La vida de Luz Mery Velásquez se partió en dos el 24 de febrero de 2001. Ese día, las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio detuvieron y desaparecieron a su esposo, Julián Emilio Cataño. Él era ingeniero civil y trabajaba en la Central Hidroeléctrica Miel I, en el municipio de Norcasia (Caldas). Por esa razón se unió al Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice), capítulo Antioquia.
Ella y algunas de sus compañeras de “lucha” se reunieron este 24 de agosto afuera del Teatro Pablo Tobón Uribe, en el Centro de Medellín. Ahí estuvieron, expectantes, desde pasadas las 5:30 de la tarde y hasta casi las 9 de la noche. Sentadas en torno a una mesa, acomodada en la calle bajo la protección de los árboles, esperaban ansiosas para ver la transmisión televisiva de un hecho que debió ocurrir hace décadas.
“Hoy hemos llegado a la meta. La firma de un Acuerdo Final con la guerrilla de las FARC es el fin del conflicto armado. La mejor forma de ganarle a la guerra fue sentándonos a hablar de la paz. La guerra ha terminado”, afirmó Humberto de la Calle, jefe negociador de la delegación del Gobierno en la mesa de negociaciones de paz, a pocos minutos de que fueran las 7 de la noche, desde el Palacio de Convenciones de La Habana (Cuba).

Luz Mery, sus compañeros y decenas de miembros de organizaciones sociales y partidos políticos alternativos, celebraron la noticia. “Sí se pudo; sí se pudo”, gritaban eufóricos mientras ondeaba banderas blancas o del tricolor de nuestro país y, algunos, se abrazaban. “No a la guerra, sí a la paz; no a la guerra, sí a la paz”, agregaban, siguiendo el ritmo contundente de los bombos que tocaba un grupo de mujeres.
“Seguramente el acuerdo logrado no es un acuerdo perfecto. Pero (…) tengo la certeza de que es el mejor acuerdo posible”, aseguró De la Calle. Entre tanto, Luz Mery y los demás espectadores escuchaban atentos como el negociador concluía diciendo que ahora el acuerdo del fin del conflicto “está en manos de cada colombiano para que decida lo que le dicte su íntima sabiduría”.
Los minutos fueron corriendo, a un ritmo similar al del batir de alas de los murciélagos que revoloteaban entre los árboles, y llegó el momento de escuchar a “Iván Márquez”, jefe negociador de la delegación de las FARC. Él reafirmó que se había cerrado “el acuerdo de paz más anhelado de Colombia”, que incluye compromisos en torno a tierra, democracia, víctimas, política sin armas, implementación de acuerdos con veeduría internacional, entre otros.
El acuerdo de paz, indicó, “no es un punto de llegada sino el punto de partida para que un pueblo multiétnico y multicultural, unido bajo la bandera de la inclusión, sea orfebre y escultor del cambio y la transformación social”. Pero para ello, “tendrá que ser convertido más temprano que tarde, con el constituyente primario, en norma pétrea que garantice el futuro de dignidad para todos y todas”, precisó.
A las 7:28 minutos, cuando concluyó la transmisión en directo desde La Habana, inició la alocución del presidente Juan Manuel Santos. Él hizo énfasis en que en buena hora “todo está acordado” y firmado en un acuerdo final –e inmodificable– que permitirá “cerrar el capítulo de la guerra con las FARC y empezar a escribir un nuevo capítulo de paz” en el cual se fortalezcan los derechos humanos.
Pero para que se materialice ese anhelo, que es el que comparten Luz Mery y millones de colombianos, es fundamental que todos votemos favorablemente este acuerdo histórico. Por eso, añadió, el texto definitivo del acuerdo final será enviado al Congreso, para convocar al plebiscito por la paz que se llevará a cabo el domingo 2 de octubre en todas las regiones del país.
Luego de estas palabras del presidente, aplaudidas y acogidas por todos los espectadores de modo esperanzador, Luz Mery pudo celebrar realmente la noticia que había esperado por muchos años. No dudó en pararse de la silla para danzar al ritmo de los bombos, porque “este acuerdo es la oportunidad para que haya dignificación de las víctimas y para que vivamos en un país reconciliado y en paz”.