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Caravana Humanitaria internacional visitó el Oriente antioqueño

En su recorrido por cinco departamentos del país, este grupo de internacionalistas hizo su primera parada en esta subregión del departamento de Antioquia. El extractivismo, el turismo y los altos índices de violencia y violación a los DDHH, son los temas que ocuparon la agenda durante su recorrido.

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*Fotografías Cortesía: Periferia Prensa

El Oriente antioqueño abrazó a los hombres y mujeres de la Caravana Humanitaria, quienes recorrieron sus tierras, escucharon sus problemáticas y conocieron sus apuestas por la defensa del territorio. Los y las defensoras del territorio son conscientes que cuatro días no eran suficientes para profundizar en las raíces del problema, pero sí lo fueron para dibujar una radiografía del territorio y para evidenciar que, pese a las dificultades, el tejido social en las tierras del Oriente está más fuerte que nunca. 

Esta Caravana, compuesta por representantes de organizaciones sociales y comunitarias, iglesia, defensores y defensoras de los DDHH, integrantes de ONGs e instituciones nacionales e internacionales, inició su recorrido en el mes de julio en el departamento de Antioquia y recorrerá el sur de Bolívar, Arauca, Chocó y Cauca, finalizando en agosto en la ciudad de Cali con la entrega de un informe final que recogerá el contexto de cada región y recomendaciones para el gobierno nacional y los gobiernos locales.

El propósito de este recorrido es reconocer y conocer las condiciones de vida de la población de estos lugares, sus planes de vida y los proyectos comunitarios y sociales que desarrollan para permanecer en el territorio. Sin embargo, también hay un gran interés en visibilizar la situación de crisis humanitaria, la violación sistemática de los DDHH y el accionar de las empresas transnacionales y extractivas, y su vínculo con esas violaciones de derechos.  

La visita al Oriente antioqueño no fue fortuita. En 2017 esta misma Caravana había arribado a sus montañas y por eso, en 2024, quisieron regresar a estas tierras con el objetivo de realizar una trazabilidad de lo que habían identificado hace siete años; así como dar una respuesta al llamado que hacen las organizaciones sociales de esta subregión frente a la crisis humanitaria que se está presentando. 

Xabi Areta, del comité de internacionalistas del País Vasco, regresó al Oriente con la ilusión de volver a ver a sus amigos y amigas defensores del territorio. A pesar de la emoción que causó el reencuentro, volver y ver la situación de los y las campesinas, le dejó un sinsabor y una gran preocupación. 

“Es verdad que las cosas cambian, pero hay otras cosas que permanecen y hemos visto la dificultad de muchas comunidades para permanecer en el territorio y la complejidad para seguir con los planes de vida y el tejido asociativo por parte de la comunidad. Nos llama mucho la atención el turismo como una estrategia de descampesinización. Parece que hubiera un interés en sacar a la gente del territorio, mientras los proyectos y megaproyectos siguen adelante. Hay cierto paralelismo de que la gente abandone el territorio para que sea más fácil debilitar el movimiento social y llevar a cabo dichos proyectos”, explica Xavi.

Las problemáticas que se abordaron durante los recorridos por los municipios de San Luis, San Francisco, El Santuario y Granada giraron principalmente en los impactos de las pequeñas centrales hidroeléctricas y las centrales hidroeléctricas que se han proyectado sobre las rondas hídricas y los ríos, afectando la permanencia de las comunidades en los territorios y los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales. 

Para Pilar Parra, integrante de la Asociación Campesina de Antioquia, existen además otras presiones sobre el territorio relacionadas con el aprovechamiento del territorio a partir de los  monocultivos, las actividades de minería, sobre todo de caolín y gravas, y el turismo, que ha generado modificaciones en los planes de vida y los proyectos campesinos de las comunidades. 

“Esa acumulación de capital va generando y aumentando la desigualdad y hay que leerla desde el ordenamiento territorial. Se piensa la región como un territorio para la generación de energía, pero que también que es compatible con el turismo, con otro tipo de economías y de vidas menos con la vida campesina”, comenta Pilar. 

A estas problemáticas históricas en el territorio, se une la creciente oleada de violencia y hostigamiento que está viviendo la región en los últimos meses. Según la Mesa de Derechos Humanos del Oriente antioqueño, entre 2020 y 2023 se reportaron 737 casos de homicidio en los 23 municipios; mientras que entre 2005 y 2020, 8.361 campesinos abandonaron su condición rural y alrededor de 63.062 personas migraron a los centros urbanos

“Lo otro que les impactó mucho fue escuchar las distintas visiones acerca de grupos armados en la región, de qué es lo que pasa ahí. Esa parte no fue fácil trabajarla porque, aunque hay situaciones donde todo mundo sabe que hay grupos armados, la gente por miedo no se atreve a hablar del asunto. Sin embargo, lo que sí permanece intacto es el negacionismo institucional con frases como ‘aquí no pasa nada’, ‘no sé de qué me hablas’, ‘todo por aquí es tranquilo’”, comenta Pilar. 

Para ella y quienes estuvieron en la Caravana es necesario ahondar en el debate en clave de derechos humanos, analizar y profundizar, de una manera más juiciosa, el contexto de la subregión para plantear hipótesis y soluciones alrededor de la cooptación territorial, y así lograr comprender cuáles son las dinámicas de violencia que se están asentando en el territorio, si corresponde a delincuencia común, a microtráfico o a una estrategia de acoplamiento con sectores empresariales que tienen interés en la región.

“Nos alarmamos con los datos de Colombia frente a homicidios, desplazamiento y  líderes sociales asesinados. Nos interesa también el tema de las multinacionales porque muchas de ellas  son beneficiarias del accionar de ciertos grupos armados, evidenciando cierta sintonía con ese control territorial; y nosotros nos sentimos un poco responsables también porque algunas de esas multinacionales son de nuestros países. Entonces el objetivo también es monitorear qué empresas son, para luego seguir trabajando por Colombia de vuelta de nuestros países”, explica Xavi.

La resistencia de un tejido social que se niega a ceder

En cuatro días, la Caravana pudo dibujar esa radiografía del conflicto social y ambiental, pero también tuvo la oportunidad de conocer las experiencias y proyectos sociales y de resistencia que se continúan tejiendo y fortaleciendo en el territorio.

Acciones de memoria que se construyen en el Salón del Nunca Más, en Granada; grafitis, murales y expresiones artísticas de los jóvenes de San Luis; las resistencias campesinas en San Francisco; y el Festival de la Chicha en Santuario, fueron algunas de las experiencias que representan la resistencia y la lucha de decenas de comunidades que se niegan a ceder frente a los hostigamientos y amenazas. 

Ana María Ramírez Bedoya, es una jóven del Oriente antioqueño, quien en su colectiva AWA, visibiliza todas las problemáticas ambientales a través del arte textil. Ella señala que la juntanza social de La Unión y La Ceja es lo que ha permitido hacerle frente a los proyectos de minería, de generación de energía y de producción de agua para Medellín.

“Pasa algo muy bonito y es que desde el 77 en La Ceja no había movimientos sociales, no había una manifestación, un levantamiento de masas; y el pasado 15 de mayo nos citamos para llenar el Teatro Municipal de La Ceja y lo logramos llenar. Allí se presentaron 60 ponencias en contra de la minería, eso nos enriqueció mucho, pues Cornare, como entidad territorial, nos dice que van a archivar las licencias”, cuenta Ana. 

Con siete años de diferencia entre las visitas de la Caravana, las problemáticas se mantienen y han aumentado; sin embargo, Ana rescató la presencia de estos internacionalistas, pues su visita en 2017 frenó la construcción de una represa en Puerto Garza, San Carlos. 

“Fue muy positivo porque gracias a esa Caravana también se pudo visibilizar demasiado las problemáticas locales y se le dio una voz gigante, por ejemplo, al Samaná, para que se protegiera y que realmente hubiera una figura de derecho. Entonces siento que son muy importantes porque nos dan un empujoncito, de poder tocar otras puertas, porque entendemos que localmente vamos a ser invisibilizados, y que a veces se necesita brincar un poquito más para que se note y creo que esta Caravana es eso, como ese trampolín”.

Xavi Areta reconoce las dificultades que existen en la exigencia de los derechos humanos, pero rescata la tenacidad de las comunidades, de los jóvenes que siguen resistiendo: “para mí lo increíble es que la gente sigue luchando. Yo sigo viniendo y la gente sigue resistiendo, las comunidades, las organizaciones de Medellín y de todo Colombia, y eso sí que es increíble, esa lucha”. Queda un halo de esperanza para los y las integrantes de la Caravana y para las comunidades del territorio. 

Daniela Sánchez Romero
Periodista de la Universidad de Antioquia. Me interesan los tema de cultura, memoria, paz y derechos humanos.