Inicio Paz Karina quedó en el monte

Karina quedó en el monte

Elda Neyis Mosquera, conocida en la guerra como Karina, se encontró de nuevo con Marleny Vélez, a quien el frente 47 de las Farc le reclutó su hijo de 14 años. En este encuentro organizado por la Comisión de la Verdad y el Museo Casa de la Memoria se habló de perdón y reconciliación, pero también de la exigencia de las madres de Argelia de encontrar a sus hijos.

-

Elda Neyis Mosquera habla de dos personas que son una misma: Karina, la comandante del Frente 47 de las Farc, “la que se quedó en el monte”, y Elda, la mujer humilde de una familia de Turbo, en el Urabá antioqueño, la mujer joven que ingresó a la guerrilla cuando tenía 16 años, la mujer que se desmovilizó en 2008, la mujer que dice que buscó a Dios mientras estuvo en la cárcel, la mujer que se reconcilió con su peor enemigo en la guerra, la mujer que les pidió perdón a las madres de Argelia a las que les reclutó sus hijos.

Elda Neyis está sentada en el auditorio del Museo Casa de la Memoria en Medellín, cruza las piernas, tiene camisa blanca y pantalón vinotinto, no sonríe, habla cada tanto de dos mujeres: la que era y la que es, “a Elda no le enorgullece lo que fue Karina”. En el escenario dialoga con Marta Villa, directora regional de la Comisión de la Verdad en Antioquia, con la profesora Patricia Nieto y con Marleny Vélez, una madre de Argelia a la que le reclutaron su hijo de 14 años, pero solo vemos su imagen proyectada.

Marleny es extrovertida y habla como un borbotón frente a una pantalla, que se refleja en sus lentes. ¿Cómo llegó a perdonar? Dice que durante años culpó a Karina del reclutamiento de su hijo, que pensó en volverla “torticas” si la tenía enfrente, que hizo fiesta cuando se entregó en 2008 porque por fin sabría la verdad sobre su hijo, que el odio no la abandonaba. Entonces interrumpe su relato y dice que le están sudando las manos, intenta secarlas y continúa: que está cerrando un ciclo desde que la Comisión de la Verdad, luego de mucho tiempo de preparación, organizó dos encuentros entre las madres de Argelia y la mujer de hoy, Elda.  “Por una parte digo que no la odio. Por otro lado estoy triste, porque ¿quién me va a decir ahora de mi hijo y de nuestros hijos”, dice.

Hace unos meses, en el segundo encuentro de Elda con las madres de Argelia, ella leyó una lista con los nombres de algunos de los jóvenes que reclutó, pero allí no estaba el del hijo de Marleny. Ellas hablan de la reconciliación y del perdón, pero siguen esperando la verdad, encontrar a sus hijos.

Elda no justifica ahora quien fue Karina, pero intenta explicar que nació en una familia numerosa de 12 hijos, que cuando ingresó en 1984 a las Farc no había regreso, no había manera de salirse, que les enseñaron de violencia, venganza y desquite, y que no tenía idea de los Derechos Humanos. Que su transición inició en 2008 cuando se desmovilizó, “decía que era el peor momento de mi vida, pero fue el principio de volver a recibir mi identidad, volver a ser Elda”.

Mientras en Argelia las mujeres se juntaron, recibieron acompañamiento psicosocial y se abrazaban en su dolor, Elda vivía en soledad en la cárcel, cuenta que su único acompañante era Dios, que fue el que la reconfortó, que al estar consigo mismo reflexionó su propia vida. ¿Qué se siente con contar la verdad?, le preguntó una excombatiente. “Descanso en el alma, eso es lo que se siente”, respondió.

Elda Neyis Mosquera. Foto: Cortesía Museo Casa de la Memoria.

Pero por más de una década Elda Neyis ha respondido por sus delitos en el marco de la Ley de Justicia y Paz. Esperó durante mucho tiempo encontrarse con las víctimas de Karina y esto solo fue posible hasta que la Comisión de la Verdad y varias organizaciones sociales del Oriente antioqueño la abordaron y le hablaron de perdón y reconciliación.

La profesora Patricia Nieto le pregunta a Marleny cómo recibieron en Argelia el encuentro que las madres tuvieron con Elda. Dice que en el grupo de mujeres fue bien recibido, pero que el resto de su pueblo, “la verdad, necesita mucho proceso para que entiendan lo que hemos venido entendiendo. Yo espero que lo mismo que han hecho con nosotros lo hagan con el resto”.

Nieto aprovecha la respuesta y le pregunta a Marta Villa qué hacer con el resto. “Es una tarea demasiado grande en un país de nueve millones de víctimas”, responde, pues la huella de la violencia es profunda y “nos demoraremos décadas intentando reparar”. Pero es imposible reparar, aclara, si no hay un Estado que entienda. Pone de ejemplo este encuentro entre Elda y las madres de Argelia, que tienen que repetirse más momentos como este en el país.

Elda recuerda que odió durante mucho tiempo. No dice su nombre, pero se refiere a Raúl Hasbún, antiguo comandante del Bloque Bananeros de las AUC. Que fue el responsable de la muerte de dos de sus hermanos y del secuestro de su hija, pero hoy son los mejores amigos y viven en el mismo lugar.

Elda no se refiere a su familia, pero al final cuenta que es una relación marcada por la distancia, “porque no puedo sentarme con ellos en un sitio público a comer”, sus enemigos ya no son ni el Estado ni los paramilitares, sino otras personas que “no me han podido perdonar”, como sus excompañeros en la guerrilla, que la han señalado de “sapa” y de abandonar la causa.

Hay algo de humanidad en el perdón que hubo entre Elda y las madres de Argelia. Pero también hace falta verdad. Marleny dice que quiere que siga el proceso que inició la Comisión de la Verdad, pero esta está ad portas de entregar su informe final. El mejor regalo para las madres que esperan encontrar a sus hijos es que ese proceso continúe con la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) y que Elda pueda ayudar a recuperar los cuerpos de jóvenes que reclutó Karina y que las madres vieron desaparecer entre los bosques de niebla que rodean a Argelia.

Lea también: ¿Qué se necesita para perdonar?: la historia de alias ‘Karina’ y las víctimas de Argelia

Juan Camilo Gallego Castro
Periodista de la Universidad de Antioquia. Autor de los libros "Aquitania. Siempre se vuelve al primer amor" (Sílaba Editores, 2016) y "Con el miedo esculpido en la piel" (Hombre Nuevo Editores, 2013). Algunas de sus crónicas han sido publicadas en Frontera D (España), El Espectador, Verdad Abierta, Pacifista!, Universo Centro y Hacemos Memoria.