Por lo menos 134 familias campesinas, indígenas (emberá y senú) y afrocolombianas del Suroeste y Urabá han avanzado en la búsqueda de 170 familiares desaparecidos. Para ello, han contado con el acompañamiento de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), que actúa en los territorios en convenio con dos organizaciones sociales: el Instituto Popular de Capacitación (IPC) y la Organización Indígena de Antioquia (OIA).
En el Suroeste, se trata de 51 familias campesinas e indígenas asentadas en los municipios de Urrao, Betulia, Concordia, Valparaíso, Ciudad Bolívar, Jardín, Venecia, Betania y Andes, que buscan a 58 personas dadas por desaparecidas; mientras que, en Urabá, se suman 83 familias campesinas, indígenas y afrodescendientes asentadas en los municipios de Mutatá, Apartadó, Turbo, San Juan de Urabá, Chigorodó, Carepa, Necoclí y Dabeiba, que buscan a 112 desaparecidos.
Según Nely Osorno, representante legal de la unión temporal entre el IPC y la OIA, a pesar de las diferencias étnico-territoriales y de los contextos de conflicto armado en los que ocurrieron las desapariciones, el proceso de búsqueda se ha potenciado gracias al intercambio de experiencias entre las familias. Esta estrategia les ha permitido compartir cómo han realizado sus búsquedas, llevándolas a concluir que sus relatos son parecidos y los impactos psicosociales han sido similares.
Las familias pertenecen a dos espacios de la Red de Apoyo para la búsqueda, creada por la UBPD: el Nodo Medellín, que acompaña a las familias del Suroeste; y el Nodo Apartadó, a las de Urabá. A través de esta forma de organización, comentó la representante legal, se ha visto fortalecida la participación de aquellas en la búsqueda de sus familiares dados por desaparecidos, en la mayoría de los casos en circunstancias de desaparición forzada o reclutamiento por grupos armados.
A dicha conclusión llegó el equipo de ambas organizaciones sociales, luego del acompañamiento realizado a las familias durante el segundo semestre de 2021, período en el cual trabajaron conjuntamente en la elaboración de sus respectivas caracterizaciones como familias buscadoras, la documentación de las circunstancias de desaparición de sus seres queridos, la construcción de los genogramas familiares y la identificación y reconstrucción de sus rutas de búsqueda.
Desde la perspectiva de Osorno, estas acciones le aportan información relevante a la UBPD: el universo de familias buscadoras y de personas dadas por desaparecidas, posibles lugares de inhumación irregular o localización, circunstancias y tiempo en que se perpetraron las desapariciones y posibles actores responsables, entre otros datos. Esto servirá para que dicha entidad siga avanzando en la construcción del Plan Regional de Búsqueda, con el cual podrá enfocar sus esfuerzos y estrategias de tal modo que su proceso sea más efectivo en el hallazgo de las personas a las que se busca.
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Rutas de búsqueda diferenciadas
A partir de las caracterizaciones de las familias buscadoras, se destaca que una parte significativa de ellas están lideradas por personas adultas mayores (padres, tíos y hermanos), tienen bajos niveles de escolaridad y residen en veredas y resguardos apartados de los cascos urbanos. Precisamente por dichas condiciones, el equipo profesional consideró necesario implementar estrategias pedagógicas y enfoques diferenciales durante el acompañamiento en sus procesos de búsqueda.
Claudia Tamayo, coordinadora del proceso de acompañamiento en el Suroeste, explicó que en el acompañamiento a las familias se han utilizado metodologías participativas, retomadas de la educación popular, la educación propia y la interculturalidad, como el intercambio de experiencias, el diálogo de saberes y el diálogo intercultural. Además, agregó, ha sido necesario contar con el apoyo de médicos tradicionales y líderes de los resguardos, para la realización de los rituales de armonización y la traducción entre lenguas.
Tamayo indicó que, derivadas de ese proceso de acompañamiento, se han identificado y reconstruido dos rutas de búsqueda diferenciadas que han trazado las familias buscadoras: una individual, que suele ser la que transitan las familias campesinas, casi siempre silenciosas y desarticuladas pues generalmente no pertenecen a organizaciones; y otra colectiva, que suele ser la que siguen las familias indígenas dentro de los resguardos donde están asentadas y censadas.
En esta última ruta, que tiene enfoque étnico, suelen participar actores clave de los resguardos, como los gobernadores, la guardia indígena, los médicos tradicionales y demás sabios, tal como lo señaló Andrea Román, coordinadora del proceso de acompañamiento en Urabá. Ellos les ayudan a las familias a buscar a través de labores como la revisión de los censos y la realización de asambleas comunitarias, para obtener información que permita hallar al desaparecido y recuperar la armonía en sus territorios.
Si bien son notables las diferencias entre ambas rutas, Osorno puntualizó que también es cierto que cada una de las familias buscadoras ha realizado su propio proceso de búsqueda y ha tenido sus respectivos aprendizajes, a partir de visitar los lugares frecuentados por la persona dada por desaparecida, recurrir a sus redes de apoyo (familiares, vecinos y amigos cercanos) y acudir, cuando fue menos fuerte el temor, ante entidades como Policía, Fiscalía y Personería.
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Retos para continuar en la búsqueda
Entre los retos para continuar avanzando en la búsqueda con las familias, Claudia Tamayo resaltó la necesidad de que haya sostenibilidad de los nodos Medellín y Apartadó de la Red de Apoyo, que favorecen la participación de ellas en la implementación del proceso de búsqueda; retroalimentación permanente de la UBPD a las familias, frente a los avances en las acciones globales de búsqueda para estimular la confianza en el proceso; y trabajar con más organizaciones sociales de los territorios, a la vez que se fortalecen las alianzas con las instituciones locales.
Por su parte, Andrea Román señaló que también son retos la profundización en el reconocimiento e integración de la memoria y los saberes propios de las comunidades rurales a los procesos de búsqueda y sanación; igualmente, la necesidad de propiciar asistencia para la contención emocional de las familias buscadoras, particularmente durante los ejercicios que implican recordar los hechos ocurridos para ampliar la información que agilice dicha búsqueda.
Finalmente, Nely Osorno comentó que un reto que tienen las familias, sobre todo las campesinas, es comprender que la búsqueda de las personas dadas por desaparecidas implica a toda su comunidad, por lo cual el proceso debería convertirse en un asunto colectivo. Por eso mismo, reconoció la importancia de las organizaciones de base, o la constitución de estas, pues tienen la capacidad de juntar a las personas en torno a propósitos comunes en los territorios.