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Flavio Castaño, el minero desaparecido que se opuso a la hidroeléctrica de EPM Porce III

Primero fue desplazado por la hidroeléctrica Porce II y luego desaparecido cuando se oponía a ser desalojado por el nuevo megaproyecto aguas abajo del río Porce. El 23 de abril de 2009 dejó de contestar el teléfono, dejó de buscar oro en el río, dejó dos hijas huérfanas, dejó un dolor que en Amalfi aún no superan.

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El río gris de la foto no existe, ahora es un embalse; las matas de plátano fueron taladas; los cambuches de plástico y madera, derrumbados, convertidos en basura; el chinchorro y la red de pescar bocachicos a lo mejor ni existen. Y Flavio, ese hombre joven de la foto, con las manos en la cintura y una camiseta ancha de un color cualquiera, mira al río que ya no hay, a las matas de plátano que ya no existen. Por años se opuso a las hidroeléctricas en el río Porce. Hoy tampoco está, no sabemos dónde está. Lo desaparecieron. 

—¿Qué le pasó a Flavio?— le pregunto a Rosmira, su hermana. Dice que eran uña y mugre, inseparables. No les gustó estudiar, porque prefirieron buscar oro como su papá, bajar desde Amalfi al cañón del río Porce y quedarse por días y semanas en ese cambuche que ya no existe, en ese río que hoy es embalse.

—Esa es la pregunta. Bueno, uno sí sabe qué le pasó, porque fue por EPM. Pero la gente tiene miedo de hablar de ellos. 

Al lado de Rosmira, una mujer pequeña de 55 años, se sienta Lorena, 25 años, madre de dos hijos, hija de Flavio. No dirá una palabra, permanecerá en silencio mientras converso con su tía, la palma de sus manos sostendrán su cabeza; sus labios inmóviles, sus ojos oscuros, su mente sumergida de nuevo en la historia de su papá.

Parte de esta historia comenzó en 1982 cuando iniciaron los estudios en el río Porce para construir cuatro hidroeléctricas. Luego de casi dos décadas, en 2001, entró en operación la primera: Porce II, a unos 120 kilómetros de Medellín, en el nordeste de Antioquia. Tres años después, en 2004, empezaron a hablar de Porce III, para generar 660 MW de energía, una cuarta parte de lo que generará Hidroituango. Fue entonces cuando EPM les dijo a los mineros, a los campesinos, a los pescadores que vivían cerca del río Porce, que se debían ir. Habría una indemnización, pero tendrían que irse porque el río gris se convertiría aguas abajo en un nuevo embalse.

—A Flavio no lo amenazaron la guerrilla ni los paramilitares. Fue EPM el que nos demandaba, el que nos ponía citas en la Inspección de Policía, porque trabajábamos en la zona de EPM.

Los llamaba el inspector de policía o funcionarios de la alcaldía y les decía que tenían que irse de la vereda María Teresa, donde estaba el cambuche, donde estaban las matas de plátano, al lado del río Porce, donde empezaron a buscar oro en febrero de 2005, con permiso de Jaime Cifuentes, el entonces dueño de la tierra. 

En 2008 y 2009 la situación se volvió más tensa. EPM aseguraba que era dueña de todos los predios que serían inundados, de manera que mineros como Flavio no debían estar sacando oro porque el río, en la práctica, era propiedad de la empresa. Entonces las querellas y las citas. En una ocasión un funcionario municipal les dijo a Flavio y a Rosmira que del río los sacaba a la fuerza, así tuviera que llevar un ejército.

Y no necesitaron el ejército, tan solo que Flavio estuviera solo en su cambuche. 

El 23 de abril de 2009 Flavio esperaba una nueva visita de la inspección de policía y de la Policía, porque lo iban a desalojar, como ya sucedía con los mineros que se resistían a abandonar el río. Uno de sus sobrinos decidió regresar a Amalfi y en el camino se encontró con dos hombres desconocidos que estaban buscando una ternera que se había extraviado. Eso dijeron.

Ese día Rosmira habló por teléfono con su hermano y este le contó de los extraños, de la ternera inexistente. Horas después, un minero llamó a Flavio al teléfono y no hubo respuesta. En la noche Rosmira se cansó de llamarlo. No contestó. Al día siguiente llamó a un “bosquero”, un trabajador de EPM que evitaba que los mineros tumben árboles cerca al río Porce. ¿Usted sabe algo? ¿Ha visto a Flavio? Le respondió que no lo encontró, que había un árbol caído sobre el cambuche; estaba la comida preparada en una olla, “pero no veo nada más”.

Al rato, Rosmira volvió a llamar al teléfono de su hermano.

—Aló —contestó el “bosquero”.

—Oiga, ¿por qué me contesta el celular de Flavio?

—No hay rastro de él.

—Pero, ¿por qué tiene el celular de él?— insistió Rosmira.

—El celular estaba encima de la banca.

Rosmira le exigió que le devolviera el celular de Flavio, acordaron encontrarse en el camino entre el río y el filo de la montaña que va hacia Amalfi. 

—Pero él no quiso encontrarse conmigo — me dice Rosmira.—El señor todavía me ve en la calle y se devuelve o voltea la cara para no hablarme.

Él celular lo encontró en el cambuche. Estaba la billetera con sus documentos. Rosmira la toma en sus manos, es verde, con estampados de Bart Simpson y el escudo de Atlético Nacional. Le llamó la atención que no había un árbol caído sino una chamiza y que una de las bancas de madera estaba arrancada del suelo. A su lado la marca de un zapato o una chancla arrastrada. Rosmira cree que su hermano se aferró de la banca hasta que lo despegaron de ella. El radio tirado en el suelo, aún prendido. A la orilla del río encontró su pantaloneta, los calzoncillos y unas chanclas. 

Si quisieron simular que murió ahogado, al dejar su ropa en la orilla, ¿por qué la banca de madera estaba fuera de sí?

La justicia llega… tarde

La diligencia de la Inspección de Policía del primero de julio de 2009 dice que EPM adquirió el predio La Cabaña, en la vereda María Teresa, el primero de diciembre de 2006. Según el documento, Rosmira y cuatro mineros más estaban ocupando una tierra que no les pertenecía. Ellos alegaban que llevaban cinco años barequeando allí.

La decisión de fondo tiene como fecha el 23 de septiembre de 2009. Dice el documento que Rosmira construyó el cambuche el 10 de febrero de 2005, “el propietario del bien inmueble en la fecha que yo construí era el señor Jaime Cifuentes, fui autorizada verbalmente por el propietario”, dice el documento. Agrega que tuvieron una mina en la zona donde construyeron Porce II, que fueron indemnizados y, por eso, llegó a La Cabaña con su hermano Flavio.

El abogado de EPM, Álvaro Hernán Giraldo Pérez, solicitó  que Rosmira, Flavio y tres mineros más debían “desocupar y restituir los predios […] en las mismas condiciones que se encontraban antes del inicio de su actividad perturbadora”. Sin embargo, Jaime Cifuentes, quien era propietario del predio antes de vender a EPM, aseguró que Flavio le pidió permiso para barequear a orillas del Porce. “En el momento que yo les di permiso a ellos, no le había vendido a Empresas Públicas de Medellín”, dijo, “si al firmar el contrato me dicen [que] saque esta gente, se la hubiera sacado, pero ellos no me lo exigieron”.

En la decisión la Inspección insistió en que los mineros habían ejercido la posesión del bien antes de la venta a EPM, de ahí que “la solicitud no tiene la entidad ni reúne los requisitos para ser tramitada como amparo policivo por perturbación a bien de uso público y que en consecuencia el funcionario no puede decretar el desalojo”.

Al final, para sacar a Flavio del río no fue suficiente una querella. Mejor lo desaparecieron. Además, sus hijas tampoco recibieron indemnización. Un minero menos, una indemnización menos. 

Silenciar a base de miedo y de plomo

Panorámica de la hidroeléctrica Porce II. Foto: IPC.

Los habitantes de Amalfi tienen en sus casas una bicicleta y una batea, dice Federico Gil Jaramillo, el alcalde del municipio. La bicicleta, porque el pueblo es plano y facilita pedalear, y la batea, porque desde su fundación, hace 185 años, sus habitantes han explotado el oro en el cañón del río Porce. 

—Lamentablemente somos productores de agua —dice el alcalde. —126 quebradas nuestras se vierten a las hidroeléctricas Porce II y Porce III, siendo esta la causa por la que muchas comunidades que se dedicaban a la pesca y a la minería en la vertiente del río Porce, antes de los espejos de agua, tuvieron que migrar a otras actividades. Algunos concertaron o no con la empresa, pero hay un clamor de la comunidad que considera que no fue equitativo y justo el acuerdo que se hizo con EPM.

Flavio no es la única víctima de las hidroeléctricas de EPM. Antes de su desaparición fueron asesinados cinco sindicalistas que trabajaban en el proyecto Porce II, entre los municipios de Amalfi, Yolombó, Guadalupe y Gómez Plata. Un artículo sobre Sintraporce II, del Cuaderno de Derechos Humanos de la Escuela Nacional Sindical (ENS), describe que este sindicato defendía los derechos de 1.200 trabajadores y que el principal conflicto lo tuvieron con el consorcio encargado de las obras, Astaldy-Ravena-Riche-Toko, cuyo jefe de obra era el italiano Franco Bertayola.

Alberto Jaramillo, quien fuera presidente de la junta, fue el primer asesinado por encapuchados que tenían brazaletes del ELN. El jefe de vigilancia del consorcio, de apellidos Jaramillo Panesso, le advirtió a la nueva junta del sindicato que no pusieran tanto problema porque corrían peligro en medio de grupos guerrilleros y paramilitares. En julio de 1997 aparecieron panfletos atribuidos al ELN en los que daba un plazo de dos días a cinco sindicalistas para abandonar la zona. 

Dice el documento de la ENS, con base en el testimonio de varios sindicalistas que sobrevivieron, que “la junta no creyó que el panfleto fuera del ELN. Sospechó más bien que el Jefe de Seguridad estaba pescando en río revuelto y quería hacer pasar la amenaza como si fuera del ELN. Esas sospechas estaban fundadas en el conocimiento que teníamos de que los paramilitares estaban utilizando tanto el campamento como los carros de la empresa para promover sus actividades y que el Jefe de Vigilancia era un activo promotor de las Convivir.”

Las demás víctimas fueron Moisés Canedo, Emilio Puerta, Elkin Clavijo y Niño Peña. En diciembre de 1998 los sobrevivientes de la Junta Directiva se trasladaron a Bogotá y al año siguiente se dispersaron. Tres años después EPM puso en funcionamiento Porce II.

A Flavio aún lo esperan en casa

Luego de la desaparición de Flavio, Rosmira regresó durante dos semanas a buscar en la naturaleza una señal de su hermano. Al día siguiente de la desaparición quiso denunciar y le dijeron que debía esperar 72 horas. Prefirió ir a Medellín y allí le explicaron que no tenía que aguardar tres días para pedir que lo buscaran.

Rosmira abandonó la minería y decidió trabajar en su propio restaurante. En una ocasión escuchó la conversación de algunos policías que se referían a los desalojos de mineros en el Porce. Uno de ellos habló de un minero que se opuso a que lo sacaran, en un sitio que a Rosmira se le hizo similar a La Cabaña, donde su hermano tenía el cambuche. Se quedó en silencio y aún hoy piensa que estos policías saben algo de Flavio. 

Luego alguien soñó con Flavio y en este él estaba muerto en el fondo del río. Rosmira llora de nuevo, se lleva las manos a la cara y se queda en silencio un rato más. Lorena, la hija de Flavio, mira a su tía en silencio, luego baja la cabeza y sus ojos se fijan en algo en el piso. 

Hace casi trece años, en casa no saben de Flavio. El río, el cambuche, las matas de plátano y el mismo Flavio no están. Hoy hay un embalse, de nombre Porce III. Entró en operación casi dos años después de la desaparición. 

Juan Camilo Gallego Castro
Periodista de la Universidad de Antioquia. Autor de los libros "Aquitania. Siempre se vuelve al primer amor" (Sílaba Editores, 2016) y "Con el miedo esculpido en la piel" (Hombre Nuevo Editores, 2013). Algunas de sus crónicas han sido publicadas en Frontera D (España), El Espectador, Verdad Abierta, Pacifista!, Universo Centro y Hacemos Memoria.