Las puertas de la emisora estaban cerradas. Sus micrófonos se silenciaron el 12 de agosto de 2014 cundo fue asesinado el director, Luis Carlos Cervantes. El letrero: La Morena FM de Tarazá, fue el anfitrión para medio centenar de reporteros que se plantaron frente a la estación radial a rechazar el crimen de su colega. “Queremos una prensa libre” era el lema de la Caravana de Periodistas en el Bajo Cauca.
Parados en el parque de Tarazá, los comunicadores lucieron camisetas blancas y cubrieron sus bocas con cinta de enmascarar, como un símbolo de repudio a las agresiones contra la prensa y a las amenazas contra 8 periodistas en esa región.
En silencio los reporteros recorrieron las calles aledañas al parque hasta llegar de nuevo a la emisora. Fueron pocos los habitantes que se acercaron al plantón; apenas un grupo de niños y unos cuantos adultos. La mayoría de la gente se limitó a observar de lejos con notorio disimulo.
Tarazá es uno de los seis municipios que conforman el Bajo Cauca, una subregión de Antioquia afectada por el conflicto armado, con presencia de guerrilla y grupos pos paramilitares conocidos como BACRIM. En esa zona, el control social y político de los actores ilegales ha hecho que la población civil permanezca atemorizada, presa de homicidios, desplazamientos, desapariciones y otras vulneraciones a los derechos humanos.
“Parece un pueblo fantasma”, comentaron algunos periodistas que se sintieron intimidados por el pesado ambiente en Tarazá, aquel sábado 6 de septiembre cuando desarrollaron el plantón. Muchos de ellos, debieron pensar en lo difícil que resulta ejercer el periodismo en una región conflictiva y con fuertes limitaciones a la libertad de expresión.
Esa reflexión seguro los llevó a imaginar los momentos que enfrentó Luis Carlos Cervantes al ejercer su oficio en aquella región en medio de amenazas. Desde el año 2010, cuando era corresponsal del noticiero regional Teleantioquia Noticias, el fallecido periodista recibió una serie de intimidaciones tras denunciar los presuntos nexos de algunas Alcaldías de la zona con las bandas criminales (Rastrojos, Paisas y Urabeños).
Ahora, cuando la voz de este periodista ha sido silenciada, es la mordaza simbólica de sus colegas la que sienta una protesta y exige garantías para el ejercicio periodístico en el Bajo Cauca. El mensaje es contundente, los periodistas de Antioquia no se van a quedar callados frente a las vulneraciones a la prensa.
No obstante, al escuchar los relatos de los periodistas locales, Guarnizo expresó que “se quita el sombrero ante los comunicadores del Bajo Cauca porque trabajan en condiciones adversas.” Y enfatizó en que las amenazas no pueden silenciar a la prensa porque la labor del periodista radica en señalar los errores de la humanidad.
En esa línea, Fernando Cifuentes, miembro de la APA, periodista de Hora 13 Noticias y corresponsal de Noticias Uno, expresó que el mayor riesgo para la prensa es terminar siendo cooptada por el poder y precisó que “cuando amenazan a un periodista, esa amenaza se extienda los demás. Lo que se busca es advertir a los otros que si hacen lo mismo están expuestos.”
Por su parte, Óscar Martínez, director de la emisora Caucasia Estéreo y presidente de Transmitir Asociados, una de las asociaciones que agremia a periodistas del Bajo Cauca, fue reiterativo en afirmar que los comunicadores se deben unir para exigir respeto por el derecho a la libertad de expresión y para repudiar las agresiones en su contra.
“Tenemos que entender que solos no podemos (…) Necesitamos apoyo de periodistas de afuera para que la gente entienda que callar a un periodista no es negocio para ningún grupo”, afirmó el reportero local.
Y es que la articulación fue otro de los principales logros de esta movilización en el Bajo Cauca, pues allí se encontraron reporteros de medios locales, departamentales y nacionales que pertenecen a diferentes agremiaciones de prensa.
Además, bajo el liderazgo de la APA, surgió la iniciativa de desarrollar una próxima caravana hacia la región de Urabá, otra de las zonas de Antioquia afectadas por las agresiones a la prensa. De esta manera pareciera gestarse en el departamento un movimiento de comunicadores por una prensa libre.
Leiderman Ortíz, entrevistado
Lágrimas de un periodista amenazado
“Cuando detonaron una granada contra mi casa en el año 2010 no sentí miedo, sentí verraquera. Pero cuando mataron a Luis Carlos Cervantes sí sentí miedo. Yo lo veía en el ataúd y me veía a mí mismo.”
Con esta confesión, el periodista Leiderman Ortiz, director del periódico La Verdad del Pueblo, refirió su situación personal luego de seis años de amenazas continuas a raíz de sus investigaciones y denuncias sobre los grupos criminales y sobre las relaciones ilícitas de algunos funcionarios locales.
Para Leiderman no fue fácil hablar. Cuando quiso comenzar su relato entró en crisis. Le temblaron las manos y los labios, se le cortó la voz, se le salieron las lágrimas y fue incapaz de formar alguna oración. Apenado por su condición, el reportero se giró de espaldas a los asistentes y entonces un grupo de compañeros se acercó para abrazarlo y darle fortaleza.
Leiderman es un reportero que ha enfrentado amenazas desde 2009 y aun así nunca ha dejado de investigar y denunciar. Por eso, algunos se sorprendieron al verlo llorar frente a sus colegas.
Luego de superar la situación, el periodista reveló que el conflicto armado y los grupos ilegales no son los únicos temas sensibles de abordar en la región, también la minería informal y la política local, se han convertido en temas de riesgo para los comunicadores porque cuando hacen denuncias aparecen las intimidaciones.
Leiderman, quien fue amigo cercano de Luis Carlos Cervantes, repudió el asesinato de su colega pero sobre todo la falta de protección por parte de las autoridades locales, departamentales y nacionales. Según él, fue la desatención del Estado lo que finalmente le costó la vida a su compañero.