No hay plata para la paz, pero sí para la guerra

El actual gobierno crea una atmósfera belicista que nos retrotrae a cien años de barbarie. Será descomunal el despilfarro de vidas humanas que caerán nuevamente en los campos colombianos.

Presidente de Colombia, Iván Duque, durante su intervención en Naciones Unidas pidiendo medidas contra el gobierno de Venezuela. Foto: Cesar Carrión, Presidencia de la República.
Por José Girón Sierra
Investigador en residencia del Observatorio de DD.HH. y paz del IPC

Esto no debe sorprender, habida cuenta de que el proyecto político ganador no fue propiamente el de la paz. Sin embargo, no dejan de producir inconformidad y desasosiego los pasos cada vez más concretos dados por el actual gobierno: en primer lugar, para volver inane el acuerdo de paz pactado con las FARC y, en segundo lugar, para crear una atmósfera belicista que nos retrotraiga a recientes años de barbarie.

La profundización de la guerra contra el narcotráfico, iniciada con algo aparentemente simple como la criminalización de la dosis mínima,y el anuncio de volver al uso del glifosato por el encima de las consideraciones jurídicas de la Corte Constitucional señalan los prolegómenos de la política que viene en camino. A esto se debe agregar algo de importancia capital: por un lado, la ambientación que se le viene dando a la alternativa ya estudiada desde las oficinas de la Casa Blanca y la Casa de Nariño de que la situación venezolana no se resuelve sino mediante una intervención militar y, por el otro, la imposibilidad de continuar, prácticamente, con el proceso de negociación con el ELN dadas las condiciones de rendición que impone el presidente Iván Duque. Esto configura un escenario que no es propiamente el del posconflicto: es sencillamente el retorno a la oprobiosa guerra que tantas víctimas ha dejado a lo largo y ancho del territorio nacional.

Al respecto, dos anuncios del gobierno merecen destacarse: La solicitud del Ministerio de Defensa de que se discuta la inclusión en el presupuesto nacional de1,1 billones de pesos para el “fortalecimiento del sistema de defensa antiaérea multicapa a nivel nacional”. No se trata exactamente de defenderse del Clan del Golfo o del ELN; esto es para prepararse para un eventual ataque de Venezuela que desde hace rato supera a Colombia en equipo bélico,pero sobre todo en armas aéreas.De otro lado, se anuncia que el posconflicto está desfinanciado, que la educación y la salud también lo están y que, si se quiere mantener los programas sociales, es necesario que se grave a la clase media y todos aquellos que no tienen más recursos que su salario. Pero, eso sí, es perentorio rodear de garantías al capital nacional y extranjero, mediante la rebaja de tributos, y ampliar su seguridad jurídica.

Este es, pues, el talante del gobierno al que los colombianos(as) dieron su aval y que cada vez se apresta a volver a las condiciones que por décadas beneficiaron a una elite mezquina con la democracia y dispuesta a defender sus intereses económicosa cualquier precio.  La guerra la necesitan, pero con la plata y los hijos del pueblo. Según su manera de ver las cosas, resulta excelente que en la actualidad cerca de 2.500 desmovilizados de las FARC, según algunos estudios, estén buscando cupo entre los actores armados actualmente activos o que, simplemente, las llamadas disidencias reconstituyan a las nuevas FARC, pues es necesario contar con un motivo para mantener en alto el miedo tan útil para tener a raya cualquier amenaza al statu quo. Con el cerco político y jurídico, pero sobre todo económico,que le vienen tendiendo al posconflicto están a un paso de completar su estrategia de volver trizas el Acuerdo depaz, talcomo habían anunciado. Así,una vez más se constataque el fracaso de no pocos intentos por terminar con la guerra no proviene exactamente de la insurgencia;proviene de sus enemigos que ya no son tan ocultos.

No hay plata para la paz, tampoco para el desarrollo del estado de derecho que tanto ambicionamos, pero sí la habrá para la guerra. El absurdo y la insensatezse mantienen en el animus de la sociedad colombiana; ese es nuestro karma. Bien vale volver sobre las palabras deGabriel García Márquez en su texto sobre el cataclismo atómico.

“Puede decirse, por último, que la cancelación de la deuda externa de todo el tercer mundo y su recuperación económica durante diez años costaría poco más de la sexta parte de los gastos militares del mundo en ese mismo tiempo. Con todo, frente a este despilfarro económico descomunal, es todavía más inquietante y doloroso el despilfarro humano”. El cataclismo atómico. Gabo. El Espectador, septiembre 23 de 2018.

Descomunal será el despilfarro de vidas humanas que caerán nuevamente en los campos colombianos y de los más 1,1 billones que necesitaremos para mantener un pie de fuerza de más de 445.000 hombres y satisfacer así los anhelos belicistas de Trump y de Uribe, mientras los hospitales se cierran, la deuda con el campo se mantiene y la educación pública se privatiza para sobrevivir.

Esa es nuestra tragedia.

 

 * Las ideas aquí expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y en nada comprometen al Instituto Popular de Capacitación (IPC)