Inicio Democracia Las soledades, los silencios y los vacíos de la paz

Las soledades, los silencios y los vacíos de la paz

-

Foto: Gobernación de Antioquia

Editorial por: José Girón Sierra

Analista de paz del Observatorio de Derechos Humanos del IPC

El 15 de Agosto del presente año se llevó a cabo una cumbre de gobernadores bajo el lema “PREPAREMONOS PARA LA PAZ”. Fue sin duda una gran oportunidad para que la institucionalidad local en boca de los 32 gobernadores, explicitaran desde sus propias realidades cuáles son sus percepciones sobre el proceso de la Habana, cuáles son sus certezas y en donde ubican sus interrogantes. La presencia de analistas nacionales como el expresidente Belisario Betancur y analistas internacionales permitieron abordar aspectos medulares del proceso, donde los aprendizajes referidos propiamente al proceso de negociación y la visualización de un escenario de postconflicto, ocuparon la atención el ejercicio reflexivo.

¿Qué tanto estamos preparados para la paz? Fue una pregunta reiterada. Se fue contundente con la aseveración de que nunca se está suficientemente preparado para ello y que la gran responsabilidad de los liderazgos sociales y políticos radica en crear esa preparación, en movilizar los mejores propósitos y energías sociales en pro de aclimatar la voluntad de la sociedad hacia la paz como el bien más universal. Y esto tiene una importancia capital en un contexto en donde la indiferencia y no pocas mezquindades, anidan en los poderes locales que quieren que el Gobierno haga el gasto. Pero por otro lado, no es menos importante al respecto, la practica reiterada de los gobiernos en su afán centralista de ahogar las regiones anulando su iniciativa y dando un mensaje equívoco de que esto de la paz no es con ellas.

Al respecto, merece traerse a cuento lo expresado en el informe rendido recientemente por el Grupo de Memoria Histórica cuando señala: “La violencia de la desaparición forzada, la violencia sobre el líder sindical perseguido, la violencia del desplazamiento forzado, la del campesino amenazado y despojado de su tierra, la de la violencia sexual y tantas otras suelen quedar marginadas de la esfera pública, se viven en medio de profundas y dolorosas soledades. En suma, la cotidianización de la violencia, por un lado, y la ruralidad y el anonimato en el plano nacional de la inmensa mayoría de víctimas, por el otro, han dado lugar a una actitud si no de pasividad, sí de indiferencia, alimentada, además, por una cómoda percepción de estabilidad política y económica “. Es preciso entonces, romper no sólo con estas inercias en el ámbito regional si no también, que el Gobierno dé mensajes claros  de imprimirle un giro sustancial a su postura centralista.

Los enemigos de una paz negociada en Colombia no son actores ni tan agazapados ni tan ocultos, como a veces se dice, mucho menos en el proceso actual  en el que una expresión política como el llamado “Puro Centro Democrático” lidera las fuerzas incrustadas en el Estado, en la economía y, en general, en la sociedad que pretenden abortar la posibilidad de que se llegue a una negociación exitosa del conflicto entre el Estado colombiano y la insurgencia. Aunque parezca irritante, estamos más preparados para la guerra que para la paz, así, parecen señalarlo, entre otros,  los resultados de sucesivas encuestas en las cuales se pregunta a la sociedad sobre su apoyo o no al actual proceso. Esta situación configura las soledades a las que se han visto enfrentados los gobiernos que han intentado negociaciones que nos han llevado de frustración en frustración. Lo expresó Belisario Betancur, lo vivió Andrés Pastrana y Santos podría encontrase en una situación similar, esto es, la precariedad consensual en algo que exige del apoyo, si no absoluto sí, de la  mayoría de la sociedad. Aparte de que es una posibilidad no deseable por sus costos de todo orden, no es aceptable una paz a la cual se llegue por el trinar de los fusiles. Es imperativo seguir creyendo en una paz a la cual se llegue mediada por la palabra, por el tan indispensable DIÁLOGO en una sociedad que se le ha  impuesto una mordaza desde el miedo, desde la compra de conciencias y desde una cultura política infestada de corrupción.

 No se trata, entonces, de un problema de orden  teórico  o  conceptual, el proceso que avanza en La Habana, necesita de pueblo, es preciso hacerlo creíble y llenarlo de confianza, en esto las regiones se convierten en un componente estratégico de primer orden y por ello, aterrizarlo en la lógica regional es imperativo. La responsabilidad no es poca, entonces, pues se trata al fin de cuentas es de desactivar tanto odio y tanta sed de venganza; también, como se ha dicho, de pintarlo de los colores regionales que no es otra cosa que atender las expresiones particulares  de un conflicto que no obstante contar con las mismas causas objetivas y subjetivas, según palabras del mismo expresidente Belisario Betancur, éstas, no son las mismas en tanto han sido objeto de las circunstancias históricas, económicas y culturales propias de estas territorialidades.

Estamos de alguna manera compelidos a una cruzada por aislar y neutralizar las fuerzas sociales, individuales y colectivas que alimentan la desconfianza, avivan los odios  y se afincan en el poder para perpetuar sus privilegios. Una cruzada que teniendo como horizonte la reconciliación confronte los silencios, resuelva las soledades y llene los vacíos de las certezas y las claridades necesarias.

 

José Girón Sierra

Agosto 17 de 2013