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El campesino de Ituango que no se desplazó para cuidar los animales abandonados

Leonel envió a su esposa y sus hijos con los cuatro mil campesinos desplazados hacia el casco urbano del pueblo. Él se quedó en su casa para cuidar de las pertenencias y los animales de sus vecinos. Así resiste a la guerra, así espera que su gente pueda regresar al campo.

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Hay perros huérfanos que ladran soledades en las veredas de Ituango. Hay marranos con sus crías. Hay gallinas con sus pollitos. Hay vacas y hay terneros. Hay casas vacías, más de cuatro mil campesinos desplazados que tuvieron que irse de sus montañas para vivir hacinados en el pueblo. Unos pocos se quedaron, como Leonel*, que cuida de diez casas y más de cien animales que sus vecinos dejaron.

El día que recibieron la orden de desplazarse, varias juntas de acción comunal se reunieron y pidieron permiso a los grupos armados para que dejaran a unos cuantos permanecer en las veredas para cuidar de los animales. Dicen que este es el desplazamiento más grave en la historia de Antioquia. Esa cantidad de personas es como arrasar con todos los habitantes de Concepción, en el Oriente de Antioquia, o de Olaya, en el Occidente. No está lejos del relato de corregimientos abandonados como Aquitania (San Francisco) y Santa Ana (Granada), de donde se desplazaron casi todos sus habitantes, por orden de las guerrillas en los momentos más difíciles del conflicto armado.

–¿Por qué se quedó, Leonel, si toda la gente salió desplazada? –le digo a través del teléfono.

–Se decidió que había muchos animalitos: cerdas con crías, vacas con terneritos pequeños. Todo eso hizo que la comunidad pidiera que se quedaran. En estos momentos estamos cuidando más de 10 casas, animales, vacas, terneros, tenemos que echar comida a los animales.

–¿Qué pasó con los perros?

–Esos perritos quedan por ahí abandonados, hasta que la gente vuelva. En algunas partes dejan una o dos personas para que les den comidita. Estamos hablando de mil familias que se fueron y por lo regular cada familia tiene gallinas, tiene perros, gatos. Estoy cuidando aproximadamente 150 animales, entre pollitos, patos, marranos, vaquitas y perros. Yo tengo dos perros y aquí están conmigo.

Leonel ve las noticias y habla con su esposa y sus vecinos por teléfono. Que no tienen nada claro, que no saben cuándo van a regresar, que lo más seguro es que el desplazamiento vaya a seguir un buen rato. El miércoles 21 de julio les dieron la orden de desplazarse y el viernes 23 ya estaba solo en la vereda. Hace una semana, el desplazamiento forzado de los campesinos en Ituango le recordó al país que tiene más de cinco millones de personas desplazadas que huyeron del campo y de los pueblos hacia las ciudades, que el conflicto armado no ha cesado.

En las casas vacías, los animales esperan el regreso de sus dueños.

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Saber de Ituango es volver la mirada al conflicto de las últimas tres décadas. Las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) o Clan del Golfo hace retenes en las carreteras veredales; las disidencias del Frente 18 de las Farc también lo hace. Un campesino puede encontrarse a ambos grupos de regreso a casa o a su salida hacia el pueblo. Hace unos años en Colombia eran famosas las listas de los grupos armados con los nombres de sus víctimas, hoy paracos y guerrillos cargan las listas y las acompañan con fotografías de sus víctimas que exhiben en sus celulares. Hoy esos nombres tienen rostro. Algunas personas señaladas o de colaboradoras de la guerrilla o los paramilitares lograron huir, salvarse, resguardarse en algún lugar.

Nadie puede estar en los caminos o las carreteras luego de las cinco de la tarde. Luego del Acuerdo de Paz, Ituango vivió un momento de tranquilidad, se desmontaron las trincheras de la Policía en el parque principal, se redujeron los asesinatos, pero esa dicha duró casi dos años, porque los grupos armados retomaron el control de la zona y el Estado no copó el territorio, los antiguos guerrilleros que le apostaron a la paz tuvieron que desplazarse del ETCR de Santa Lucía por falta de garantías para sobrevivir.

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–Aquí la mayoría de la gente piensa que eso está muy duro, piensa que las fuerzas militares están muy quietas –me dice Leonel–. A mí me decía alguien de Santa Lucía, que allá era zona territorial de las Farc, los excombatientes se tuvieron que ir de ahí. Allá quedó Ejército y Policía, y a cinco minutos estaba el otro grupo, el Clan del Golfo. Y el Ejército y Policía saben que esa gente va de civil, armados y llevan 10-15 mulas de mercado. Y el Ejército y Policía, normal, no dicen nada.

Incluso hubo líderes que increparon al Ejército luego de una seguidilla de asesinatos de líderes veredales, entre noviembre de 2020 y enero de este año. Lo que notaban es que luego de las muertes los soldados aparecían al poco tiempo o desaparecían tiempo antes de que llegaran los paramilitares.

“En este momento estoy en un municipio lejano de Ituango –me dijo hace tres meses un antiguo líder de una junta de acción comunal-. Me salí calladito, sin decirle a nadie. Solo me despedí de la comunidad. Salí con mi familia, estoy en un pueblo muy sosegado, donde puedo comer y dormir con tranquilidad”. La historia: las AGC estaba asesinando líderes por ser supuestos colaboradores de la guerrilla. Era imposible no tener relaciones con los guerrilleros, si ellos tuvieron el control de la zona por décadas y siempre convivieron.

Al escuchar a Leonel a través del teléfono recuerdo lo que me dijo otro líder hace poco: “La comunidad entera quiere que se dé cuenta y que se denuncie que la fuerza pública no está haciendo la tarea como se debe hacer con los grupos armados, porque los asesinatos están pasando donde está la fuerza pública”.

–La mayoría de la gente dice que hay una complicidad entre el Ejército y el Clan del Golfo –le escucho decir a Leonel–. De ahí vienen las represalias del 18, de la guerrilla. Ellos ponen a la población civil al medio.

Me contaban algunos campesinos que la estrategia de las disidencias es llamar la atención para que el Ejército también combata a las AGC o Clan del Golfo. Hasta la publicación de esta historia, la Séptima División del Ejército aún no respondía cuáles habían sido los resultados contra los actores armados ilegales en Ituango.

A pesar de la desconfianza en la fuerza pública, Leonel me dice que, en diálogo con sus vecinos, todos creen que “esto no se normaliza hasta que el Ejército y la Policía entren a patrullar todo el campo, todas estas veredas.”

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“En el mes de febrero de 2021 Ituango fue escenario del recrudecimiento de la violencia armada, más de 500 personas de las veredas Quebrada del Medio, Las Arañas, Alto del Limón, Santa Lucía, San Román, El Aro, El Quindío y el Cañón de Santa Rita tuvieron que resguardarse en el casco urbano del municipio de Ituango, la misma población fue desplazada en años anteriores en completa impunidad y hoy vuelve a ser víctima, cada que a los grupos armados se les ocurre, se padece la misma situación sin que al Estado le interese evitar el sufrimiento de la población”, dice un comunicado del 25 de julio del Movimiento Ríos Vivos.

Para ellos, lo que sucede ahora es un destierro sistemático, “las instituciones han sido incapaces de brindar atención digna para la población, salvaguardar la vida, evitar el desplazamiento y proteger los bienes privados de las familias.”

El Brigadier general Gustavo Franco Gómez, comandante de policía número 6, dice que desde que comenzó el desplazamiento iniciaron un dispositivo para la convivencia de los desplazados.

Juvenal Díaz Mateus, comandante de la Séptima División del Ejército, asegura que reacomodaron un dispositivo “para cubrir las veredas donde se presume o manifiestan los campesinos que no se garantiza la seguridad”. Según él, la seguridad de Ituango es su preocupación, que este año no ha habido combates entre los grupos armados y que ahora tienen en la zona el doble de la tropa de la que tenían el año pasado.

El gobernador encargado de Antioquia, Luis Fernando Súarez, dice que el primer objetivo es asegurar la zona para permitirle el regreso a las familias que salieron y que ya tienen noticia criminal por desplazamiento forzado contra los responsables: alias Camilo, alias Machín y alias Ramiro, del GAO residual 18 de las antiguas Farc; y contra alias Richard, del Clan del Golfo.

El 27 de julio el Ejército transportó 40 toneladas de ayuda humanitaria para Ituango, con alimentos no perecederos, medicamentos y kits de aseo.

Esa es la reacción del momento ante el desplazamiento, a pesar de los llamados que exguerrilleros y campesinos hicieron varios años luego del Acuerdo de Paz. En ese punto se centra Carlos Zapata, coordinador del Observatorio de Derechos Humanos y Paz del IPC: “eso en parte se debe a que el Ejército y el Estado no han cumplido con los compromisos del Acuerdo de Paz, de copar plenamente el territorio y proteger a la población civil de nuevos actores armados.”

Recuerda que una vez las Farc se concentró en el ETCR Santa Lucía de Ituango, las AGC y las disidencias del frente 18 empezaron a disputarse el territorio que dejó la guerrilla, que desde el año pasado las disidencias han estado recuperando el territorio perdido y de ahí vienen las órdenes de despejar las veredas, pues prevén disputas abiertas con soldados y paramilitares.

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El fin de semana pasado, el presidente Iván Duque dijo en una entrevista con el diario El Espectador que su gobierno ha “hecho más que lo que hizo el anterior gobierno para implementar la paz”.

En Ituango, por ejemplo, 93 excombatientes de las Farc tuvieron que irse para Mutatá porque no les garantizaron su seguridad; los campesinos se han desplazado varias veces en los últimos dos años ante la presencia de guerrilleros y paramilitares; hoy cuatro mil personas están hacinadas en la zona urbana de Ituango, los animales están huérfanos en las veredas y Leonel permanece solo en el campo, sin saber si el hijo que espera con su esposa es niño o niña. Porque hasta el desplazamiento y el drama aplazó las buenas noticias.

Juan Camilo Gallego Castro
Periodista de la Universidad de Antioquia. Autor de los libros "Aquitania. Siempre se vuelve al primer amor" (Sílaba Editores, 2016) y "Con el miedo esculpido en la piel" (Hombre Nuevo Editores, 2013). Algunas de sus crónicas han sido publicadas en Frontera D (España), El Espectador, Verdad Abierta, Pacifista!, Universo Centro y Hacemos Memoria.