La riqueza hídrica que lo convirtió en referente nacional por la generación de energía, no solo trajo el desarrollo. Violencia, desplazamiento, y desde hace cinco años el retorno, son recordados por el informe que presentó la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR).
San Carlos huele a pasto verde que despierta con el sol, a vaho de campo con el que se levanta todas las mañanas el campesino a trabajar. Ángela Escudero, habitante de este municipio del Oriente antioqueño, prefirió mencionar esas imágenes y sensaciones cuando le tocó el turno de hablar este 24 de noviembre durante la presentación del informe sobre su pueblo, realizado por el Grupo de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR).
“Llevo ocho años contando la historia y por eso más bien hablaré de la experiencia”, le dijo al auditorio antes de comenzar a hablar. La historia que no contó, y que reseña el informe, habla de 235 familias de 12 veredas que salieron de sus hogares el 17 de enero de 2003, cuando el Noveno Frente de las Farc masacró en esa zona a 17 campesinos.
La historia de Ángela contaba una de las 33 masacres sufridas por los pobladores de San Carlos en los últimos 30 años, y es uno de los aspectos que trata el informe realizado con el objetivo de esclarecer los orígenes de la violencia, según el coordinador del Grupo de Memoria Histórica, Gonzalo Sánchez.
“Muy de repente, por razones del desarrollo general del país, San Carlos se convierte en un centro económico de vital importancia: uno de los grandes centros de los recursos hídricos del país, y por lo tanto de las nuevas energías. Esa riqueza despierta los apetitos de todos los actores armados, para los que se vuelve estratégico estar ahí”, señaló Sánchez.
San Carlos aporta casi el 10 por ciento de la energía que utiliza el país, y por ese desarrollo pagó el precio de una violencia que sacó de su territorio a más de 20 mil personas, de las que ya han retornado más de 9 mil.
“La mala planificación social de las hidroeléctricas en esa época ocasionó mucha violencia en el país y en la zona. Si se hubiera hecho un trabajo social, paulatino, y no se hubiera pensado más en lo económico, muchas cosas de estas no hubieran sucedido. Las transferencias nos ayudan mucho, pero cuántos muertos, cuánta tristeza, cuántos desplazados y cuántas cosas por una mala planificación social de un proyecto: ahí está el nudo de todo lo que sucedió”, dijo Francisco Javier Álvarez, alcalde de San Carlos.
Resistencia de los que no abandonaron la tierra
“¿Hasta qué punto vamos a ser capaces de desarmar tanto corazón que todavía queda armado?”, se pregunta Pastora Mira, concejala de San Carlos y una de las líderes de las víctimas en este municipio. Tanto para ella, como para la administración municipal, el reciente Premio Nacional de Paz 2011 es un punto de partida y la necesidad de comprometerse a construir aún más proyectos para la comunidad.
El camino recién comienza: falta por terminar un desminado que inició hace tres años y que todavía debe llegar a varias veredas en límites con San Luis: “Hay una zona en la vereda San Blas a la que se lucha por llegar porque allá hay un cementerio clandestino donde las autodefensas enterraban a nuestra gente”, añadió Mira.
Para el Alcalde, el municipio escribió una historia que fue triste y hoy sale a la luz: “Venimos de la oscuridad a la luz y nuestras generaciones futuras y presentes tienen que conocer la historia para no repetirla y aprender de ella”, enfatizó.
Según la relatora del informe, Martha Nubia Bello, con el trabajo constante, la resistencia ante los diversos actores armados y la conciencia desde la comunidad de una revisión crítica del pasado sin olvido ni impunidad, San Carlos construye su futuro que busca la reconciliación.
“Si algún mensaje grande queda de estos informes que estamos presentando es el que nos deja San Carlos: la gente ya se cansó de la guerra, ya el tema es cómo le apostamos al futuro. San Carlos está a la cabeza de un nuevo pensamiento, de una nueva mirada, de una nueva actitud frente a la guerra de que ya eso no renta y no es nuestro asunto”, concluyó Sánchez.
Luego de la masacre que la desplazó, Ángela Escudero vio un San Carlos en el que no quería estar, donde habían dejado a sus muertos y a sus animales sueltos en la casa. Hoy piensa que fue una prueba, como en la Biblia, de sus talentos, y que en la valoración de lo perdido se ha logrado construir lo que hoy se tiene.