A Piedad intentaron acallarla en varias oportunidades de su historia como activista y política colombiana: fue víctima de atentados, un secuestro y una serie de persecuciones políticas que le costó su curul en el Senado en 2010.
Con su muerte, el pasado 20 de enero, Piedad Córdoba es recordada por las multitudes defensoras de derechos humanos, feministas y afrodescendientes como la mujer que habló y trabajó incansablemente por la construcción de paz territorial, de democracia, sobre derechos de las minorías y sobre la justicia social.
Martha Peña, socia del Instituto Popular de Capacitación (IPC), conoció a Piedad en la época de los años noventa durante las acciones de defensa y discusiones sobre los derechos humanos realizadas por el IPC y en los cuales estuvo presente Piedad. Para Martha, esta mujer negra confrontó los poderes oligarcas y tradicionales de la política colombiana.
“Ella era la única persona que siempre estaba dispuesta a todo, como por ejemplo, lograr un acuerdo humanitario para la liberación de secuestrados; fue una defensora de los procesos de negociación política y una mujer muy relacionada con el contexto político de Antioquia que incomodaba a las clases tradicionales”, recuerda Martha.
Es por eso que, a pesar de que sus conocidos, amigos y amigas reconocen que siempre puso su cara ante las injusticias con total desinterés, se le castigó públicamente al sostener conversaciones con grupos al margen de la ley frente a los procesos liberación de secuestrados y llevar a la justicia los casos de corrupción que se daban en la política.
Alejandro Cometa, defensor de derechos humanos e integrante de su UTL durante los últimos dos años, recuerda a Piedad por su convicción revolucionaria de cambio y transformación, que la hicieron una mujer adelantada para su época pero también, “un ser incorruptible que molestó mucho a la clase política tradicional de ese país, a la misma clase política del Partido Liberal del cual ella era integrante”.
Desde el programa Colombianos y colombianas por la paz, Piedad impulsó las acciones de liberación a secuestrados de las Farc, con acompañamiento de la Cruz Roja Internacional, en el que se logró la liberación de militares, policías y personajes de la política colombiana como Clara Rojas y Consuelo González.
La interlocución con la antigua guerrilla de las Farc para la liberación de secuestrados y su cercanía con el gobierno venezolano de Nicolás Maduro le costó un sinfín de acusaciones y el daño de su imagen como defensora de derechos humanos. Piedad pasó de ser conocida por su papel como constructora de paz, a ser catalogada como colaboradora de las Farc, aliada del gobierno venezolano y traidora de la patria.
Sin embargo, a pesar de que las investigaciones en su contra no avanzaron, de que en 2016 el Consejo de Estado tumbara la inhabilidad política por supuesta colaboración con la guerrilla de las Farc, Piedad “murió con la cabeza en alto”, así dijo el Senador Iván Cepeda, con quien trabajó en Colombianos y colombianas por la paz.
“Definitivamente los medios de comunicación tradicionales y quienes se sentían amenazados por lo que representaba Piedad, no lograron opacar su imagen. Piedad murió con su cabeza en alto. No puedo negar que cometió errores y algunos deslices durante su carrera política, sin embargo eso no logró apagar el gran trabajo que hizo durante su época como Senadora, como negociadora que buscó incansablemente la construcción de la paz y como una mujer clave para mantener las relaciones entre Colombia y Venezuela”, comenta Iván.
Su papel como defensora se extendió por toda América Latina y como internacionalista de izquierda, le permitieron ser consultora política y visionaria del devenir progresista de los gobiernos populares de izquierda que comenzaron a tomar relevancia en Venezuela, Brasil, Honduras y Ecuador, en donde realizaba trabajo con comunidades afro, con sindicatos, comunidades lgbtiq+ y grupos feministas.
“Yo creo que ella retaba a todo el mundo: retaba hombres, retaba miradas muy conservadoras, retaba a la oligarquía, porque imagínate defender todo lo que el estatu quo intentaba legitimar y Piedad hizo eso de manera muy temprana, incluso cuando todavía no había mucho liderazgo intelectual del feminismo, ni tampoco de las comunidades étnicas”, recuerda Martha Peña.
Gloria Cuartas, actual Directora de la Unidad de Implementación de los Acuerdos de Paz recuerda a Piedad como esa mujer que logró convertir su causa propia, en la causa de muchos hombres y mujeres que en la década de los noventa soñaron con una Colombia en paz. Contemporáneas en la política y en la lucha, Gloria y Piedad forjaron una amistad y un compañerismo que atravesó todas las injusticias que traían las mismas causas sociales por las que luchaba.
Hacia Piedad se forjó un odio sistemático, que iba desde su persecución política, los hostigamientos hacia ella y su familia, hasta insultos y escupitajos en espacios como plazas públicas y aeropuertos, como lo recuerdan Martha y Gloria. Con unas risas que disfrazan la tristeza, Gloria dice que hubo una época en la que se contaba más el mito que se creó sobre Piedad Córdoba que el cuento de la Cenicienta.
“Yo nunca abandoné a Piedad. Nunca. Recuerdo que hubo una época en la que el movimiento feminista asumió la bandera de todas somos Piedad, y eso consistió en recibirla en los aeropuertos para que no fuera agredida o acompañarla en los diferentes actos públicos y espacios privados para que no se sintiera sola”, recuerda Cuartas.
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Durante los tres actos de honras fúnebres que se desarrollaron en Quibdó, Bogotá y Medellín, el pueblo afro despidió a piedad con alabaos y cantos muy propios de sus raíces ancestrales. Un acto de agradecimiento por los casi 40 años de lucha en los que los otros, los del pueblo, siempre le dieron su respaldo en las urnas.
Iván Cepeda dice que su ausencia dentro de la política colombiana dejará un vacío muy grande, en un momento político, social e histórico tan importante para el país como lo es la negociación con el ELN y la construcción de una paz total, paz con la que Piedad soñó hace 40 años. Sin embargo, “hay muchos jóvenes que quieren continuar con su legado, que quieren hablar y denunciar como lo hacía Piedad cuando nadie se atrevía a hablar”. Jóvenes como Alejandro que hoy espera asumir las banderas de la lucha democrática.
Riesgo. Es la principal característica con la que Gloria y Alejandro definen lo que fue la vida y el legado de Piedad. Riesgo a la hora de llevar la discusión sobre los derechos humanos y la construcción de paz al pueblo, a la gente. Riesgo para encarar a la clase dirigente corrupta. Riesgo para enfrentarse al monstruo del paramilitarismo. Riesgo para luchar por la liberación de quienes estaban en cautiverio.
Tanto Iván, como Martha, Gloria y Alejandro afirman que no son nadie para juzgar las acciones buenas o malas que se le acuñaron a Piedad. Es la justicia la que debe trabajar siempre por buscar la verdad. Será la justicia y el tiempo los encargados de demostrar si de todo aquello de lo que se le acusa realmente es cierto o solo hizo parte, una vez más, de una estrategia de silenciamiento.
Como la cigarra, tantas veces intentaron acallarla y tantas veces resucitó. Para Gloria, Piedad siempre fue esa cigarra que interpreta Mercedes Sossa Cantando al sol como la cigarra, después de un año bajo la tierra, igual que el sobreviviente, que vuelve de la guerra.