Luciano Concheiro. Foto: Guillermo Sologuren
En desarrollo de las pre-conferencias Clacso en Medellín, preámbulo de la VII Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales, a realizarse en 2015, la Agencia de Prensa IPC dialogó a Luciano Concheiro Bohórquez, de la Universidad Autónoma Metropolitana de México, para indagar sus reflexiones sobre la importancia del tema agrario en el proceso de paz de Colombia y los retos del país frente a un tema común de la región como es el narcotráfico.
Luciano Concheiro es investigador de la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de México, docente de pos grado en desarrollo rural y miembro directivo de Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales –Clacso.
Durante la conversación Concheiro afirmó que hay que junto al tema del desarrollo rural integral se debe resolver el tema de la tenencia de la tierra en Colombia porque, según él, “en el fundamento del autoritarismo de la violencia está el tema del mundo rural”. Y consideró como insultante el grado de concentración de la tierra que existe actualmente en Colombia, cuyo índice es de 0.89, mientras a nivel latinoamericano oscila alrededor de 0.63.
Sobre el narcotráfico, el académico advirtió que tanto Colombia como México y otros países de la región, han sufrido transformaciones en ese problema hasta el punto que actualmente enfrentan grandes mafias o industrias del crimen organizado. Y agregó que problemáticas como la minería extractiva están hoy ligadas al problema del narcotráfico y la violencia. El docente concluyó que es la sociedad la que debe movilizarse y controlar su territorio para evitar la expansión de estas organizaciones criminales. Estas fueron las reflexiones que nos dejó Luciano Concheiro:
Profesor Luciano, el Gobierno de Colombia está adelantado una negociación de paz con la guerrilla de las FARC. El primer acuerdo en la agenda de diálogos es sobre el tema del desarrollo rural integral. Desde su perspectiva ¿Qué importancia tiene esto para el país?
Colombia es tristemente uno de los países con mayor concentración de la tierra, junto a Paraguay y Brasil. O sea que Colombia es un país donde el tema agrario es el principio de la antidemocracia; es el lugar donde se recrean los poderes locales, los poderes de los asesinos; donde se fundamenta el autoritarismo. Eso hay modificarlo. Pero no podemos ver el desarrollo rural integral sólo como el crecimiento de la productividad, de tener mejores alimentos y de hacerle más caso a los campesinos porque son los más pobres, sino que debemos tener un enfoque estructural, entender que el tema de la tierra y el tema de los campesinos significan la base de una sociedad que efectivamente se construye a sí misma y que plantea un sentido de cambio no solo para Colombia y para los campesinos, sino para el conjunto de la sociedad y para el conjunto de nuestro continente.
Yo encuentro natural que discutan el asunto de la tierra aunque haya quienes preguntan por qué volver a ese tema, y digan que eso ya pasó de moda. Pero señores, en el fundamento del autoritarismo de la violencia está el tema del mundo rural. Entonces o le entramos por ahí o perdonen. El grado de la concentración de la tierra que hay en Colombia es insultante a nivel mundial, el índice de concentración oscila alrededor del 0.63, pero en Colombia está en 0.89, estamos hablando de una concentración casi absoluta –que es igual a 1-.
Eso no solamente es insultante en términos sociales en una sociedad que fue tan campesina y productora de alimentos, sino que representa el fundamento del autoritarismo e, insistiera, de la violencia. Eso sería fundamento de la antidemocracia entonces entender el tema como principal entrarle a la cuestión del campo debería ser de sentido común.
Otro de los temas que se negocian en el proceso colombiano de paz, y que toca a otros países de América Latina y el mundo, es el problema del narcotráfico. ¿Cuáles son los retos en este campo, considerando la situación que atraviesa actualmente México y que podría enfrentar Colombia con grupos pos desmovilización?
No hay que olvidar que cuando se desmovilizan ejércitos se genera un empate de fuerzas y se genera el ambiente para volver a conectar, o sea, las viejas prácticas no son ya narcotráfico. Creemos que tanto en Colombia como en México, estamos hablando de una verdadera y profunda industria o, podríamos decir, de todo el gran negocio del crimen organizado. O sea, la droga está ligada precisamente con los secuestros, está ligada con otro tipo de violencia, con los robos, etc.
Por eso yo insisto tanto en la reorganización social, porque creemos que la única oportunidad real que tenemos es que las sociedades nos apropiamos de nuestras realidades, porque lo que nos sucede es algo a lo que llamamos fascismo social, es decir, la sociedad sin querer queriendo está participando de la violencia. La sociedad, sin querer queriendo, también ya lo asume como natural, es participe de un estado de cosas que debería ser insostenible. Y entonces hay quienes dicen, bueno no importa que sucedan tantas muertes como no importa que en México sucedan desenas de miles de muertos al año; porque eso es lo que tenemos ahora, decenas de miles de muertos, eso es una guerra no declarada, es una guerra donde todo mundo asume y todos tenemos familiares y amigos asaltados, secuestrados y asesinados. Y entonces cuando la sociedad dice: bueno cuídate mucho, y damos puras indicaciones: no te vayas por ahí, vete por allá, etc., estamos asumiendo que es lo normal, que no tendremos otra forma de vivir, y nos acordamos de nuestras ciudades que eran transitables, de nuestros barrios que tenían otro tipo de vida, etc. Y pensamos que ya eso parece imposible. Pero no es cierto, nosotros tenemos experiencias de policías comunitarias de pueblos enteros reconstruyendo su vida controlando su territorio, experiencias como los zapatista de México que lo que han hecho es un mundo de paz en sus regiones donde no entra narcotráfico, no entra el crimen organizado, no entra el alcohol aunque parezca exagerado, pero efectivamente es una forma de control de la gente sobre todo en las comunidades indígenas.
Entonces sí es posible un cambio, pero es posible cuando nos apropiemos de nuestra propia vida, porque la soberanía nacional la han regalado nuestros gobiernos que viven totalmente para el comercio exterior y viven para regalar nuestras riquezas a otros; ahí está la minería avanzando y yo pregunto por qué esos procesos, hoy depredadores, lo único que están haciendo es hipotecando nuestro futuro, tanto de México como de Colombia y otros países. Y ocurre que hoy, por ejemplo, el narcotráfico y las bandas delincuenciales están absolutamente ligadas a la minería, más de la mitad del territorio nacional hoy en México está concesionado a la minería y donde están haciendo minería es donde matan a la gente, donde arrasa el narcotráfico. El negocio el narcotráfico en México, el más fuerte de los más fuertes, es el que está a cargo de la exportación minera, y lo saben y tienen los puertos y controlan los puertos, y por ahí entra de todo y sale de todo, sale la droga. Pero ese control territorial que tienen –las mafias-, la única manera que hemos visto de pararlo es cuando las comunidades se apropian de su espacio, de su territorio y construyen una vida distinta.