Inicio Escuela y Joven ‘En la educación necesitamos recuperar los sueños’

‘En la educación necesitamos recuperar los sueños’

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Instrucción que crea estudiantes y no ciudadanos, obsesión por los indicadores de gestión y proliferación de universidades de garaje son algunas características del panorama educativo en América Latina.

Edgardo Álvarez, investigador desde hace 15 años del Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación (PIIE) de Chile está de visita por estos días en Colombia como invitado al Seminario Internacional ‘La escuela en contextos armados: educación libre de violencias’ que se realiza en el Parque Biblioteca San Javier entre el 17 y 19 de noviembre. La Agencia de Prensa IPC dialogó con él sobre el panorama de la educación en América Latina.  

Según los currículos educativos, ¿para qué se está formando al estudiante latinoamericano?

Sería interesante hacerles esa pregunta a profesores o directores. Tengo la percepción de que no se les está formando: se les está instruyendo y entregando una carga de contenidos disociada de su vida cotidiana, de su realidad. La escuela latinoamericana está sacando alumnos en vez de ciudadanos.

El éxito de la educación básica está medido por la capacidad de reproducir un contenido. En la educación técnica es medido por la preparación de mano de obra barata que ni siquiera es coherente con los sistemas productivos de los países.  Hay que tener competencias duras, manejar matemáticas pero hay que tener claro que la vida no empieza ni termina ahí, tienes que desarrollar otro conjunto de ideas sociales que son incluso más potentes para el mundo que enfrentamos. El fracaso de nuestros jóvenes en el mercado laboral apunta a eso.

¿Qué consecuencias trae para la calidad educativa atar recursos a la apertura de cupos o a evaluaciones estandarizadas?

Hemos caído en una fiebre de mediciones. Estamos preocupados de que nuestros estudiantes sepan matemáticas, lenguaje, ciencias pero nadie se preocupa de que puedan desarrollar un proyecto de vida. La dificultad que tenemos con nuestros jóvenes es que no tienen este proyecto y que la escuela no entrega recursos para construirlo.

Además, la expresión más cultural de la escuela es la cultura juvenil, que irrumpe y supera la escolar porque no da cuenta de lo que ésta ha sido históricamente. La cultura escolar es homogénea, la juvenil es la expresión más acabada de la diversidad y a nuestra escuela no le gusta la diversidad.

¿En qué momento la escuela salió de su contexto?

En el caso chileno fue en la medida en que el modelo privatizador y económico de mercado empezó a irrumpir fuertemente. También muchas veces se da una dicotomía que es falsa: aquellos jóvenes que aparecen en la escuela como problema pero afuera son líderes sociales y juveniles. Así, los estudiantes sufren una separación de su cotidianidad: la escuela no hace educación con la comunidad, no explota las potencialidades de cada uno de ellos. Hay profesores que no tienen ni idea de que muchos de sus estudiantes son líderes de hip-hop, de medioambiente y es como si la escuela matara todo eso. 

¿Cómo debe ser la preparación docente para enfrentar los retos de la escuela de hoy?

El primer elemento es subjetivo y para mí es el principal: necesitamos recuperar los sueños de nuevo, que nuestros docentes recuperen sus utopías y sueños de que es posible la transformación de esta realidad a partir de sus propias prácticas.  En segundo lugar, que aquellos que están trabajando en sectores populares comprendan que la pobreza no es un pretexto para no alcanzar los objetivos de aprendizaje en los niños y niñas que asisten a nuestras escuelas públicas. No quiero decir que sea tarea fácil porque requiere de una capacidad tremenda para estar en contexto.

Lo tercero es que efectivamente el perfeccionamiento docente se oriente a esto porque en el caso chileno no impacta en el aula. Son perfeccionamientos destinados a la movilidad económica del docente: se capacita para ganar más plata o por la posibilidad de acceder a cargos directivos que también significan un mejoramiento económico.

¿Qué enseñanzas le deja a la sociedad civil de América Latina el movimiento estudiantil?

Dos aprendizajes críticos: el primero es preguntarnos qué somos como sociedad civil. No somos la sociedad civil de los 60, ni de los 70, ni de los 80. Hay una fuerte pregunta de qué somos y de cómo estos contextos de movilización ciudadana nos interpelan y pareciera ser que la superación pasa por esa concepción ‘oenegeísta’ de que la sociedad civil es un conjunto de Organizaciones No Gubernamentales (ONG), ahí hay un fuerte debate conceptual y una interesante reflexión con respecto a ese enfoque.

Y lo segundo es el mito entre sociedad civil y movimiento social.  ¿Somos parte del movimiento social?, ¿somos facilitadores de él? Cuando ves la irrupción de los estudiantes, no solo en el caso chileno sino también en el colombiano y el argentino, te das cuenta que muchas veces creemos ser parte del movimiento social como sociedad civil y de repente la acción ciudadana nos supera. Mientras no tengamos claro cuál es nuestra relación y nuestra articulación con los movimientos sociales vamos a llegar atrasados a todo.

¿Existe alguna unidad en este movimiento?

Grosso modo creo que no, que las apuestas están mucho más centradas en buscar la coherencia interna más que la coherencia regional. El gran debate del  caso chileno y que es válido a lo mejor para el caso colombiano es cómo los estudiantes logran plantearse el tema político en un movimiento que ha estado caracterizado por la negación de las lógicas políticas para negociar las reivindicaciones.

La negociación política desde la acción ciudadana se plantea, por ejemplo, cuando los estudiantes colombianos dicen que son capaces de bajar la movilización mientras el Gobierno dé señales de que sacó la urgencia de la reforma a la Ley 30. Ese es un rol desde el punto de vista de la sociedad civil y ahí hay un debate que puede ser interesante, por lo menos en Chile estamos en eso.

¿El fenómeno de las ‘universidades de garaje’ está extendido a todo el continente?

Esta es una de las expresiones más emblemáticas de cómo el mercado instala una oferta que no responde, ni siquiera, a la calidad ni a la pertinencia que va adquiriendo el país en la formación de sus recursos humanos.

Hoy en día te encuentras con verdaderos ‘holding educativos’, tipos que siendo privados te forman escuelas y universidades como si fueran centros comerciales. En Chile ves universidades privadas que son verdaderos fraudes: tenemos más de 5.400 carreras de las cuales no más de 500 deben estar acreditadas en un proceso que es muy cuestionado. Además, de ellas no deben ser más de 300 ó  350 las que efectivamente tienen estándares de calidad positivos.

Así, después de pagar un dineral sales con un certificado que no te garantiza absolutamente nada: la privatización y el lucro han sido tan salvajemente instalados que la movilidad social de la educación está absolutamente olvidada.

 

Edgardo Álvarez, quien además es el Director Regional para el Cono Sur del Consejo de Educación de Adultos de América Latina y El Caribe (CEAAL) presentará durante el segundo día de Seminario su ponencia ‘El derecho a la educación, en el marco de la Educación para Todos. El caso Chile’ que está relacionada con estos y otros temas educativos de América Latina.