Inicio Derechos Humanos Integrándonos nos reconocemos: un espacio para conversar sobre la desaparición forzada

Integrándonos nos reconocemos: un espacio para conversar sobre la desaparición forzada

Las comunidades indígenas Emberá y Zenú de la región de Urabá y el municipio de Dabeiba, se reunieron con la Unidad de Búsqueda para continuar compartiendo y fortaleciendo experiencias de búsqueda que permitan dar con el paradero de más de cinco mil personas dadas por desaparecidas en este territorio de Antioquia.

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Tres integrantes de la familia Giraldo* buscan a Manuel*, un joven de 22 años apasionado por el fútbol y las peleas de gallos. Lo recuerdan como un hombre amable, divertido y respetuoso; con una cara delgada, ojos negros rasgados y un cabello lacio que le hacía honor a sus rasgos indígenas.

Manuel vivía en un resguardo indígena de Necoclí y trabajaba en una finca ganadera de Turbo. La última vez que su familia supo de él fue el sábado 10 de enero de 1995. Recuerdan que salió de casa con una pantaloneta y una camiseta blanca.

Solo ocho días después, se enteraron de su desaparición. Y luego de iniciar acciones autónomas de búsqueda, que consistieron en preguntar a vecinos, conocidos y amigos sobre su paradero, debieron desplazarse del resguardo, sin obtener mucha información.

La familia Giraldo se reunió el pasado 11 de septiembre con las 68 familias que hacen parte de la Red de Apoyo del Nodo Apartadó, una iniciativa que pretende crear un espacio para compartir experiencias, formas de búsqueda y aprendizajes con las familias que buscan a sus desparecidos.

Comunidades campesinas e indígenas Emberá y Zenú de la región de Urabá hacen parte de esta Red de Apoyo que nace gracias a la alianza entre la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UPBD), el Instituto Popular de Capacitación (IPC) y la Organización Indígena de Antioquia (OIA), con el fin de acompañar las experiencias y procesos de las familias buscadoras.

En esta región de Antioquia, hay un registro de 5.309 personas dadas por desaparecidas entre los años 1975 y 2015, según cifras del Observatorio de Memoria y Conflicto (OMC) del Centro Nacional de Memoria Histórica. Turbo y Apartadó son los dos municipios con la cifra más alta de desaparecidos: 1.622 y 906, respectivamente.

En el encuentro con las familias de la Red de Apoyo, los Giraldo identificaron momentos clave y significativos previos a la desaparición y que pudieran tener algún tipo de relación o conexión con este hecho victimizante, gracias al uso de una línea de tiempo que les permitiera ubicar temporalmente algunos recuerdos. Igualmente, plasmaron las situaciones en las que pudieron recolectar pistas gracias a las acciones de búsqueda familiar y, por otro lado, los casos en que no pudieron avanzar debido a otros hechos violentos que entorpecieron las labores de búsqueda, como la huida de su resguardo.

El propósito de estos espacios era generar confianza, solidaridad y comunicación entre las comunidades indígenas Emberá y Zenú, y que se pudiera cruzar información sobre fosas comunes, grupos armados que hicieron presencia en el territorio, acciones de hostigamiento y sitios y personas claves para la búsqueda.  

Rogence Veloza, profesional social de la Unión Temporal IPC – OIA y que orientó la actividad con las comunidades indígenas, explica que además del uso de líneas de tiempo para reconocer esos momentos fundamentales que dan lugar a la desaparición, se hizo un trabajo de cartografía social en donde las comunidades reconocieran la relación que la desaparición forzada tiene con su territorio.

“Entonces nos encontrábamos que ellos podían ubicar en sus resguardos, en sus territorios propios, lugares que han sido empleados por los grupos armados como fosas comunes. Y empezaron hablar en un espacio de confianza y de confidencialidad cuáles son esos lugares del territorio en donde se presume que hay restos de personas que no pertenecían a la comunidad, que no eran indígenas, y que en su momento fueron enterrados por miembros de grupos armados”, explica Veloza.

Y este es uno de los puntos que más destaca el orientador, pues gracias a esta labor, los indígenas pudieron conectar la ausencia de sus propios seres queridos con las del vecino o compañero de resguardo. “Tomar consciencia de que pueden ofrecer y compartir información”, dice Veloza, es uno de los logros más importantes para la búsqueda de las personas dadas por desaparecidas.

Sin embargo, algunos de los participantes señalaron que el temor está en sus comunidades, pues la práctica de este hecho sigue vigente. Se sienten indefensos y vulnerables. Por eso algunos callan. Esos temores los persuaden de comentar o dar cuenta de este tipo de situaciones en una región donde nuevamente los grupos armados están tomando fuerza.

“Pese a todo, esto también es una muestra de por qué están ellos aquí. Y es que más allá de esos temores, la búsqueda y el deseo de conocer sobre el destino o paradero de sus seres queridos les mantiene firmes”, aclara Veloza.

Las familias que buscan a sus seres queridos sienten que gracias a este espacio se pueden conectar con las experiencias de búsqueda de otras familias, encuentran apoyo, “es como si la otra persona desaparecida también fuera parte de mi familia”, dice una de las asistentes.

“Me voy muy contenta porque estos encuentros me llenan de esperanza. Estaré aquí llueva o truene, tenga o no tenga pasaje”, agrega. La esperanza es encontrarlos, vivos o muertos. 

Daniela Sánchez Romero
Periodista de la Universidad de Antioquia. Me interesan los tema de cultura, memoria, paz y derechos humanos.