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La casa en llamas: el miedo de una familia en Urabá de volver a su tierra restituida

En septiembre de 2021 un juez le devolvió 75 hectáreas a la familia Valdiri Regino en el municipio de Arboletes, en el Urabá, pero esta no ha podido retornar porque el ganadero Julio César Morelos no quiere abandonar la tierra y la está usando para su ganado, a pesar de que un juez falló en su contra. Las víctimas hoy no saben qué hacer, luego de que el 10 de marzo les quemaron una casa.

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—Llévame, llévame— le dijo desesperada Jackeline a su hermano Héctor Valdiri.

—No, yo no te llevo allá.

—Llévame –volvió a insistir ella, desesperada, al saber que les habían quemado uno de los ranchos que tenían en la tierra que en septiembre les restituyó un juez.

Tomaron una moto y viajaron una hora hasta la vereda Porvenir en el municipio de Arboletes, en el Urabá antioqueño.

Encontraron el suelo negro, cubierto de ceniza, troncos rotos y solo un par de palos de pie, ya carbonizados por el incendio.

El 14 de septiembre del año pasado, el juez Óscar Orlando Guarín Nieto les hizo entrega a Jackeline, Héctor y nueve hermanos más de las fincas Montevideo y La Granjita, en la que vivieron con sus padres hasta el 3 de marzo de 1993, cuando tuvieron que huir de la violencia en la región.

El juez les hizo la entrega material de ambos predios, que suman 75 hectáreas, en presencia de Julio César Morelos Tordecilla, el ganadero que figuraba como propietario de la tierra desde 1994, poco después de que las víctimas vendieran a poco más de cien mil pesos la hectárea por presión de testaferros de los paramilitares. En aquel momento el juez le explicó al ganadero que tenía un mes para desocupar las fincas, llevarse su ganado y los corrales, pero nunca sucedió.

Seis meses después Morelos sigue ocupando la tierra y asegura, según les dijo a las víctimas, que no les dejará las fincas.  En la actualidad, el ganadero dispone de más de 70 hectáreas de tierra, mientras que las familias restituidas solo pueden ocupar una casa, la cual cercaron hace poco, para evitar que las más de 200 cabezas de ganado que tiene Morelos se les meta en la casa y se les coma las matas de plátano.

Jackeline sueña con cultivar tres hectáreas de maíz, su hermano Héctor espera sembrar yuca y arroz. Pero no es posible. Cuentan que el corral que debía desarmar lo están mejorando, que el ganado sigue pastando en la tierra que les devolvió la justicia, que no saben si es a propósito que al ganado lo envíen cerca de donde la familia Valdiri Regino tiene una casa, a la que van a pasar algunos fines de semana. Y que ahora no saben qué hacer, porque saben que el incendio del rancho contiguo a su otra casa es una amenaza de muerte.

“Así con esa casa quemada uno coge miedo. Uno dice: puede uno estar durmiendo y que le echen candela… Esto es una amenaza, cualquier cosa es un peligro. En el momento solo utilizamos una casa, mientras el señor tiene toda la finca con ganado, en todos los lados hay ganado, en toda la finca hay ganado”, dice Jackeline.

Un drama narrado por celular

Son varios videos que grabó Jackeline mientras llegaba a la finca a ver el rancho en cenizas. En el primero se ven algunas palmas y reses desperdigadas por un campo gigante que no tiene fin.

Video dos: una vaca inmaculada camina al lado de dos novillos.

Video tres: este es el corral, dice ella, el 14 de septiembre fue que hicieron la entrega de la finca, se le dio un mes de plazo al señor, y vea, al contrario, lo está arreglando, mire cómo va.

Video cuatro: aquí estamos, aquí estaba la casa que quemaron, todavía hay candela y eso.

Video cinco: no es justo que esto le pase a uno, agrega, el gobierno nos tiene abandonados, queremos saber qué está sucediendo, qué va a suceder con nosotros. Hoy fue esta casa, mañana puede ser la otra, aquella que estamos ordenando, allá venimos, pasamos un fin de semana, y mire.

Video seis: vamos a organizar para tener dónde estar y mire, no sé, ya no aguantamos más, de verdad, no quieren que nosotros estemos por acá.

“No tengo nada sembrado, ¿quién se atreve?”

Héctor Valdiri dice que su única esperanza es que la Unidad de Restitución de Tierras (URT) y el juzgado que les restituyó hagan algo por ellos. No tienen aún proyectos productivos, no pueden sembrar ni usar la tierra que les pertenece. ¿Quién se atreve a sembrar con este panorama?, pregunta él a través del teléfono. Incluso meses atrás se quejó en la URT, porque el ganadero Morelos no quería desocupar la finca y la respuesta que recibió, dice, era que debía denunciar en la inspección de Policía, pero no pasó nada. Intentamos conversar con el director de la URT en Urabá, Dairo Montiel, pero no obtuvimos respuesta.

“En mi familia no sabemos qué vamos a hacer”, dice, como tampoco lo supieron sus padres Dionisio y Catalina, que se desplazaron por miedo hasta San Pedro de Urabá el dos de marzo de 1993 luego de que paramilitares de la Casa Castaño asesinaran a sus vecinos Víctor Vega y Francisco Cruz, que malvendieron la tierra por tres millones cien mil pesos, y que por décadas esperaron regresar a su tierra, pero la vida no les alcanzó. Ahora que sus hijos la recuperaron, sienten que no podrán vivir en ella, porque el fuego es una amenaza que les hace pensar en que no habrá un mañana.

Ayineth Pérez, presidenta de la Asociación Tierra y Paz, que acompaña a familias en su proceso de restitución, dice que “las personas restituidas no tienen garantías para volver a su territorio. Estos casos son para que la gente desista de la reclamación de las tierras, es para intimidarlas, para que accedan a vender sus tierras, a negociar. Estamos viendo que cuando los opositores ven todo por perdido, la manera más fácil de quedarse con la tierra es intimidar.”

Pero esta no es la única finca que le han quemado a los reclamantes de tierras en Urabá. En noviembre de 2021, cerca de las fincas Montevideo y La Granjita, fue quemada la finca La Corona, también en Arboletes, la cual, antes de la restitución, era propiedad del exmagistrado Jorge Pretelt.

Juan Camilo Gallego Castro
Periodista de la Universidad de Antioquia. Autor de los libros "Aquitania. Siempre se vuelve al primer amor" (Sílaba Editores, 2016) y "Con el miedo esculpido en la piel" (Hombre Nuevo Editores, 2013). Algunas de sus crónicas han sido publicadas en Frontera D (España), El Espectador, Verdad Abierta, Pacifista!, Universo Centro y Hacemos Memoria.