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Las enseñanzas de los encuentros entre las víctimas del Oriente antioqueño y los excombatientes de las Farc

La Comisión de la Verdad y el Centro de Fe y Culturas publicaron un informe en el que describen cómo fue posible el diálogo entre víctimas y responsables, la importancia de la reconciliación y de que continúe este tipo de procesos en los que emergen la dimensión humana de quienes hicieron parte y sufrieron el conflicto armado.

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“Reconocemos el secuestro indiscriminado de personas y en especial los realizados en el alto de Guayaquil del municipio de Sonsón”, dijo Marcos Urbano, excombatiente del Frente Unificado Jacobo Arenas de las Farc el 28 de noviembre de 2019. Luego señaló que se responsabilizaban y pedían perdón a los habitantes de Nariño por la toma guerrillera de 1999, en la que utilizaron carros bomba y cilindros explosivos, que causaron la muerte de 16 personas.  “A los argelinos les decimos que tuvimos menores de edad en nuestras filas, su ingreso a la organización privó a sus familias de los afectos del hogar”, agregó.

Entonces Marcos Urbano dijo que sanar las heridas no era fácil, “pero estamos aquí para iniciar un camino, donde podamos responder a los muchos interrogantes que ustedes tienen dándoles testimonios de verdad y así ayudar a la reconciliación y reconstrucción del territorio.” Así fue como, después de varios años, la Comisión de la Verdad reunió a excombatientes de las Farc con víctimas y organizaciones sociales de los municipios Sonsón, Argelia, Nariño y Abejorral, en donde tuvieron presencia los frentes 9, 47 y Jacobo Arenas de la antigua guerrilla.

Fruto de este proceso surgió el informe “Queremos saber ¿por qué? Memoria y aprendizajes del proceso de reconocimiento de responsabilidad de las Farc en la Zona Páramo del Oriente antioqueño, 2020 y 2021”.

Reconocer lo sucedido

En este proceso el reconocimiento fue fundamental, dice Marta Villa, coordinadora de la Comisión de la Verdad en Antioquia, “sobre todo hacerse cargo de los daños y de los impactos de la acción propia y hacerse cargo en términos colectivos como parte de una política, un modus operandi, una forma de actuar. Incluso en algunos momentos ellos reconocieron individualmente que pudieron actuar de otra manera y no lo hicieron”.

En 2019, algunos firmantes de paz se acercaron al centro Fe y Culturas para solicitar la exploración de unos posibles diálogos con los habitantes del Oriente antioqueño, sobre todo en Sonsón, Argelia, Nariño y Abejorral, conocidos como los municipios de la subregión páramos, en donde las Farc tuvieron una fuerte presencia. Luego llegó la Comisión de la Verdad al proceso.

Según el Registro Único de Víctimas (RUV) en el Oriente antioqueño hay más de 350 mil víctimas del conflicto y en el Páramo está el 23.6% de las víctimas de esa región. Para las víctimas con las que conversó la Comisión de la Verdad, el reclutamiento forzado, el secuestro y las desapariciones eran las más recordadas. Fue tal el secuestro en Sonsón, que solo en 2002 la antigua guerrilla secuestró 84 personas; en Abejorral primaron los asesinatos selectivos, el secuestro y la desaparición forzada; en Nariño recordaban la toma guerrillera de 1999, los 9 policías muertos y los siete civiles asesinados, 8 policías secuestrados y el 80% del municipio destruido; mientras que en Argelia recordaban el reclutamiento forzado, las masacres de Samaria y Montecristo por orden del entonces guerrillero alias “Rojas”, los desplazamientos masivos en varias veredas así como las seis tomas guerrilleras entre 1987 y 2002.

De manera que reconocer lo sucedido en el Oriente era uno de los primeros pasos que debían hacer los responsables en el proceso de reconciliación con las víctimas. La Comisión de la Verdad también entendió que no era suficiente un acto público de perdón sino un proceso de preparación entre las víctimas y los responsables, por lo que en los encuentros exploratorios surgieron varias preguntas, que recoge la Comisión en el informe: “¿Por qué? ¿Por qué reclutaron a niños y niñas? ¿Por qué los desaparecieron? ¿Cuándo nos van a decir dónde están? Los firmantes del acuerdo dijeron no tener muchas respuestas y ratificaron su disposición a esclarecer la verdad de lo que había pasado.”

Sin embargo, las dificultades emergieron desde el inicio del proceso. Según Marta Villa, por parte de las víctimas existía desconfianza con las instituciones y desesperanza y miedo frente a las intenciones de los excombatientes, mientras que por parte de los responsables “el principal obstáculo es que no se han pensado mucho, no han tenido mucho tiempo de reflexionar sobre lo que ha pasado y el pasado, y todavía tienen respuestas muy ideológicas, muy desde el sentido de lo que querían hacer.” Además, un segundo obstáculo porque existen jerarquías entre los excombatientes, pues permiten que solo hablen algunas personas.

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¿Cómo lo hicieron?

Para la Comisión de la Verdad, en este tipo de encuentros y procesos de verdad y reconciliación deben estar las víctimas, los responsables y los territorios, así como debe existir un apoyo psicosocial y de comunicaciones.

Identificaron cinco fases con los actores: socialización de la propuesta, acuerdo sobre los alcances del reconocimiento, encuentro de escucha con sus demandas de verdad, encuentro por la verdad en donde haya reconocimiento y un seguimiento y evaluación del proceso.

En ese sentido, hubo jornadas de trabajo con víctimas y responsables antes del encuentro. Y en ese ejercicio fue muy importante la creación de los “Cuadernos por la verdad”, en los cuales los habitantes de cada municipio les hacían preguntas a los responsables. En un primer momento, las víctimas hicieron las preguntas y luego, en otro encuentro, los responsables las respondieron, pero recibieron preguntas adicionales.

Para Villa, “en términos de los objetivos del reconocimiento se lograron los objetivos, aunque hay limitaciones. Se reconoce que lo hicieron, que hizo parte de una política, pero no hay reconocimiento de casos específicos, hay muy pocos, siempre son más generales y territoriales”, por lo que las víctimas hacían preguntas concretas sobre sus familiares. En ese sentido, es un proceso que no se cierra, que continúa hasta que haya respuestas.

Entonces surgieron unos compromisos, en los cuales los responsables responderían a los cuadernos de la verdad, a la búsqueda de las personas desaparecidas y a posibilitar nuevos encuentros.

Marta Villa asegura que la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) recibió los cuadernos e integró esos casos a la ruta de búsqueda en el Oriente antioqueño, incluso ya en Argelia los excombatientes están aportando información que permita encontrar a los jóvenes reclutados y a las personas desaparecidas en la región.

Lo que resta es continuar en el seguimiento y sostenibilidad de este proceso, pero Villa admite que los aliados naturales serán la JEP y la UBPD, además que no es posible que este se mantenga si no está la sociedad civil.  “Esta es una de las experiencias más potentes en términos de reconciliación. Este país con tantas heridas del conflicto requiere muchas conversaciones y encuentros como este. Estos procesos tienen trasfondo de humanidad que es muy difícil encontrar en otros escenarios, esa dimensión humana en responsables y víctimas”, concluye Villa.

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Juan Camilo Gallego Castro
Periodista de la Universidad de Antioquia. Autor de los libros "Aquitania. Siempre se vuelve al primer amor" (Sílaba Editores, 2016) y "Con el miedo esculpido en la piel" (Hombre Nuevo Editores, 2013). Algunas de sus crónicas han sido publicadas en Frontera D (España), El Espectador, Verdad Abierta, Pacifista!, Universo Centro y Hacemos Memoria.