Inicio Democracia Reconocer a las víctimas: decisivo para la reconciliación

Reconocer a las víctimas: decisivo para la reconciliación

-

Editorial por José Girón Sierra

Analista del Observatorio de Derechos Humanos del IPC

 “Es esta la guerra que muchos colombianos no han visto pero que se vive cotidianamente en la marginalidad de las zonas rurales, en medio de un país en proceso de acelerada urbanización que no pudo ver o que quizás optó por ver solo lo que le era próximo y más llamativo. En este sentido, la nuestra es una violencia con mucho impacto en lo local y lo regional, pero con muy poca resonancia en lo nacional. A eso quizás se deban la sensación generalizada de habituación al conflicto y la limitada movilización ciudadana por el fin de la guerra.”

Informe Genera Cento de Memoria Histórica

En un ambiente electoral en el que las apetencias electorales colocan en suspenso el futuro del proceso de negociación de La Habana, Cuba, pues aún no está asegurada su continuidad, el Gobierno colombiano y la insurgencia aprueban una carta de 10 principios que deben regir las discusiones y los acuerdos a los que se llegue con respecto al numeral cinco de la agenda acordada referente a las víctimas.

La importancia de esto no es menor. Pasar de víctimas a victimarios no es algo que pueda pasar desapercibido y exige que sea debidamente valorado. En los más de 50 años de nuestro largo conflicto armado los actores de la guerra  se la han pasado justificando en unos casos, y en otros hasta negando, sus responsabilidades en los efectos de una confrontación que en un 85%  ha comprometido a la población civil y sólo  en un 18% a los combatientes, según lo reporta el informe del Centro Nacional de Memoria Histórica. Sin ocuparnos de las formas violentas en que propiamente incurrió esta guerra, estos datos explicitan la mayor característica de degradación a la cual llegaron estos agentes de la guerra que hicieron de pobladores inermes el mejor botín para sus propósitos ideológicos, políticos y económicos. Estado e insurgencia, se la han pasado exhibiendo una postura de víctima que nadie ha creído, escudándose en los mal llamados “efectos colaterales” de una confrontación en la que ninguna violación a los derechos  humanos y del derecho internacional humanitario puede eximirse.

Por eso la declaración de que el abordaje de este tema  en nada es “un intercambio de impunidades”, establece uno de los puntos de inflexión  más decisivos cuando en términos de sostenibilidad del proceso se habla y, por ello, el giro radical con respecto  a los anteriores procesos  de negociación. El camino de la reparación y de la no repetición no será posible si el camino de la verdad no está despejado.

El quinto principio se establece que esclarecer la verdad es: “esclarecer lo sucedido a lo largo del conflicto, incluyendo sus múltiples causas, orígenes y sus efectos, es parte fundamental de la satisfacción de los derechos de las víctimas, y de la sociedad en general. La reconstrucción de la confianza depende del esclarecimiento pleno y del reconocimiento de la verdad”.

Este principio, está por primera vez en la historia del conflicto armado obligando al Estado y a la insurgencia a desnudarse ante la sociedad pero, sobre todo, ante las familias de los 220.000 muertos y los 25.000 desaparecidos,  los más  de 6 millones  de desplazados y los 27.000 secuestrados, los que ante todo quieren entender porque se llegó a tanta crueldad y sevicia, porqué los convirtieron en carne de cañón en la disputa de unos intereses  en los cuales no estaban los propios, pues nunca les preguntaron que actuaran en su representación. Cuando hablamos del Estado se incluye la expresión de un actor como el paramilitarismo que actuó como un aliado de una fracción en el poder que aun hoy defiende  la tesis del todo vale y que ha hecho de la guerra un fin en sí mismo.

Una de las consecuencias  y daños más profundos de los conflictos de larga duración es la instalación, en los habitantes de los territorios en los cuales se desenvuelve la guerra, de la tríada miedo- pesimismo-desconfianza que fractura el mundo relacional de las personas y anula toda posibilidad del trabajo por lo común. Es el escenario de un mundo en el que se instauran las salidas individuales y ante la profunda desconfianza hacia quienes dicen representar la legalidad, se abre camino la ilegalidad.

Llegar a estos principios, en los que se reconoce a las víctimas como el actor más relevante de este proceso de negociación, como lo expresara el vocero del Gobierno, es dar posiblemente el más importante paso para romper la dinámica de la tríada antes indicada y dar cabida a la que se estructuraría en la confianza-credibilidad-optimismo.

Como bien lo indicara John Paul Lederach al hablar de los procesos de negociación de los conflictos de larga duración: el flujo de las aguas están en camino  de tomar la dirección del amor, no  dejemos  que retomen el camino del miedo y del odio. Sólo así, podremos acariciar el sueño de una sociedad reconciliada.

 

José Girón Sierra

Observatorio de DDHH-IPC

Junio 9 de 2014