Los leños prendidos son cuatro, y a ellos les está echando gasolina, es lo que dice León Valencia cuando habla de la situación del país y del presidente Duque.
El primer leño es el ELN. Esta guerrilla, dice Valencia, director de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares), cometió la “torpeza” de poner una bomba en la Escuela General Santander, “este gobierno se bajó de la mesa y el ELN está creciendo y ganando dinero. El gobierno no le ha hecho nada al ELN y ellos siguen creciendo”.
El segundo leño son las disidencias de las Farc. Para Valencia, estos grupos están creciendo, pero aún “no sabemos si se van a meter a la guerra. Las disidencias necesitan un techo político, si no, lo que hay se convierte en un nido de delincuentes.”
El tercer leño es Venezuela. “A Duque se le ocurrió que la decisión principal del gobierno era tumbar a Maduro, a otro gobierno. Esa es una torpeza diplomática enorme. Eso le está saliendo muy mal. ¿Es la misión de nosotros tumbar a un gobierno, así sea el peor de América Latina?” Lo que sucedió fue una ruptura enorme entre Colombia y Venezuela, y en esta frontera y el país vecino se están refugiando las guerrillas.
El último leño es el Clan del Golfo. “Estos grupos crecen hasta un punto en el que acumulan mucho dinero y enemigos, y se hace la necesidad de negociar o decaer”. A pesar de que estaban negociando con el gobierno Santos, el sometimiento a la justicia se rompió durante el gobierno Duque.
Las violencias asociadas a estos actores armados crecieron desde 2018, “y las cosas empiezan a preocupar: lo de los líderes sociales, la violencia político-electoral”, agrega.
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Los líderes sociales
“El problema aquí es que no se quiere aceptar que el Estado colombiano ha decidido implementar métodos de terror para todos los que piensan distinto en el país”, es lo que dice Adriana Arboleda, directora de la Corporación Jurídica Libertad, cuando habla de los líderes sociales. Estos diálogos se dan en El alma está de luto, una campaña de la Universidad de Antioquia para reflexionar sobre el papel de los líderes sociales. Con base en datos de la CJL, desde la firma de los acuerdos, en Antioquia hubo 1068 modalidades de agresión, de los cuales 63 fueron asesinatos. De estos, diez ocurrieron en lo que va de 2019. A estos datos se suman 475 amenazas y 60 líderes desplazados.
Uno de ellos es Benito Santero, un líder indígena senú de Cáceres, Bajo Cauca, de donde salió desplazado este año, una vez se enteró que estaba en una lista de posibles víctimas. Su mayor expectativa con los acuerdos de paz era solucionar el acceso y la tenencia de la tierra para las comunidades indígenas, pero esto no ha sido posible, pues el territorio de su resguardo es de interés de una multinacional minera. “No nos gusta mucho la palabra líder, porque estamos siendo discriminados. Colombia está de luto, están matando los líderes porque defendemos los derechos fundamentales de los más vulnerables”, dice.
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¿Por qué matan a los líderes? Luz Elena Galeano, integrante de Mujeres caminando por la verdad, asegura que “somos sujetos políticos que le podemos aportar al Estado colombiano y que podemos trazar propuestas. La persecución a los líderes ha aumentado porque tienen empoderamiento y análisis político”. Galeano ha sido una de las líderes en la búsqueda de los desaparecidos en la Comuna 13.
En ese sentido, el investigar Diego Sierra, del Instituto Popular de Capacitación (IPC), cree que es el momento de que la agenda atrasada de los liderazgos se ponga en la agenda política. “Para el IPC, no podemos descuidar la violencia política. Creemos que es una gran oportunidad con el acuerdo”:
Pero no hacen falta más normas, sino voluntad política, agrega Adriana Arboleda. Y eso significa, a su juicio, que para proteger los líderes no son necesarios más chalecos antibalas sino que se desmantelen las estructuras paramilitares e investigue a quienes están detrás de los crímenes. “El problema acá es que nos quedamos con las cifras, cuando el problema es que si es uno, ya es preocupante”.