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La masacre del Fin de semana negro de Sonsón, otro capítulo de la alianza entre fuerza pública y las ACCU en el oriente antioqueño (II)

En agosto de 1996, paramilitares en alianza con fuerza pública asesinaron a ocho personas en Sonsón luego de las Fiestas del Maíz. Desde la finca de un reconocido comerciante se comunicaban constantemente con la Estación de Policía y coordinaban la masacre.

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Es imposible saber ahora cuánto tiempo antes planearon masacre del Fin de semana negro. Primero se desplazó hacia Sonsón el mayor del Ejército Jesús María Clavijo Clavijo con sus soldados del Batallón Granaderos. Lo dice el paramilitar Ricardo López Lora, La Marrana: “Ellos iban adelante [de nosotros] por si acaso había guerrilla tuvieran enfrentamiento con ellos. Eso quiere decir que iban abriendo camino o zona. Primero se iban ellos y después íbamos nosotros. Ellos llegaban al comando de policía de Sonsón. Allá [en Sonsón] estuvimos con el mayor Clavijo. Él se fue como tres días antes con el Batallón, y nosotros les caímos”.

Una vez instalado el ejército, el turno le correspondía a los paramilitares. Dice La Marrana que sus hombres viajaron en bus el viernes 23 de agosto de 1996 y él lo hizo ese día en una camioneta blanca que luego otros testigos verían en la finca de un reconocido comerciante y al frente del comando de policía. Pero es adelantarse. “Llevábamos unos tres fusiles AK-47 y una metra, una miniuzi; granadas también llevábamos. Las llevé porque los urbanos [sus hombres] los mandé en bus, de civil y armas cortas”, dice. Esa noche durmió en un hotel ubicado en una esquina de la plaza principal del pueblo.

Al día siguiente, el sábado 24 de agosto, “nos ubicamos por medio del celular con el grupo que estaba antes de llegar a Sonsón, se había quedado en una finca a orillas de la carretera, me vine y los arrimé cerquita, lindando con el propio pueblo, ahí nos quedamos en esa finca y hacíamos las operaciones. De ahí mandaba al pueblo a que mataran la gente que llevábamos en la lista. Le pasé el listado [al mayor Clavijo], que me dio Vicente Castaño, por intermedio de Merchán, y Clavijo hizo la inteligencia, él consiguió unas personas, no sé cómo se llaman, esas personas ubicaron a cada de uno de los que se mataron”.

La Marrana insiste en que sus hombres buscaron una finca cualquiera para instalarse. No es posible que una operación de estas se hiciera con tal nivel de improvisación. Por eso al decir “cualquiera” quiere decir: sé, pero no diré. La razón: como lo hizo a lo largo de sus versiones libres, no da nombres de colaboradores, cómplices ni financiadores; solo el del mayor Clavijo, porque para el momento en el que confesó sobre la masacre, el militar ya era hombre muerto.

La Fiscalía lo comprobó años después: los paramilitares se alojaron en La Gruta, la finca de Horacio Ospina Henao, un reconocido comerciante sonsoneño. La propiedad se ubica al lado de la autopista, a menos de un kilómetro del pueblo. Era un sitio clave para ingresar a Sonsón y para hacer la huida.

El mayordomo de La Gruta le narró a la Fiscalía, el 16 de abril de 1998, lo que sucedió en esa finca durante el fin de semana. Lo que hay aquí se lo dijo a la Fiscalía, pues no aceptó una entrevista. Según el mayordomo, en la mañana del sábado 24 de agosto, a La Gruta fueron tres paramilitares con la intención de instalarse allí, entre los que distinguió a un hombre del pueblo, Sergio Mario Restrepo Campuzano. El mayordomo opuso resistencia hasta que Restrepo le apuntó con una pistola. Nos metemos a las buenas o a las malas, le dijo, y si no permitía o abría la boca para contar que estaban allí, también lo mataban. “Nosotros somos fulanos y venimos a investigar la extorsión que le están haciendo a don Horacio Ospina”, agregó Restrepo. En esos días, Horacio Ospina, el propietario de La Gruta, estaba en Medellín bajo el argumento de que era extorsionado por la guerrilla de las Farc y su comandante Santander. ¿Acaso sabía Ospina que Restrepo y los paramilitares se alojarían en su finca? ¿Por eso se fue para Medellín? Y si no tenía que ver con el hecho, ¿por qué Restrepo pronunció su nombre para causarle daño y hacerlo cómplice?

El mayordomo identificó a algunos de los paramilitares: alias Conrado, Chagual, Henry, Pitufo y Sergio “Pate Palo”, Sergio Mario Restrepo, el civil de Sonsón que fue señalado de ser años atrás, entre 1991 y 1994, colaborador de la Mano Negra, el grupo de limpieza del pueblo.

Una vez allí los paramilitares le preguntaron dónde estaba el administrador de la finca. Yuri Alejandro García Pérez se encontraba en el pueblo, en el almacén Sin Rival, también de propiedad de Horacio Ospina. Yuri Alejandro fue a la finca poco después, dialogó con los paramilitares y estos le entregaron una lista con elementos que necesitaban. Más tarde, recibieron una colchoneta y seis cobijas.

Pero Yuri Alejandro, trabajador del almacén, le negó a la Fiscalía su visita a La Gruta, así como Ospina negó ser cómplice o responsable de la masacre.

En el 2010, el Juzgado Adjunto al Juzgado Primero Penal del Circuito Especializado de Antioquia explicó en una sentencia que una vez los hombres armados se instalaron, “hacían llamadas telefónicas a la estación de policía, informando de su presencia allí”. Poco después empezaron las muertes, la fiesta de unos pocos.

Ese fin de semana murieron asesinados Manuel Adán Villa, Marley Orozco, John Fredy Arango, Mauro Arias, Arnoldo Escobar, Edgar Escobar, Antonio José Henao y Luis Eduardo Arias; sobrevivieron Oswaldo Arias y Bernardo Marulanda.

En la finca La Gruta, el mayordomo solo permaneció una semana. Pocos días después de que se marcharon los paramilitares recibió una llamada. Piérdase, le dijeron, porque esa finca la vamos a volar. El mayordomo se fue de Sonsón con su familia, pero luego dio su testimonio a la Fiscalía, el cual fue clave para que el Juzgado Adjunto al Juzgado Primero Penal del Circuito Especializado de Antioquia dictara una sentencia el 23 de julio de 2010. En esta se condenó a Sergio Restrepo a 40 años de prisión como coautor responsable de los delitos concierto para delinquir y homicidio agravado contra las ocho víctimas mortales y la tentativa de homicidio contra los dos sobrevivientes. Pero de Sergio Restrepo no se conoce su paradero. Desde 1999 existe una orden de captura, nunca asistió a una audiencia de su proceso ni escuchó la sentencia. No figura como preso del Inpec, la institución encargada de los encarcelados en el país. Su paradero es un misterio desde hace más de dos décadas.

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La alianza entre las ACCU y la fuerza pública

Antes de la masacre, el mayor del Ejército Jesús María Clavijo viajó con sus hombres a Sonsón. Un auxiliar de policía de la época recuerda que le fue encargada la tarea de instalar al mayor Clavijo en la habitación de una casa ubicada a unos 20 metros de la estación de policía.

“Yo estaba al tanto de lo que iba pasando —dice La Marrana, el paramilitar—, manteníamos comunicación por radio y coordinábamos con el ejército, Batallón Granadero, comandado por el mayor Jesús María Clavijo […]. El ejército estaba en el comando de policía de Sonsón, el mayor Clavijo era el que estaba en contacto con nosotros”. 

Que el mayor Clavijo permaneciera en la estación de policía no era fortuito, era su modus operandi. Eso dice Ferney Alberto Cardona Acevedo, quien fuera su subalterno: “Lo único que yo sé es que donde llegara Clavijo montaba el comando en la estación de policía y necesariamente tenía que hacer operaciones conjuntas con ellos, por esa razón la policía debía estar enterada de los nexos con los paramilitares. Donde iba Clavijo había muertos tanto de limpieza social como legalizados, términos que usa el ejército y que son los que se adjudican como supuestos guerrilleros fuera de combate”.

Pero el mayor Clavijo no era el único militar. El también mayor Eduardo Uribe Eslava , el que permanecía en Sonsón con un grupo de soldados del Batallón Granaderos, coordinado por Clavijo, también estuvo en la estación de policía. En el 2000 le dijo a la Fiscalía: “Yo me encontraba en el cuartel de la policía y yo siempre permanecía allí. Mi mayor Clavijo también permanecía ahí en la policía.” Incluso aseguró que “en dos oportunidades, dimos una vuelta por el pueblo con los soldados”.

¿Pero si el mayor Clavijo coordinó la masacre desde la estación de policía, no se enteraron de ello los comandantes de estación y de distrito? 

La Marrana intenta una respuesta: “La policía, el capitán de ese distrito, no me acuerdo el nombre, no le gustaba coordinar con las Autodefensas, ni saber de nosotros, por eso el mayor Clavijo del ejército estaba con su tropa y era el único que nos colaboraba”.

El testimonio del paramilitar no solo confirma la versión de algunos sobrevivientes de que en la estación de policía no solo estaba el mayor Clavijo y los policías, sino también algunos paramilitares. Lo que también indica que la camioneta blanca en la que se movilizaba el paramilitar López Lora sí fue parqueada frente a la estación de policía.

Mario Alfonso Castrillón Gordillo  fue el comandante del Distrito de Policía de Sonsón, cargo que ocupó entre enero y diciembre de 1996. Meses antes del “Fin de Semana Negro” fue herido en una emboscada de las Farc cuando se desplazaba hasta el municipio de Nariño. Tuvo una incapacidad de tres meses, tiempo en el que Wladimir Rojas Quintero  ocupó su cargo como comandante del Distrito. Fue trasladado desde el municipio de La Ceja, sede del grupo paramilitar.

“Es de anotar —dice Marino I, el militar que fue subordinado del mayor Clavijo— que la vinculación [de la policía] no era directamente participando de los hechos, como homicidios, masacres, de pronto secuestros, hurtos de vehículos sobre todo, sino despejándoles la zona donde van a cometer el crimen o ilícito, o sea retirando el personal de la fuerza pública del lugar donde van a cometer los hechos y pasando información”.

Gracias a la sentencia en contra del civil Sergio Restrepo, es posible saber que para la época también estaban el dragoneante Jairo Alberto Higinio Jiménez, el patrullero Juan Javier Jiménez Colorado, el patrullero Jairo Alberto Gutiérrez Gutiérrez, y los agentes Antonio Rafael de la Hoz Ortiz, Mauricio Cruz Fernández y Carlos Alberto Díaz Díaz. Los tres últimos sindicados por su participación en la masacre, pero no fueron condenados. Se sabe que estos tres estuvieron en el Hotel Maravilla antes de la muerte de su propietario, que requisaron a los paramilitares y que luego se marcharon.

El diario El Colombiano de Medellín concluyó en el último párrafo de la noticia sobre la masacre de Sonsón que “en la actualidad prestan servicio de vigilancia en el casco urbano de la localidad el Batallón de contraguerrilla Granaderos, adscrito a la IV Brigada del Ejército, que lleva veinte días en la zona; la Sección de Investigaciones y Policía Judicial, Sijin, de la policía nacional y los agentes permanentes del Comando de Policía Antioquia”. ¿Cómo, con esa cantidad de fuerza pública, asesinaron a ocho personas y atentaron contra dos en algunos de los lugares más concurridos del pueblo y a pocas cuadras de la estación de policía?  

*Fragmento del libro Fin de semana negro (Sílaba Editores).

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Juan Camilo Gallego Castro
Periodista de la Universidad de Antioquia. Autor de los libros "Aquitania. Siempre se vuelve al primer amor" (Sílaba Editores, 2016) y "Con el miedo esculpido en la piel" (Hombre Nuevo Editores, 2013). Algunas de sus crónicas han sido publicadas en Frontera D (España), El Espectador, Verdad Abierta, Pacifista!, Universo Centro y Hacemos Memoria.