Que la paz no nos sea indiferente

Encuentro Regional Retos y Desafíos de la Paz en Bajo Cauca realizado por el IPC el 3 de septiembre de 2015 en Caucasia.

Sólo le pido a Dios

Que la guerra no me sea indiferente

Es un monstruo grande y pisa fuerte

Toda la pobre inocencia de la gente. 

Mercedes Sosa

Canción: “Solo le pido a Dios”

Por: Cristina Giraldo para Agencia de Prensa IPC

La paz. Ese tema tan tratado que en ocasiones nos ha hecho perder la credibilidad y que para muchos se ha convertido en una ensoñación; porque con más de 69 años de violencia política ininterrumpida en Colombia, el escepticismo en los ciudadanos no es gratuito.

Pero ¿cuáles son las principales causas del conflicto armado en Colombia? ¿Cómo inciden las negociaciones en La Habana en el Bajo Cauca antioqueño? ¿Qué se necesita para alcanzar la paz? Y ¿Cuáles son los aportes que pueden dar los ciudadanos desde sus territorios para alcanzarla?

Éstas y otras preguntas fueron formuladas en el Encuentro Territorial Bajo Cauca, que se llevó a cabo el pasado 3 de septiembre en el auditorio de la Universidad de Antioquia seccional Caucasia, con el fin de hablar sobre los “Desafíos y oportunidades desde los territorios a la luz del acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”.

El encuentro fue organizado por el Instituto Popular de capacitación, IPC, con recursos del Fondo Sueco-Noruego en Cooperación con la Sociedad Civil Colombiana, FOS, y con apoyo y participación de entidades como  la Alianza Bajo Cauca, el Centro Nacional de Memoria Histórica, la Misión de Observación Electoral, MOE, entre otras.

Retomando el tema de las principales causas del conflicto armado en Colombia, en el encuentro se destacó que gran parte de esta situación se debía a la desigualdad en la tenencia de la tierra. Según un informe del Programa de las Naciones Unidas de 2011, en nuestro país hay muchos terrenos en pocas manos. Por otro lado, los cultivos extensos de grandes empresas y el posicionamiento de multinacionales mineras han afectado grandemente a campesinos, afros e indígenas, quienes por esto se vieron forzados a desplazarse de sus territorios, sumado a la presión de grupos guerrilleros y paramilitares. Ante esto, personalmente me pregunto: ¿qué puede hacer un campesino sin tierra? Una de tres, se dedica al rebusque, a la indigencia o se va por el camino de las armas / delincuencia.

Para Diego Herrera, Presidente del IPC, el tema agrario y de desarrollo rural es uno de los retos más grandes que hay después de la firma de los acuerdos de paz. El Gobierno debe implementar un plan de desarrollo rural, donde se establezcan fondos de tierras y zonas de reserva campesina; además, debe haber ampliación y garantía de la actividad agrícola y regulación la actividad minera. Por su parte, María Soledad Betancourt, investigadora del IPC, dice que “Más que la entrega de tierras, se debe dignificar al campesino”, ese campesino que ha sido victimizado por la guerra y la indolencia del Gobierno; es decir, que el campesino tenga la capacidad de ser productor y de ser reconocido, que pueda emplear sus propias semillas y no sea un subordinado de las multinacionales que le obligan a emplear semillas transgénicas, por tanto el Gobierno debe crear una jurisdicción que proteja los derechos de posesión de quienes viven en y del campo.

Gobierno, Gobierno, ¿dónde estás que no te vemos?

Para platicar de la paz necesariamente hay que hablar de guerra y/o violencia, razón por la cual en el evento se  habló de las características de las regiones violentas. Camilo Vargas, Coordinador de la MOE, entregó las siguientes particularidades:

Según lo planteado, además de la presencia de guerrillas, en dichas zonas hay bandas criminales y neo-paramilitares. Más que por rearme de desmovilizados, estos grupos se conforman por reclutamiento de nuevos integrantes.

Algunas de las particularidades de estas regiones es que son zonas con indicadores de pobreza elevados, con poca presencia del Estado, con cultivos de uso ilícito y con poca población en municipios de gran extensión.

Además, estos territorios también cuentan con una forma particular de comportarse en lo político y electoral: los ciudadanos tienen poca importancia en el tema de desarrollo rural y de ordenamiento territorial, hay debilidades en términos de administración, es recurrente la elección de alcaldes pertenecientes a partidos tradicionales y es frecuente que los grupos políticos avalen aspirantes con poca idoneidad.

A ello se agrega que se vota más por un dirigente que por el ente que lo va a controlar, es decir se vota más por alcaldes que por concejales; y que se elige a concejales poco representativos y con poco sentido de pertenencia por el municipio.

Para los concejales, los temas de mayor importancia en sus municipios son la salud, los servicios públicos, la seguridad y las finanzas del municipio; sin embargo, no controlan cómo las alcaldías manejan los recursos para tratar las dimensiones que les preocupan o no saben cómo hacerlo.

Entre las características mencionadas, se encuentra el Bajo Cauca: una zona permeada por grupos al margen de la ley y en donde la ciudadanía poco hace por participar de lo público, es ajena para conocer los programas de gobierno de sus futuros gobernantes y poco hace veeduría a las administraciones locales. Siempre está quejándose de sus administradores pero poco aporta para su mejoramiento.

Siendo así, la pregunta es ¿cómo se logrará una paz duradera? El desarrollo de los municipios va ligado a la paz de los mismos y para lograrlo se necesita del compromiso y la participación de toda la comunidad, vigilando que los recursos se ejecuten de la manera debida, asegurándose de que los concejales son gente idónea, aportando propuestas para la construcción de planes de desarrollo, quitándose el miedo y denunciado la corrupción ¡Sí! Quitándose el miedo ante todo y poniendo el pecho por el bienestar colectivo, basta ya de que cada quien tire por sus propios intereses, basta ya de tanta indiferencia en el futuro de nuestros municipios.

Esa misma indiferencia, es la que deben dejar de lado los grupos políticos, sean del color que sean. Es increíble que en el Bajo Cauca siendo una zona mayormente rural, los aspirantes a cargos públicos no incluyan entre sus programas de gobierno propuestas para el desarrollo agropecuario, ni para el apoyo a campesinos y desplazados, esto según un análisis del IPC de los Programas de Gobierno de los grupos políticos en los seis municipios de la región. Y que siendo el tema de las negociaciones de paz tan fundamental para el territorio, ninguno se proponga en sus programas nada referente al derecho de las víctimas, de los desplazados, restitución, reparación y reintegración; porque no sólo se debe reparar a quienes sufrieron el flagelo delconflicto, se debe preparar a la sociedad para convivir con quienes en el pasado causaron tanto daño. En nuestro Bajo Cauca, son muchas las víctimas que siguen clamando justicia, el tema de La Habana no es ajeno a nosotros. Pero esto, también está en manos de los ciudadanos, quienes debemos apostar por aquellos candidatos que se la jueguen por la paz, que dentro de sus políticas no sólo esté la pavimentación de calles sino que tengan como propuestas la comisión de la verdad, justicia, reparación, restitución, memoria y verdad y educación para la paz.

El llamado es que ni las administraciones locales, ni los aspirantes, ni la ciudadanía, seamos indiferentes a la construcción de paz y de un mejor territorio; pues tal como lo mencionó en el encuentro regional Jorge Eliezer Rivera Franco, director de la Fundación Jardín Hidrobotánico de Bajo Cauca, “lo que pasa en el Bajo Cauca debe ser mirado en el contexto nacional porque muchos son los desafíos que enfrenta la sociedad y el Estado, como la pobreza, la desigualdad y la exclusión, el crimen organizado, la producción y el tráfico de drogas, la degradación del medio ambiente, el autoritarismo estatal y la tradición caudillista, la democracia débil y el bajo desarrollo institucional”.

En fin, estamos cansados de la violencia, pero la guerra no se detiene sólo con la firma de un acuerdo entre guerrilla y Gobierno, por eso prefiero el término de pos-acuerdo y no el de pos-conflicto. El Estado Nacional y los gobiernos regionales y locales, con apoyo de la ciudadanía, deben dar las garantías para poder tener ese país, departamento y municipio que queremos. Necesitamos generación de empleo, proyectos productivos en el tema agropecuario, satisfacción de las necesidades básicas de la población —alguien con una vida digna no tendrá que buscar vías de hecho para sobrevivir— necesitamos justicia, reparación y vivienda, necesitamos eliminar otro tipo de violencia como la que se perpetra al interior de los hogares en contra de mujeres y niños. Pero para que esto se logre, la ciudadanía debe saber elegir bien sus gobernantes, no venderse por una teja, una libra de panela ni cincuenta mil pesos, debe interesarse por conocer los programas y planes de gobierno y hacer veeduría de los recursos públicos. Los ciudadanos además deben saber perdonar y convivir con quienes tienen diferencias, aceptar la reintegración la vida civil de ex actores del conflicto, así y sólo así  se podrá construir una paz duradera. Pero, ante todo hay que creer que esta paz se puede lograr.

Sólo le pido a Dios que dejemos la indiferencia, que abramos los ojos y que nos empoderemos de nuestros derechos. Que esto de la paz no sea algo que nos entre por un oído y salga por otro. La paz  y el desarrollo de nuestra región la debemos cultivar entre todos como dice el poema de José Martí:

Cultivo una rosa blanca
En Junio como en Enero,
Para el amigo sincero,
Que me da su mano franca.

Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardo ni ortiga cultivo
cultivo una rosa blanca.