Si bien no hay aún cifras oficiales consolidadas, el ejemplo de
Las amenazas de muerte lanzadas contra más de un centenar de estudiantes de diversos barrios de la ciudad; la muerte violenta de cinco de ellos en los últimos tres meses; la presión de reclutamiento forzado por parte de los grupos criminales; y hasta el miedo cotidiano que genera la violencia urbana, aparecen como las principales causas generadoras de una preocupante ola de deserción escolar e inasistencia de los centros educativos que afronta la ciudad.
Docentes consultados por
Hernando Posada, director del Núcleo Educativo 921 Doce de Octubre, que agrupa 18 instituciones de esta comuna, afirma que unos 400 estudiantes de este sector de Medellín han abandonado el sistema educativo, cancelado matrícula, solicitado traslado a otras instituciones educativas e, incluso, han pedido autorización a las directivas de sus respectivos colegios para terminar el año lectivo desde sus hogares.
Los mayores problemas se registran en
De acuerdo con el directivo docente, los colegiales temen asistir a clases debido a los límites territoriales y controles sociales que las bandas armadas ilegales han impuesto en la comuna y que nadie se atreve a quebrantar. Para los más jóvenes, moverse de un barrio a otro, así sea para ir al colegio, implica convertirse en blanco de amenazas, intimidaciones, señalamientos y, en el peor de los casos, asesinatos.
De eso pueden dar fe las directivas de
“Argumentaron que tienen miedo de venir a estudiar, pues no saben si al regresar a sus casas van a ser amenazados o asesinados por el sólo hecho de vivir en un barrio en disputa”, asegura Diego Montoya, rector de
Meses antes, unos 20 estudiantes habían realizado los trámites de cancelación de matrícula por el mismo motivo: imposibilidad de trasladarse desde sus barrios hasta el centro educativo y varios han manifestado haber recibido amenazas contra sus vidas, entre ellos el personero estudiantil.
La violencia en los barrios ha obligado a las instituciones educativas a replantear sus cronogramas académicos, flexibilizar sus metodologías de enseñanza e, incluso, modificar sus horarios de ingreso y salida de estudiantes a fin de no exponerlos a situaciones riesgosas.
“En la jornada de la mañana, los estudiantes llegaban muy tarde o simplemente no venían. Y es que en los barrios había orden de que no se podía salir hasta cierta hora. Nos tocó ser flexibles con eso. Ahora, por solicitud de los mismos padres de familia, la hora de salida de la tarde se recortó en 30 minutos, es decir pasó de las 6:45 a las 6:15 de la tarde”, explica el rector de
Los docentes que trabajan en aquellas zonas críticas advierten que el conflicto armado que agobia a numerosos barrios de la ciudad se está trasladando, lenta y sutilmente, a las aulas de clase.
“Hay estudiantes que tienen un hermano, un familiar o un amigo cercano en una banda armada y aquí se encuentran con compañeros de estudio que tienen algún vínculo con la banda enemiga. Entonces llegan al colegio, se dicen cosas, se miran feo, van y le cuentan a los de sus respectivas bandas que en el colegio estudia ‘fulano’ y ‘perano’ y que pasa: después llegan los armados a esperarlos a la salida del colegio o se amenazan”, relata un profesor de
Pero esta es sólo una de las consecuencias que está originando el conflicto en los colegios de Medellín. Según fuentes de
Dicha situación ha sido detectada principalmente en instituciones educativas de las comunas 1, 4, 6, 8, 13 y 16 de la ciudad. La preocupación entre directivas radica en que a través de este mecanismo, los grupos delincuenciales están reclutando a los más jóvenes para la comisión de actos delictivos o para engrosar las filas de estas estructuras.
Instituciones como Antonio Derka,
Docentes: en la mira
La cifra muestra un notable incremento con relación a los 61 casos de amenazas registradas en todo el año pasado por el Comité. De hecho, en los siete meses que han transcurrido de este año varias instituciones educativas de la ciudad han tenido que cambiar hasta tres ocasiones el rector y otras, como sucede actualmente en el corregimiento Belén Altavista y en la comuna 13, afrontan la amenaza de dos, tres o más docentes.
“A uno como maestro lo afecta mucho esta situación. Al principio de año se traza un objetivo con los alumnos y, de repente, te toca suspender, esperar a ver donde te reubican, que plaza hay disponible. Es muy preocupante lo que está pasando con la educación”, le relató un docente amenazado a
De hecho, las discusiones sobre cómo proteger la vida de la comunidad educativa y garantizar el derecho a la educación en medio de un clima de violencia generalizado ocupan hoy la mayor atención de docentes y directivos. Lo preocupante es que toda esta situación está generando una serie de traumatismos en el sistema educativo que incidirán, de manera negativa, en la calidad de la educación en la ciudad.
“No es lo mismo cuando un estudiante viene con un modelo formativo continuo, con un cuerpo docente estable, donde ya hay grupos de trabajo, a tener que adaptarse nuevamente en otra institución. Eso crea un caos que se ve reflejado en un bajón académico y en problemas de convivencia al interior de los colegios”, manifiesta el Director del Núcleo Educativo 921.
A eso se suma que las solicitudes de traslado a otras instituciones educativas, las cancelaciones y el ausentismo también tienen repercusiones negativas en la parte administrativa. “Ahí se nos está generando otro caos. No es fácil, a estas alturas del año, conseguir cupos para los estudiantes que están pidiendo traslados, pero los directivos tenemos que garantizar el derecho a la educación”, afirma el directivo.
Y si bien la escuela se ha constituido como espacio de paz y neutralidad ante los conflictos, el rector de
“Esta es una situación que se nos sale de las manos. Anteriormente, en otras épocas de violencia, nosotros sabíamos como movernos y cómo actuar porque conocíamos a los actores de ese conflicto. Podíamos utilizar la pedagogía, esas son nuestras armas. Hoy eso es casi imposible, no sabemos el por qué de esta violencia y quiénes son los enfrentados”, indica el rector.
En lo que ambos coinciden es que si bien la seguridad en muchos barrios de la ciudad amerita una fuerte presencia de efectivos de policía y militares, ello no implica que la escuela se tenga que militarizar.