas vaya en vehículos particulares.

La voz del profesor es monótona, sin matices: no la levanta, no la baja. Siempre igual, siempre mirando hacia afuera del ventanal, como si no hubiera público. A veces se torna más reflexivo y dice que esta sociedad debe tomar conciencia y hacer compromisos, que es un cambio cultural, que “sacrifiquemos algo por un bien común”.

Le pregunta el magistrado y algunos abogados el efecto de lo que llaman externalidades: las arenas del Sahara que llegaron hasta Medellín en 2014 o el humo de los incendios. Pero él dice que pensemos en un elefante que en su lomo lleva un ratón. Quiere cruzar un puente y este se quiebra por el peso. Las externalidades son ese ratón, y agravan el asunto, pero lo que ocasionó el rompimiento fue el elefante, es decir, la contaminación ocasionada, principalmente, por los vehículos y que por eso no se puede perder el foco.

El magistrado le pregunta cómo saben que el 80% de la contaminación viene de los vehículos. El profesor dice que sabemos cuántos vehículos hay, de cada clase, la edad y los datos que surgen de las revisiones técnico mecánicas que permiten saber cuánto contaminan durante una distancia determinada. La suma de esos factores, una operación matemática, da un resultado “consistente”. Es como una contabilidad, dice, es un balance a la atmósfera.

Las preguntas lloverán. Lucas Quintero, uno de los dos abogados que interpuso la acción popular, le pregunta, sí o no, la mala calidad del aire afecta la calidad del agua. Sí, responde, y habla de la lluvia ácida que “cuando cae a las corrientes, produce efectos sobre la flora, fauna, los edificios”. Dice que no es efectivo cambiarle el horario a los carros para circular en las calles, que igual estará la contaminación, sin importar la hora. Mientras pasan las preguntas los abogados mueven sus pies como tics: el abogado de Medellín, el de Corantioquia, la de Sabaneta; o mastican chicle como posesos, el abogado del Área Metropolitana o la abogada de Ecopetrol.

Le preguntan por las fuentes que producen PM 2.5 o PM 10, que son las partículas más pequeñas que deja la combustión, la que se va directamente a los pulmones, la que produce las enfermedades respiratorias y, en algunos casos y lo dirá el médico, producen la muerte. Esas partículas son el problema de la contaminación.

-Entiendo este ejercicio como algo importante en la construcción de ciudadanía –dice cuando termina su intervención-. Espero que logremos acuerdos en los que todos pongamos. Me preocupa la volatilidad política, los nuevos gobernantes cuando llegan no necesariamente están empapados de los problemas, se demoran en conocer la gravedad de ellos y la necesidad de afrontarlos. De alguna manera muestra que necesitamos instituciones con visión de más largo plazo, que supere la volatilidad de cada cuatro años. Se necesita un pacto por la calidad del aire y que tenga la mayor cantidad de actores.

Es lo que él llama una ética ambiental.

El médico

El profesor Elkin Martínez (centro) durante la audiencia de calidad del aire de Medellín. Foto: Instituto Popular de Capacitación (IPC).

Elkin Martínez cuenta que hace quince años decidió estudiar los efectos de la contaminación del aire en la salud de los habitantes de Medellín. Este médico y profesor de la Facultad Nacional de Salud Pública de la Universidad de Antioquia se puso en la tarea de revisar los certificados de defunción del Área Metropolitana desde 1980. Su sorpresa fue el aumento de la población y del número de enfermos de cáncer de pulmón, más cuando comparaba con ciudades como Bogotá, Cali o Barranquilla. Aquí pasa algo, se dijo. La tasa de fallecidos por esa enfermedad es de cinco por cada cien mil habitantes y en Medellín era cinco veces mayor. Eso era una epidemia, pensó entonces. Ese cáncer tiene cuatro razones, explica ahora ante el público de abogados: uno, que la persona sea muy fumadora; dos, que esté expuesta a los humos de las cocinas de leña o de combustión; tres, respirar fuentes fijas que emiten humos como fábricas; otra, que esté respirando de cerca emisión de gases que producen los vehículos.

-Para decir en pocas palabras, el cáncer de pulmón está relacionado con el aire que respiramos. El humo son partículas. Uno puede hablar de 20 contaminantes en el aire, hay unos que se pierden en el aire, pero las partículas tienen cuerpo, masa y quedan flotando hasta 72 horas. Esas partículas son carbón y tienen trazas de minerales críticos como azufre. El hollín es una partícula de carbón azufrada, tiene la capacidad de ser respirada, obstruir el sistema respiratorio y taponar y obstaculizar la respiración, hasta atravesar la barrera entre el pulmón y la sangre.

El magistrado abre los ojos y se queda atento en la figura del profesor. Éste dice que el gran enemigo es el humo. Luego cuenta la historia del estudio, de las tres mil muertes anuales en Medellín a causa de la contaminación del aire. El magistrado le pregunta por el cáncer de pulmón y las enfermedades obstructivas.

-Cuando entra a los pulmones, el aire hace un intercambio. Como son gases, salen por donde entran. Pero cuando una partícula penetra hasta el fondo del saco de los pulmones, queda retenida en la pared, queda captiva allí. De hecho, hay células que son los macrófagos, que son como glóbulos blancos que retienen al invasor, lo que hacen es inmovilizarlo, tragarlo. A medida que lo hacen, se vuelven voluminosos y hace que se llene de macrófagos con partículas de carbón, lo que hace es obstruir el intercambio. El pulmón se va cargando de hollín, que queda retenido. La persona empieza a sentir que no puede respirar y llega un momento en el que reclama oxígeno y ni con oxígeno puede. La muerte de esas personas es difícil, porque mueren ahogados, ese es el EPOC.

Las partículas entran y nunca salen, se quedan en los pulmones. Ese cáncer de pulmón es la reacción química, un trastorno por el azufre y el carbón en los pulmones, aparecen unas células que se reproducen y cuando ya tienen el tamaño de un maíz o de un fríjol, dice el profesor, son pocos los meses de vida que le quedan a la víctima. Mira al frente, afuera la ciudad gris y opaca que no cambia: “Miren ahí, tenemos una bruma que nos cubre y encierra, y cualquier emisión de gas, mucho menor que en Bogotá, se queda retenida. Respiramos ese aire encerrado, no hay circulación. Todas las emisiones tenemos que respirarlas porque el aire está cautivo. Respiramos nuestras propias emanaciones”.

-¿Qué le pasa a una persona expuesta tres o cuatro horas diarias cuando una estación está en naranja?- le pregunta Lucas Quintero.

– ¿Qué necesita uno para morirse por una consecuencia asociada a la contaminación? El cáncer es una consecuencia crónica de larga duración, luego de 10, 15, 20 años se hace evidente. Pero el miedo más grande de la OMS [Organización Mundial de la Salud] y que yo les transfiero es que el mayor peligro que tiene el aire contaminado son las partículas pequeñas, que entran a la sangre y producen el efecto en uno o dos días. Hay tendencia a pensar que la exposición prolongada produce cáncer, pero las exposiciones agudas pueden generar episodios cardiovasculares. La OMS dice que por cada 100 personas que mueran por contaminación, unas 70 son cardiovasculares, y el 30 respiratorios.

Le preguntan por el tabaco y si las muertes por cáncer se deben a este. El profesor dice que en Medellín el tabaquismo está disminuyendo, antes el consumo era del 60% y ahora está en el 12%, que antes la gente se moría por cocinar con leña o por fumar, pero que ahora ya no se justifican porque cada vez disminuyen. “El tabaquismo está disminuyendo, ¿por qué otra epidemia? La conclusión es que tenemos otra fuente que son las fábricas, que son los vehículos. Eso ha hecho que vivamos una tercera epidemia. No ya por leña de cocinas o de cigarrillos, sino por combustión de gasolina en vehículos”, agrega.

El abogado de Medellín pregunta si tiene alguna implicación el estilo de vida de la gente, los hábitos alimenticios o la no práctica de deporte en que desarrollen un cáncer de pulmón. El profesor le dice que no es lo que comemos o pensamos, ni los hábitos, sino lo que entra por vía respiratoria.

-Solo tengo una pregunta. Usted hablaba que hace 15 años inició los estudios sobre calidad del aire y enfermedades. ¿esas investigaciones que inició quién las financió? -, pregunta el abogado del Área Metropolitana.

-El Área Metropolitana – responde el profesor.

-¡No más preguntas, su señoría!- dice satisfecho el abogado.

Pero el profesor no espera una nueva pregunta. Vuelve a hablar, como si estuviera esperando el momento.

-Ellos le pidieron a la Facultad un estudio epidemiológico. Cuando entregué el informe no fue recibido con aplausos ni con elogios ni con nota de felicitación. Ellos dijeron qué pena, tenemos dudas sobre eso, y se pasaron cinco años tratando de rebatir y no pudieron. Se mostraron contrarios a que hubiera una divulgación, estuvo guardado durante cinco años. No sé cuándo rescataron ese estudio y es cuando me preguntaron y me dijeron que tenía razón. Curiosamente el Área Metropolitana tuvo esa primera intención tan buena de que la academia la acompañara en el proceso, pero luego por otras razones vieron que era una verdad incómoda y no la publicaron. No me permitieron una publicación. No tenía otra alternativa que quedarme callado.

Lo dice sin alterar su voz. Concluye, al final, que se debe prohibir el humo, y no habla precisamente del cigarrillo, “lo que importa es que las autoridades tomen medidas más fuertes”. Pero luego compara el fumar un cigarrillo con la contaminación del aire de Medellín: “Exponerse al aire contaminado es tan peligroso como fumar. La diferencia es que es en contra de la voluntad”.

Respirar el aire de Medellín.

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