Pastor Antonio Jaramillo Cadavid dice que tuvo un sueño, que fue ingenuo por soñarlo y que ese sueño se acabó. Durante tres décadas fue guerrillero del Ejército de Liberación Nacional (ELN). En septiembre de 1993, como consecuencia de los acuerdos de paz entre algunos exguerrilleros y el Gobierno Nacional, Pastor y doce compañeros más dejaron la guerra y se montaron en la idea de tener un proyecto colectivo.

Leonel Pascual Sánchez, Heriberto Londoño, Mario de Jesús Muñetón, Jhon Jairo Muñoz, Nelson Alfredo García, Guillermo León Calle, Juan Julio Sepúlveda, León Valencia, José Aristizábal, Fabián Tamayo, Uberney Giraldo, José Evelio Gallo y Pastor, tuvieron un sueño y este empezó el 9 de abril de 1994 cuando crearon la Sociedad Agropecuaria Horizontes Ltda., con la que compraron un predio de 133 hectáreas en Montebello, un municipio ubicado a 55 kilómetros de Medellín, pero de donde tuvieron que huir desplazados ante el asesinato, la desaparición forzada y la muerte de algunos de sus miembros. Todos ellos tuvieron un sueño, pero en el año 2000 tuvieron que abandonarlo.

Dos décadas después, el pasado 7 de mayo, el Juzgado Primero Civil del Circuito Especializado en Restitución de Tierras de Antioquia falló a favor de Pastor y sus compañeros, los reconoció como víctimas de despojo, reiteró que fueron desplazados, que deben ser indemnizados y que el Ejército tiene que pedir perdón por haberse aliado con grupos paramilitares para perseguirlos, intimidarlos y asesinar y desaparecer a algunos de sus miembros. Por eso lo de Pastor y sus compañeros fue un sueño, por eso dice que fue ingenuo por soñarlo, porque “este país es muy vengativo y le da lidia perdonar”. Ellos habían dejado la guerra, pero este país es experto en reproducir y mantener las condiciones para que esta continúe. Terminaron exiliados en España, Uruguay, Venezuela y Chile.

La Galleta

El predio de Montebello se llamaba La Galleta. No era un nombre que ellos eligieron, solo les correspondió. Los campesinos de ese pueblo ya nombraban así esas 133 hectáreas.

El 28 de julio de 1996, en la Notaría Segunda de Medellín, los exguerrilleros protocolizaron la creación de la Sociedad y luego la inscribieron en la Cámara de Comercio de Medellín el 16 de diciembre de ese mismo año. La Sociedad recibió en diciembre de 1997 un subsidio del entonces Incora, hoy Agencia Nacional de Tierras, con el cual pagaron el 70% del predio La Galleta, que costaba 222 millones de pesos. El restante 30%, igual a cerca de 65 millones, lo pagaron con un crédito que les otorgó la Caja de Crédito Agrario, Industrial y Minero. Durante dos años, entre 1998 y el 2000, la Sociedad empleó a 50 campesinos que cultivaban mandarina, maíz, frijol, tomate, aguacate, limón y maracuyá, incluso estaban a la espera de varios proyectos productivos con los que emplearían a 128 personas más, pero estos no se pudieron desarrollar, tampoco pudieron pagar el crédito, porque en el 2000 empezaron las visitas inesperadas.

Pastor dice que lo de ellos era “un proyecto piloto de paz”. Presentaron una propuesta a la Asamblea de Antioquia para que financiara algunos proyectos productivos que querían implementar en Montebello, que resolviera problemas de vivienda, que les permitiera emplear más campesinos y madres de cabeza de hogar en la agricultura y que pudieran prevenir el alcoholismo y la drogadicción.

Pastor pasaba sus días en La Galleta y en una litografía que tenía en Medellín. Recuerda los enfrentamientos entre las Farc y el frente Carlos Alirio Buitrago del ELN. Incluso algunos guerrilleros de las Farc fueron al predio y aseguraron que no les interesaba la carreta de la paz que nombraban Pastor y sus compañeros. Aun así, ni los persiguieron ni truncaron el proyecto.

La sociedad que no pudo ser

“Lo otro es que, para serle sincero, en este país no interesa y no interesaba dejar desarrollar ese tipo de proyectos, que son colectivos, que muestran que la gente sí puede ser solidaria y trabajar en comunidad. Eso huele a comunismo, socialismo, es la misma estigmatización a la que han sido sometidos otros países”, dice Pastor.

En su mente tiene grabado lo que sucedió el 23 de enero del año 2000. Ese día apareció en noticieros y emisoras contando lo que sucedió entre las cuatro y las seis de la madrugada. José Evelio Gallo y a Uberney Giraldo, dos de los miembros de la sociedad, estaban esperando un bus en la vereda San Antonio, de Montebello, para dirigirse al municipio vecino Santa Bárbara. Fueron abordados por un grupo de soldados del grupo mecanizado Juan del Corral de la Cuarta Brigada. Les quitaron los cordones de los zapatos y con estos les amarraron sus manos, luego los llevaron hasta La Galleta, en donde los señalaron de ser un fortín guerrillero, pues todos hacían parte del movimiento político Corriente de Renovación Socialista (CRS). Otros soldados sacaron de su casa al profesor Guillermo Adolfo Parra, quien también tenía amarradas sus manos con unos cordones y lo llevaron hasta el predio, junto con Wilfredo Cañaveral, hijo del presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda San Antonio.

Dice Leonel Sánchez, entonces representante legal de la sociedad, que “los sentaron en la casa de la finca La Galleta y allí insultaron a nuestros familiares diciendo que nosotros éramos ayudadores de la guerrilla”. Leonel luego supo que su nombre estaba en la lista de las personas que iban a asesinar. Heriberto Londoño, otro de los miembros de la sociedad, vio cuando los detuvieron y cuando se los llevaron, “para mí fue un momento de impotencia, de no poder hacer nada porque sabía que podía correr el mismo riesgo que ellos”.

Un día después encontraron el cuerpo sin vida del profesor Guillermo en la vereda El Cairo, de Montebello, y el del joven Wilfredo en el municipio de La Ceja.

Pero no sabían nada de José Evelio y Uberney. Ese día, mientras los miembros de la sociedad daban declaraciones a medios sobre lo sucedido, señalando al Ejército de su responsabilidad, este hacía rueda de prensa en la Cuarta Brigada de Medellín indicando que eran guerrilleros aliados con las Farc y el ELN para derribar torres de energía.

Pastor recuerda que un compañero fue al anfiteatro de Medellín a preguntar si allí estaban los cuerpos de sus dos compañeros que aún estaban desaparecidos. Les dijeron que se trataba de guerrilleros muertos en combate y que sus cuerpos estaban en El Carmen de Viboral, otro municipio del Oriente antioqueño, vecino de La Ceja, en donde encontraron el cuerpo de Wilfredo. Varias personas se desplazaron hasta allá y vieron los cuerpos.

El 24 de enero de 2000, la Compañía Buitre, adscrita al Batallón Contraguerrilla No. 42 “Héroes de Barbacoas”, Grupo Mecanizado Juan del Corral, presentó a Uberney y a José Evelio como guerrilleros muertos en combate. Estaban vestidos con camuflados.

“Esos fueron de los primeros ensayos de los falsos positivos”, dice Pastor. Aunque vieron los cuerpos de sus compañeros en la morgue de El Carmen, dos días después, el 26 de enero, los cuerpos fueron hurtados y las paredes del lugar tenían escritos mensajes alusivos al frente Carlos Alirio Buitrago del ELN. Hasta ahora no se sabe del paradero de los cuerpos, pero Pastor y los demás están seguros que fue el Ejército el que los desapareció, pues también fueron hurtadas las actas originales de defunción y de levantamiento de los cuerpos que, por fortuna, obtuvo un fiscal gracias a un fax enviado por el médico encargado.

Luego siguieron amenazas y asesinatos selectivos dirigidos a quienes insistían en continuar con el proyecto de La Galleta. Inició el exilio a Noruega, Suiza, Holanda, España, Venezuela, Uruguay y Chile. El 31 de julio de 2000, medio año después de los primeros hechos, Jairo Hernando Sánchez Gil, hijo de Leonel Pascual Sánchez, regresó a La Galleta, y al día siguiente, el primero de agosto, fue abordado por hombres armados que lo desaparecieron.

Recoger lo que quedó del sueño

Lo que siguió fue el regreso de algunas familias a Colombia. El gobierno del presidente Santos creó la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras y con ello iniciaron una batalla para recuperar La Galleta. Volvieron las amenazas y las intimidaciones. Luego de seis años, de ser acompañados por la Fundación Forjando Futuros, hubo un fallo a su favor.

Pastor hoy tiene 69 años y dice que no quiere volver a La Galleta. Tampoco sus compañeros. “Nosotros pedimos la compensación económica y la juez nos reconoció. Presentamos un escrito en el que decíamos por qué no queríamos volver a la tierra. En síntesis, estamos cansados, ese cañón tuvo 68 muertos. En la finca hubo unos 10 o 14 muertos. Toda esa sangre, ese sufrimiento, y el problema del desarraigo, el problema de la edad, ya no tenemos alientos de irnos a poner a producir un predio”, dice.

Se lamenta de que el Instituto Agustín Codazzi haya avaluado el predio en lo que consideran una tercera parte de su costo actual, “pero nos quedamos contentos porque la decisión de la juez es que se entrega parte del predio a 17 familias pobres”, y se le negó la condición de segundos ocupantes a otras personas que estaban en el lugar.

Además de que se ordenó subsanar las deudas que tenía la sociedad, también se ordenó al Ejército pedir perdón por lo sucedido.

La historia de La Galleta tiene varias particularidades. La tierra no les fue arrebatada. Las víctimas o perdieron su vida o tuvieron que abandonar el lugar porque no los querían vivos. Resulta llamativo, además, que se trataba de personas que hacían parte de la Corriente de Renovación Socialista, que habían hecho un acuerdo de paz con el gobierno en septiembre de 1993 y que al constituir su sociedad y comprar el predio La Galleta, le estaban apostando a su reintegración a la vida civil. Pero esto no fue posible, porque grupos paramilitares y miembros del Ejército asesinaron, desaparecieron, amenazaron y desplazaron a estas personas y, en otros casos, fueron presentadoscomo guerrilleros asesinados en combate. A lo mejor tiene razón Pastor cuando dice que fue ingenuo con soñar que podían dejar la guerra y apostarle a la paz. Sin embargo, hay que seguir soñando.

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